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Mis Historias Urbanas
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Mis Historias Urbanas: Destechado por confiado
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18 de septiembre, 2016
Cristian llega al portal de la casa que acaba de invadir en El Recreo, de Durán. Como cada fin de semana que visita su primer bien inmobiliario, espera encontrar allí a la recién separada hermana de la vecina, que lo ayuda a cuidar la villa de lunes a viernes y que, de repente, le hace también "otros favores". Intenta abrir. La llave no cede. Retrocede dos pasos y nota que han cambiado la chapa.
Alguien se asoma. Es un hombre malencarado, con cicatrices en el rostro y sin camiseta. "¿Qué desea?", le pregunta enfadado. "¿Cómo que ‘qué desea’? ¡Esta es mi casa!". Le abre. En la cocina está la hermana de la vecina. "Hola, don Cristian", lo saluda sin mirarlo. La fichita que lo recibió entra a un dormitorio y sale de allí con un fajo de billetes que deja caer sobre la mesa. "Le compro la casa". Quinientos mil sucres en efectivo.
"Tómelo o déjelo; pero si lo deja, igual no vamos a irnos. Usted decide". Pensó en pelear con abogados, pero recordó que la casa ni siquiera tenía registro. Aceptó la oferta. "Dejé que Dios haga justicia", se autoconsuela al recordar esa anécdota de 1997. También reflexiona: "Después de todo, esos quinientos mil sucres son solo veinte dólares ahora".
"Tómelo o déjelo; pero si lo deja, igual no vamos a irnos. Usted decide". Pensó en pelear con abogados, pero recordó que la casa ni siquiera tenía registro. Aceptó la oferta. "Dejé que Dios haga justicia", se autoconsuela al recordar esa anécdota de 1997. También reflexiona: "Después de todo, esos quinientos mil sucres son solo veinte dólares ahora".