Incrédulo, el choro lo miró de pies a cabeza. "¿Y por qué le gritaste a tu mamá? A la mamá no se le grita, oe. Eso es lámpara". Entonces José Antonio, que quería desahogarse, le dijo que lo único que deseaba era morir, y que si resistirse al robo era una puerta para aquello, pues, que lo maten, que no le importaba. El otro ladrón se acercó. "¿Qué pasa?". "Nada, que el pana se fue de la casa y quiere morirse porque está piteado con la vieja y yo le digo que está mal que le haya gritado". 

Mientras el par de pillos analizaba la situación emocional de su víctima, una patrulla se estacionó en la calle de en frente. José Antonio cruzó, le dijo a los policías, regresó con ellos. Uno había huido. El otro negó todo. "Yo no le iba a robar, el pana me dice que está triste porque le gritó a la mamá y yo solo le estoy diciendo que eso está lámpara, que a la mamá no se le grita". No hubo denuncia ese día. Pero José Antonio ya no le grita a la vieja.