Mis Historias Urbanasblanca moncada

Mis Historias Urbanas: El buen vecino

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Chaca, chaca, chaca. Para. Se pone en firme y lleva el brazo a la frente para limpiar el sudor. Luego vuelve a lo suyo. Chaca, chaca, chaca. Es mediodía. El sol pega como solo lo hace en Guayaquil. Aún falta mucho para terminar de cortar el fierro que pretende vender por un par de dólares, para comprar la dosis diaria que necesita.

Está sin camiseta. La bermuda apenas le cubre el trasero. Suda. Chaca, chaca, chaca. Ya casi termina. Un vecino lo mira desde la ventana de en frente. ¿En serio no le da vergüenza robar a plena luz del día? Él lo ignora. Hace mucho que el mundo le importa poco. El curioso llamó al patrullero, a escondidas.

Aunque el levantamiento de las bases de la futura casa está inconcluso y los fierros lucen oxidados, callar ante este delito no lo dejaría tranquilo. Han pasado cinco minutos. La camioneta de los oficiales llega al lugar al fin. Despacio. El vago no se inmuta, o parece no hacerlo. Chaca, chaca, chaca. La sierra esta vez sonó contra la tierra del terreno. -¿Qué hace allí con esa sierra, señor?, increpó la oficial, sin bajarse del vehículo. -Rozando el monte, misú. ¿no ve?, contestó el sabido.