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Buena Vida

Las charlas efectuadas en las zonas rurales del Guayas van enfocadas al manejo de emociones.Cortesía

¿Cómo mantener un buen ambiente familiar con los hijos, a pesar de la pandemia?

Según un psicólogo clínico, a los adolescentes y niños les provoca ansiedad el no poder ir a estudiar presencialmente como antes

La pandemia del coronavirus ha ocasionado el no poder estudiar con normalidad en los planteles educativos. Y en los hogares en los que no existe el acceso a internet, la convivencia se ha tornado ‘fregada’ entre padres e hijos. 

Esta realidad ocurre con más frecuencia en casas donde no hay muchos recursos tecnológicos. Esta situación, mezclada con la rutina de no salir a trabajar y de no ir a las instituciones escolares, pueden jugar una mala pasada entre parientes.

Christian Arias, psicólogo clínico del Ministerio de Educación, en el distrito 9 de la zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón), menciona que ha detectado estos casos durante visitas realizadas en sectores como populares como los recintos Nueva Esperanza, Casas Viejas, Safando, la parroquia urbana Chongón, entre otros, en la provincia del Guayas.

Por ello, a él y a otros funcionarios del Ministerio les pidieron hacer un seguimiento (en este caso virtual, para prevenir contagios de covid-19) a estudiantes, tanto de escuela como de colegio, para brindarles una atención especializada ante esta problemática.

Sin embargo, el profesional notó que muchos de sus usuarios no tenían las posibilidades necesarias para comunicarse con él virtualmente. Entonces decidió irlos a buscar voluntariamente a sus zonas de residencia, con las medidas de bioseguridad necesarias.

En estos recorridos ha atendido aproximadamente a 85 familias y sus labores se basan en darles talleres de orientación emocional. En estos encuentros detectó que los jóvenes y sus allegados comparten algunos patrones psicológicos, a propósito del confinamiento.

“Hay una gran carga de estrés en la gente, hay un estado de miedo y de pánico. Y ya como conflicto mayor, hay depresión”, comenta. Esto ocurre por las condiciones precarias en las cuales viven estos ciudadanos, empeoradas con el cambio de realidad ocasionado por el virus.

Por ello, las charlas impartidas han sido enfocadas a enseñarles cómo comunicarse de una manera más efectiva y cómo manejar sus emociones adecuadamente.

Las actividades lúdicas con los menores promueven con más facilidad la enseñanza del manejo de emociones.Cortesía

Los ‘pelados’ ansían la normalidad

El experto dice que en el caso de los adolescentes, uno de los efectos más comunes a raíz de esta nueva ‘realidad’, es que presentan un bajón anímico, porque están más conscientes que los chiquillos de los efectos negativos que deja la enfermedad.

En tanto, los niños presentan una evidente ansiedad por desconocer qué es lo que va a suceder más adelante. “Tienen la inquietud de cuándo van a retomar las clases, cuándo podrán ver a sus compañeros y cuándo podrán ir a la escuela. Entonces, al no tener acceso a internet en estas comunidades, están prácticamente en el limbo, a expensas de muchos conflictos cotidiano”, describe Arias.

Añade que para erradicar estos inconvenientes en el hogar, es necesario mejorar el ambiente familiar, a través de una interacción saludable entre sus integrantes. Para ello es importante que los progenitores escuchen a sus hijos, que estén pendientes de qué sienten y qué piensan.

“Debe existir un entorno en el que expresar los sentimientos sea posible, donde los hijos tengan la oportunidad de decir lo que les pasa, si sienten miedo, coraje, desesperanza, angustia, nervios y cualquier otro tipo de emoción”, enfatiza.

Además, aconseja que los padres deben mostrar más comprensión hacia sus descendientes, en vez de repetir modelos educativos de castigo, a los que quizá estuvieron acostumbrados durante su infancia.

“Si los padres están en un alto nivel de estrés, no van a tener paciencia con los chicos”, recalca Arias. Es vital que los adultos identifiquen lo que sienten y tratar de cambiar ese estado anímico antes de dirigirse a sus pequeños.