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Crónicas del cuarto rojo: Tinder con final feliz

Las aplicaciones de citas tienden a ser un lugar lujurioso

Tinder, aplicación móvil para citas.
Tinder, aplicación móvil para citas.Canva

Las aplicaciones de citas tienden a ser un lugar lujurioso. Suelen ser espacios en los que no hay que pedir permiso ni rendir cuentas a nadie. Tampoco hay consecuencias ni represalias (a menos que no cuides con quién hablas), y por eso, entrar allí resulta una fantasía.

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Y aunque suene seductor, yo entré por chisme. Sí, debo confesarlo. Era la pandemia y se había corrido el rumor de que el esposo de una amiga estaba allí de ‘gallo bello’. Resulta que no era el único; había más hombres casados buscando diversión a escondidas.

Yo ya estaba divorciada, así que entrar no era pecado. Si bien lo hice por enterarme del escándalo, otra parte de mí lo hacía por morbo. Así que descargué la app.

Tinder es una 'app' de citas en que puedes encontrar de todo.
Tinder es una 'app' de citas en que puedes encontrar de todo.Canva

Como adultas que somos, fantasear puede ser algo normal. Quería calentar la imaginación con quien estuviera detrás de la pantalla. Siempre he dicho que fantasear es como el ejercicio diario que otros hacen en el gimnasio. Mientras unos entrenan el cuerpo, otros preferimos ejercitar la mente, y así la sexualidad se ve beneficiada. Por todo esto, me he asegurado de seguir fantaseando activamente. Y Tinder fue el pretexto en aquella ocasión.

No quería terminar con alguien que me propusiera matrimonio; solo buscaba diversión. Quería conectarme con el mundo del deseo y volar lo más alto y lejos posible en esos tiempos pandémicos.

Así, con un ‘Hola’, empecé a despertar intencionalmente pensamientos prohibidos. Después de varias semanas de intercambiar mensajes, decidí encontrarme con José, un chico cuyas fotos y sentido del humor me habían llamado la atención.

Cuando ya se podía salir sin restricciones, quedamos en tomar un vino en uno de esos wine bars que empezaban a estar de moda. Llevaba un vestido negro lencero. Descubrimos que teníamos intereses similares y la química entre nosotros era evidente.

El tiempo pareció volar, y decidimos salir de allí para dar un paseo. Había una conexión palpable entre nosotros, que terminó en besos, y la fantasía comenzó a hacer de las suyas. El auto se convirtió en ese lugar lujurioso donde ambos nos calentamos.

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Lo que comenzó como un encuentro casual en una app de citas se transformó en una conexión más sexual. No digo significativa, porque solo quería despejar la mente de la cuarentena.

Si bien siempre he tenido fantasías que son solo mías, fui compartiéndole algunas. No limité las opciones; busqué la emoción que quería sentir. De eso se trata: divertirse y hacer realidad lo que tanto imaginas cuando te das autoplacer.

Aunque José se mudó de ciudad, ¡bendito chisme el que me llevó a Tinder!

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