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Néstor Asencio el duro del chaulafán de la entrada de la 8 al norte de Guayaquil.Álex Lima

Voces de Guayaquil: Chaulafán, jugos, pollo, pescado y otros gritos en La entrada de la 8

Una de las cosas que más llama la atención en la Entrada de la 8 es la sabrosura para vender.

Sus frases y sus gritos son ya parte del Guayaquil mismo. Son las voces de comerciantes y vendedores que se hacen familiares de tanto escucharlas y quedan grabadas en la gente, que a veces hasta los imitan.

La Entrada de la 8, al norte de Guayaquil, es un sector donde el comercio informal se toma las calles; aquí se puede encontrar desde un pollo hasta ropa triple A. Ojo, aquí no se fía ni aplican las tarjetas de crédito, todo es barato y en efectivo.

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Pero entre los gritos de los vendedores de agua, ropa, lotería y más productos, las voces que más llaman la atención son las que ‘calan’ en la panza: las de la comida. Entre ellas hay una especial, la del chaulafán, la que te quita el hambre por $ 1,25 y te lo preparan en ese momento.

Néstor Asencio es el hombre que grita: “Chaulafán, venga por su chaulafán”. Sobre una bandeja en su pequeño triciclo, sirve una tarrina de arroz ¡y a preparar se ha dicho! Él se ha hecho famoso por el precio, comenzó con $ 1, pero debido al alto costo del arroz ahora está en $ 1,25.

“El que se come uno, se come dos”, dice en forma sonriente. Pero en realidad el que se come uno no vuelve por otro, pues es más de media libra de arroz que se manda a la barriga. El chaulafán lleva chancho, mortadela y pollo.

POLLO PESCADO

El local de Manuel Chávez Moreira, de 48 años, está en el inicio de la Entrada de la 8. Los pollos y embutidos son su fuerte, y su ingenio, su mejor estrategia para vender.

A los que pasan les enseña el pollo, les muestra que son grandes y a la hora de vender grita: “Lleva tu pollo, pilas, el mejor pollo del Ecuador, el más grandote, el más delicioso”, dice con muchas ganas.

Manuel Chávez y la venta del pollo son una atracción en la Entrada de la 8.CARLOS KLINGER

Basta con decir pollo, la gente entiende que les puede servir para una buena comida: “Aquí hay que gritar para que la gente se ponga pilas y se alimente bien”, dice Chávez.

De vecina tiene a Blanca Solís, ella vende pescado y es un amor a la hora de expresarse: “Venga, mi amor. Venga, mi vida, el pescado más grande y barato”.

Ella dice que tiene que gritar y con buenas ganas para que la gente se detenga y vea que el pescado, camarón y demás mariscos son ideales para un buen almuerzo. “Aquí se vende bueno, bonito y barato”, asegura Blanca.

José Araujo recibe la ayuda de una minibocina para la venta de jugo de naranja.CARLOS KLINGER

CON AYUDA

En la Entrada de 8 la voz también se cansa y se presenta la ayuda de minibocinas, que tienen grabadas voces. José Araujo vende jugos y su estrategia para atraer a más personas es colocando la grabación que dice: “Jugo de naranja, jugo de naranja”.

Araujo dice que cuando se termina la energía del aparatito, le toca llamar con su voz, pero lo hace con toda su energía y poniéndole ‘sabor’. Es su forma de ganarse la vida y quitarle la sed a los que pasan a sus hogares.

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