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El virus le dejó una foto de amor
La COVID-19 destruyó familias, como la de Paulina Carvajal, quien perdió a sus padres, esposo y hermano. El 2020, lejos de lastimarla, la fortaleció.
En cinco días la muerte cercenó a su familia y con ello fulminó los planes que habían trazado para el año que ayer terminó. María Paulina Carvajal Ruiz perdió a su esposo, padres y hermano a consecuencia del COVID-19.
Como ella, algunos ecuatorianos sintieron el enorme dolor por el deceso de familiares. De a poco, en los primeros meses de la pandemia, caían uno a uno, convirtiendo la cuarentena en una pesadilla de proporciones inimaginables. Nunca antes este país derramó tantas lágrimas al mismo tiempo.
El viacrucis de la guayaquileña, de 39 años, comenzó el 23 de marzo pasado, cuando su esposo, Michael González, presentó los primeros síntomas de la enfermedad originaria en Wuhan, China.
Dos días después el virus acabó con la vida de Michael y la de su padre, Manuel Carvajal. Pero el sufrimiento de Paulina parecía no tener fin... Luego de 5 días, el 30 de marzo, Marco, el mayor de los cinco hermanos, y Eduviges, su madre, sucumbieron por lo mismo.
Hoy, nueve meses después del calvario que le tocó afrontar, María Paulina confiesa que no ha perdido la fe en Dios ni las ganas de vivir y seguir adelante. “El 2020 fue un año difícil, de reflexión para todas las personas, de cosas que no me las esperaba, pero asimismo un año de fortaleza, donde el Señor me mostró su fidelidad, donde mi mejor regalo es estar con vida”, afirma.
El anhelo de sus padres era mantener a la familia unida, libre de rencores y resentimientos y por eso cada 31 diciembre los Carvajal Ruiz la pasaban juntos. “Quemábamos el Viejo afuera de la casa de mis padres, cenábamos juntos. El año pasado (2019), luego de cenar con mi esposo, nos fuimos a un concierto en la vía a la costa, regresamos al amanecer. Fue espectacular porque iniciamos el año juntos”, recuerda. Pero la pandemia truncó sus planes.
Entre los sueños que la pareja tenía en mente cumplir en 2020 estaba algo sencillo, pero con un valor sentimental enorme: hacer una sesión fotográfica con sus hijas. La familia también había planificado radicarse en Canadá, además de viajar a Cuenca, ciudad que tanto le gustaba a Michael.
María Paulina no puede con su corazón devastado al recordar que esos cuatro familiares no estuvieron en la bienvenida de este nuevo año.
“Es duro. Lo que viví era para enloquecerse, pero me aferré a Dios y a mis hijas. Mi padre y mi esposo eran los hombres más importantes de mi vida y jamas imaginé que los dos se iban a ir el mismo día”, expresa María Paulina, a la vez que presiona sobre su pecho el portarretrato con la foto de sus padres y hermanos.
Lejos de las lágrimas y del vacío en el corazón de su familia, María Paulina reflexiona sobre este nuevo año: “Mi consejo es que no se centren en cosas pequeñas, a veces las personas se fijan en problemas que pueden arreglarse. La pandemia no termina, creo que esta enfermedad nos ha enseñado que hoy estamos y mañana no lo sabemos”.
Y aunque su vida está incompleta, al menos pudo cumplir con la sesión de fotos con sus hijas. Posaron junto a un portarretrato con la imagen de Michael. El dolor desaparece... pero los recuerdos vivirán por siempre.