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"¡Ahí viene La Cachuda!"
Es el camión recolector de basura que se ‘pasea’ por afuera de los centros comerciales del norte de Quito. Recicladores encuentran 'tesoros'.
Lunes, 19:30. Tras cuatro horas de una intensa lluvia, el cielo aplaca su furia. Y por la puerta de la Estación de Transferencia Norte 2, una planta de residuos situada en el norte de la capital, ingresa imponente La Cachuda.
No es una persona, tampoco un animal. Es un camión de basura que tiene dos ganchos frontales que son como cuernos. Con ellos levanta los contenedores que hay alrededor de los centros comerciales del norte.
Y guarda en su ‘estómago de acero’, dicen, muchos ‘tesoros’. ¡Un manjar parece!, sobre todo para los recicladores que siempre la esperan...
Todas las noches, después de cubrir su ruta, La Cachuda vuelve a la estación, ubicada en las avenidas Eloy Alfaro y De las Palmeras. En un canchón de mil metros cuadrados, cubierto con un techo de zinc rojo, la numeración del uno al 10 salta a la vista.
Son los andenes de descarga de los camiones de basura que recorren el norte de la ciudad. El uno y siete son exclusivos para la ‘reina’.
“¡Ahí viene La Cachuda!”, gritan más de 20 chamberos o recicladores, entre hombres y mujeres de todas las edades.
Ellos se acercan presurosos al pesado automotor y miran cómo desde una compuerta metálica caen más de 10 quintales de desperdicios, unos bien enfundados y otros desparramados. Mientras esto ocurre, el ambiente se rodea de un olor amargo, rancio y nauseabundo, pero nada de esto importa.
El olfato de quienes allí se ganan la vida está preparado para soportar cualquier hedor. Para ellos, la basura es una de sus fuentes de alimento.
Zambullirse en los desperdicios requiere de práctica y agilidad. Pisar firme es una habilidad indispensable para no resbalar en el lodo, que es parte del paisaje de este lugar.
Marlon, de 21 años, es uno de los recicladores. Lleva aproximadamente 10 minutos buscando algún objeto valioso. De repente aparece con un trozo de cable colgado en su cabeza. Parecen luces navideñas. ¡Aún se prenden! “Es el regalo de la noche”, dice. Además, asegura que ser chambero es una tradición en su familia. Aunque al inicio no le simpatizó la idea, los ‘tesoros’ que encuentra a diario le hicieron cambiar de opinión.
“En ese camión -La Cachuda- siempre vienen cosas buenas, desde material para reciclar hasta comida. En dos años me he encontrado ropa, zapatos y también pollo asado. Eso se come en la madrugada. Y si hay suerte, se acompaña con una gaseosa, que también sale de la basura, o con frutas que llegan. Solo se las lava”, cuenta el muchacho.
Luis Mendoza es uno de los más antiguos en el oficio. Trabaja hace 41 años en esta estación. Dice que desde hace una década y media deleita su paladar con las ‘delicias’ que le trae el recolector.
“Hace dos semanas encontré unas fundas de camarones y almejas. Hice un ceviche y compartí con mi familia. También llegan piernas mal comidas de pollo, chuletas, salchichas mal empacadas o caducadas, botellas de whisky fino y joyas. Si se corre con suerte, plata también. Una vez me encontré mil quinientos dólares”, recuerda.
Parece inaudito, pero es posible. La ruta que recorre La Cachuda atraviesa la zona comercial y una de las más exclusivas de Quito.
Gonzalo Pazmiño, gerente de la Asociación de Recicladores Vida Nueva, comentó que 257 personas trabajan en este lugar, en turnos matutinos y nocturnos, de lunes a sábado, durante 12 horas seguidas.
Según las autoridades de la Empresa Pública Metropolitana de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs-EP), después del proceso de reciclaje que realizan los chamberos, una pala mecánica compacta el material sobrante para transportarlo en mulas al relleno sanitario de El Inga, donde se somete a un proceso técnico de descomposición.
En la estación el tiempo transcurre. Llegan dos camiones más. La algarabía no es la misma. De repente, en el extremo izquierdo del sitio se escucha a un hombre que le grita a otros dos: “¡Ve, está bueno este vestido!”, mientras lo sacude de los escombros y guarda en su costal para venderlo.
Después de una hora, el ritmo de trabajo disminuye. Lo que se salvó, ya está a buen recaudo. Al día siguiente La Cachuda volverá...