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¡Un viaje cercano al sol!
En Guano, de la provincia de Chimborazo, está la estación férrea más alta de Ecuador. Desde este lugar los visitantes inician una experiencia única.
Disfrutar del punto más cercano al sol y de la estación de tren más alta del Ecuador, mientras recorre el páramo andino en Chimborazo y compartir los saberes de las mujeres puruhaes, son atractivos turísticos incomparables en la provincia de Chimborazo.
A la estación del ferrocarril en Urbina (Guano) se llega en auto o vía férrea en la Ruta del Hielo. En esta última, el tren inicia el recorrido a las 07:00 en la Plaza Alfaro, en Riobamba. Para protegerse de los 8 o 12 grados de temperatura, los turistas llevan bufandas y gorros. Al abordar los vagones, la sensación inmediata de bienestar los alista para disfrutar del paisaje. “Bienvenidos a la ciudad ferroviaria”, saluda el guía, quien explica que la Sultana, en los años 30, tomaba ese nombre, pues era destino obligatorio de descanso para quien se movilizaba 18 horas en este medio de transporte.
El relato continúa. “A su derecha, la primera plaza de toros construida en el Ecuador; más adelante, el primer estadio”, indica el hombre preparado en turismo y vestido con traje negro y gorra ferrocarrilera. Poco a poco, el paisaje cambia. Se deja la ciudad y empieza el verdor del páramo. A lo lejos la fila de vehículos que circulan por la Panamericana cada vez se ve más pequeña. “Ahí está, se lo ve hermoso”, dice Angélica Simbaña, cuando mira el imponente Chimborazo, que se esconde y aparece a medida que el tren atraviesa las faldas de la cordillera.
Los verdes pastizales, los campos sembrados de quinua, cebada y habas, entre otros productos, se aprecian por doquier, y no faltan los guaguas (niños) kichwas puruhaes, quienes con su vestimenta tradicional corren junto al tren para saludar a los viajeros. Sus caritas de un color rojizo, tostadas por el sol y el helado viento, sonríen cuando les levantan las manos.
Son tres paradas. La primera en Urbina, la estación de tren más alta del Ecuador, a 3.609 metros sobre el nivel del mar; luego, de retorno, se visita Jatari Campesino y la Moya.
Las fotos se toman desde todo ángulo, después de 40 minutos de viaje. A lo lejos, sobre una planicie está una construcción mixta, entre adobe y cemento. “Es la casa de Baltazar, el último hielero del Chimborazo”, advierte el guía.
Cada vez se siente más la baja temperatura, el tren se detiene y los visitantes son recibidos por Manuela Guzmán, de la asociación Allí MiKuy (Buena Comida); ella junto a varias warmis (mujeres) desde el 2012 se encargan de la cafetería. Se ofrecen habas con queso, choclos, empanadas de morocho y las agüitas de hierbas aromáticas y medicinales.
Son recibidos con un ritual
Mientras los turistas se deleitan con el sabroso desayuno, las mujeres realizan un ritual. “Esto lo hacemos para pedir permiso a nuestro taita Chimborazo, para que los reciba y tengan un lindo día, así es en nuestra cultura”, dice María, otra de las mujeres puruhaes. Entre todas interpretan una canción en kichwa y levantan las manos.
Luego se pasa al Museo del Hielo. Allí está Baltazar sosteniendo un pedazo de hielo extraído desde las entrañas del coloso. Él no habla mucho español y es su hija que relata cómo era el oficio de antaño y cómo se ha ido perdiendo.
Las sirenas suenan y empieza el retorno, pero se hacen dos paradas más para convivir con las comunidades y aprender de su cosmovisión y cultura.