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¡Viajar durante la pandemia se volvió un relajo!
A dos familias les tocó 'fletar' y alquilar carros para ir a sepelios de parientes en otras provincias
Para la familia de María Ángeles Bravo Calle no fue fácil cumplirle un último deseo: que la sepulten en su natal Cojitambo. Un reto en estos tiempos de pandemia, en los que trasladarse a otra provincia, resulta ‘fregado’.
La mujer tenía 101 años, pero durante los últimos dos residió en Guayaquil con una parte de su parentela. Padecía insuficiencia renal y galenos de la urbe porteña le diagnosticaron pocas horas de vida.
Ante el penoso dictamen médico, sus allegados decidieron complacerla. Desde el Puerto Principal la llevaron en un carro propio hasta aquella parroquia del cantón Azogues, donde ella nació. Y una vez allá, María falleció.
A Liliana Cárdenas, bisnieta de María, le preocupaba cómo haría junto al resto de allegados para viajar a Cojitambo al sepelio. Ella y su hermano pensaron opciones y vieron que una empresa de transportes ejecutivos podía llevarlos. Esa fue la solución.
En total eran 14 personas. Y al momento de ‘amarrar’ el contrato les dijeron que debían dividirse en dos furgonetas, para garantizar el distanciamiento social.
“Nos desinfectaron y el carro tenía una lámina plástica para separar al conductor de los ocupantes. Nos exigieron mascarillas a todos”, dice Liliana.
Les cobraron 20 dólares por persona y el servicio incluía un chofer para cada unidad. Partieron el viernes 19 de junio a las 08:00. Cuatro horas y media después llegaron a su destino.
Aquella compañía tiene otra agencia en Azogues. Eso les facilitó las cosas a Liliana y a los suyos, pues para regresar a Guayaquil solo debieron llamar con dos horas de anticipación para que los recojan.
La joven pensó que quizá no iba a poder despedirse de su reina, como le decía a María. La ‘nueva realidad’ dejada por el coronavirus provocó que cosas como viajar se vuelvan un dolor de cabeza.
El vaivén de semáforos sanitarios por ciudades, la circulación vehicular por número de placa y la suspensión de actividades para los buses interprovinciales en esa época conspiraron contra la necesidad de Liliana y los suyos. “No todas las personas han podido despedirse de sus seres queridos. Gracias a Dios yo pude”, refiere.
Tania González y su esposo, en cambio, alquilaron un carro para ir del Puerto Principal a Quito el 13 de junio. Ella lo acompañó a la capital de la República, pues la hermana de él falleció. Pagaron 45 ‘latas’ para rentar el coche por un día. No les quedó otra opción, pues su carro estaba dañado.
Mitad de su capacidad
Melisa Mera trabaja en una compañía que ofrece traslados a Cuenca y a Azogues. Reanudaron sus labores hace 20 días. Disponen de furgonetas pequeñas, de siete pasajeros, y de otras para 14 personas. Pero para evitar contagios, las unidades viajan con la mitad de su capacidad.
Piden más flexibilidad
En la empresa donde ‘camella’ Melissa, los automotores tienen salvoconducto. Para la casa rentera de autos donde Mario Granizo es gerente general, la realidad es otra.
Hace 20 días reanudaron el servicio, pero no cuentan con salvoconductos. Por ello, sin un cliente les va a alquilar un carro, le dan uno que sí pueda rodar ese día. Y le advierten que si va a salir de la ciudad por más de un día, debe considerar que al día siguiente ese vehículo ya no podrá circular.
Por ello, Granizo considera que este tipo de compañías deberían gozar de un permiso especial, porque son una alternativa para salir de la provincia.