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Crónica

Los cuartos, de 3 por 4 metros, son arreglados (a diario) por el ‘todólogo’.Christian Vásconez / EXTRA

Trabajador de motel guayaquileño cuenta lo que pasa en las habitaciones de su 'camello'

En un año ha vivido de todo. Ha oído a supuestos espíritus fogosos; una mujer se le insinuó porque no le cumplieron en la cama. Se ha vuelto experto en ‘chispear’ belicosos

Juan (50 años) tiene múltiples oficios. Es todo en uno. Es un coleccionista de historias húmedas. Es el mucamo, guardia, administrador, conserje y bartender de un motel ubicado en la cooperativa Voluntad de Dios, noroeste de Guayaquil.

Este ‘todólogo’ lleva un año trabajando en dicho ‘matadero’, al cual acuden decenas de parejas o tríos, todos buscando un momento de placer.

Ocho habitaciones y un pequeño garaje ofrece el sitio, un tanto apartado de la ciudad, condición que aprovechan los amantes para tener encuentros sexuales.

Aquí no aplica la frase ‘si estos cuartos hablaran…’, pues Juan, solito comparte las historias que se han dado en su ‘camello’; las cuales incluyen ‘pitos’, insinuaciones, hasta situaciones paranormales sexuales.

Espíritus ‘calientes’

Por las madrugadas y cuando no hay clientes, empiezan una serie de gemidos. “Estoy solo y se escuchan gritos de placer y movimientos dentro de las piezas como si se ‘pegaran’ un rapidito. Abren y cierran puertas. Me levanto asustado, cojo una linterna y reviso los cuartos, con un bate, por si acaso. No hallo a nadie. Es un misterio, no me da miedo, pero no me lo explico”, cuenta con asombro.

Veinticuatro horas de atención ofrece este motel guayaco.Archivo / EXTRA

Tentación, recién llegadito

A la semana de empezar a trabajar en el motel, una pareja fue bien ‘entonada’.

Apenas entraron a la habitación iniciaron los ruidos del ‘cuerpeo’. A ella se le escuchaba hasta la oficina, son unos 15 metros de distancia. “Era una felicidad tremenda, pero a los cinco minutos hubo un silencio total”.

Del grito de amor y pasión se pasó al de coraje. La mujer, de unos 40 años, decía: “Despierta, no vine a dormir, sino a tener sexo”. Él se quedó ruco, de lo borracho. Desde la puerta ella me gritaba: ‘Atiéndame’. Me acerco y me cuenta lo sucedido. ‘¿Y ahora, qué hago?... Sigue usted’, me dijo, se me insinuó, recuerda sonriente.

“Ojo, esto es un motel, no es ningún night club. Aquí hasta de psicólogo he hecho, pues algunos clientes vienen y me cuentan sus problemas y uno les aconseja”.Juan, trabajador de motel

“No puedo atenderla porque se puede despertar. Si no reacciona, allí podemos hablar”, le respondió Juan a la señora, quien deseaba calmar su fogosidad.

De repente, se despertó su compañero y ella lo quería despachar. “Ándate, yo me quedo a dormir aquí”, le expresó la mujer, pero él se la llevó.

Pobre ‘gil’

Otra de las historias que rememora es la de un trío, que supuestamente fue a experimentar. Eran dos hombres y una mujer.

“No es la primera vez que pasa, pero siempre hay uno que se quiere pasar de ‘sabido’ y saca al otro del cuarto, con el cuento de que no puedo estar con ella, si estás aquí”.

Esta es la primera vez que Juan labora en un motel, no encontró más ‘camello’ que este.Christian Vásconez / EXTRA

El ‘pobre’ que salió del cuarto fue quien canceló los servicios y los llevó al lugar. Él llamó a Juan para conversar y matar el tiempo, mientras que los otros estaban en pleno ‘cuerpeo’.

También revela que algunas chicas salen sonrientes de las habitaciones. “Vienen a comprar bebidas, me coquetean y ‘pelan’ los dientes, estando su hombre adentro. Salen con toallitas y se les ve todo. No les molesta que las mire. Uno, aburrido en las amanecidas, se distrae. Ve ese número y hasta el sueño se le quita”.

Asimismo, recuerda que un usuario, quien una noche iba con una chica, después acudía con un familiar de ella.

“Las saqué porque se parecen y, por coincidencia, los hemos visto (a los tres) en otro lado”.

También ha botado del motel a los belicosos y ha impedido que hombres golpeen a mujeres. “Eran las 12 de la noche. Una chica ‘cazó’ a su pareja con otra; le hizo relajo, le tiró la moto en la que andaba. Él quiso pegarle, tuve que cogerle la mano para que no lo haga”, dijo Juan, quien tuvo el placer de poner orden en su ‘camello’.

Tiene historias para ‘regalar’ y cada día suma más a su repertorio de anécdotas en este trabajo que nunca lo buscó, pero que en medio de esta crisis no le hizo mala cara y lo aceptó. Y sí que lo disfruta... 

Costos: La pieza vale $ 8 por tres horas, las de aire acondicionado; $ 6 es la más económica, tiene ventilador.