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El talentoso músico que aprendió viendo videos en Internet
Pablo Vásquez cautiva a los transeúntes con la melodía de su instrumento. Es músico por accidente y todo lo aprendió por YouTube.
Aunque la calle está vacía, Pablo Vásquez lo da todo: su cabello largo y rizado se menea al son del viento, no de la melodía que sale de su saxofón un poco gastado; sus dedos delgados, y para esa hora adoloridos, recorren el instrumento de arriba hacia abajo con determinación, presionando diferentes llaves; y sus pulmones, ni se diga... ¡Se esfuerza al máximo para soplar en la boquilla!
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Él es estudiante de Sociología y tiene 27 años. Se instala en la entrada de la ciudadela Las Garzas, ubicada junto a un centro comercial de la avenida Francisco de Orellana, norte de Guayaquil, y hace de esa angosta acera un escenario ‘bacansísimo’ para sus interpretaciones de jazz con el instrumento de metal.
Pablo Vásquez, todos los días, llega a las 13:30 a ese mismo punto para “hacer arte, alegrarle la vida a la gente y ganar dinero”.
Pero no siempre se lo escucha. El ruido de los motores de los carros, los pitos ensordecedores y el murmullo de los transeúntes, a momentos, no permite que se escuchen sus armonías. Es decir, a veces, simplemente, son él y su saxo contra el mundo.
“Me compré el saxo en el 2019 por puro gusto, porque de música no sabía nada. Sin embargo, la pandemia me benefició porque me permitió dedicarme a aprender cómo entonarlo solo con videos de YouTube”, cuenta.
¿Cómo empezó Pablo en la música?
Previo al año que inició de la pandemia y su adquisición estrella con la que quedó endeudado con más de media ‘luca’, intentó con una armónica por un accidente que lo dejó ‘abollado’.
“Yo también soy skater y meses antes del 2019 me fracturé la mano derecha. Tuve que buscar una opción para darle rehabilitación porque la movilidad (de la mano) me bajó, por lo que compré una armónica, que era lo más barato”, dice, y detalla que en esa compra invirtió apenas 12 ‘balas’.
De a poco se convirtió en un aprendiz de la música, pero ahora hace de esta su forma de generar ingresos económicos. Tanta es su convicción por el arte que, espera, en algún momento, vivir de ella.
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“Quisiera afianzarme, pero por lo pronto trabajo aquí. Toco unas horas y gano dinero, pero también voy con un compañero a los buses y tocamos de todo: baladas y música que todos conozcan. Bacilos (banda de pop latino) es un clásico”, dice entre risas.
No obstante, Pablo afirma no solo hacerlo por el dinero. “A mí, de hecho, no me importa que me graben o escuchen mi música sin que regalen una moneda. Me llena más que se muevan al ritmo, que tarareen o solamente sacarles una sonrisa”, asegura.
Su participación en la música independiente
Ya ha podido presentar con bandas de la escena nacional independiente como Lengua Mocha (agrupación de punk) o Maki Navaja (rockabilly).
Para él, estar sobre un escenario es impresionante. Lo describe con tanta emoción que se le despeluca el cuerpo cuando habla de eso.
“El ‘feeling’ que da la gente es de otro nivel. Saber que por lo que yo estoy tocando llegan a hacer mosh (baile que consiste en saltar, mover la cabeza y lanzarse unos contra otros) me da mucha emoción y me lleva a querer seguir en lo que estoy haciendo”, asegura.
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Pablo va terminando su jornada de trabajo y a la par el sol se apaga sobre Guayaquil. Él, en ese momento, recuerda que podría irse a un evento en La Pradera, al sur, pero interrumpe sus pensamientos con un lamento. “Si no me hubiera lesionado, ni siquiera me encuentran aquí”, y solo ríe.
Recoge sus cosas y se va. Sube a su moto, la cual adquirió a punta de saxofonear.
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