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Solanda se ha convertido en la 'capital' del ecuavóley
Este deporte es el ‘vicio’ de los fanáticos, quienes apuestan grandes cantidades de ‘billuso’. Esta actividad también dinamiza la economía popular.
Unos se acurrucan las manos dentro de chompas térmicas; otros, cubiertos con buzos, se sientan en las sillas plásticas cruzando los brazos. Son las 20:30 y la temperatura ha descendido a los 8 grados.
Más de 400 personas rodean la cancha de ecuavóley en el parque ecológico de Solanda, al sur de Quito, esperando entrar en calor antes de que comience el partido más emocionante de la jornada.
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El cielo está despejado y alrededor de la cancha se mezclan los aromas del café, las humitas, las salchipapas y el humo del cigarrillo del público.
Anthony León y Jasmany Baux cuentan un fajo de billetes cada uno. Ambos son los colocadores de los equipos y se aseguran de tener 500 dólares en sus manos.
Este duelo está pactado para apostar una ‘luca’, la cantidad base para disputar un partido de ecuavóley en las canchas de Solanda. Esa es la gran particularidad de estos encuentros: el ‘billuso’ que está en juego. No solo apuestan los equipos, sino que entre los fanáticos se disputan más de 2.000 dólares, aunque sea una cantidad baja para lo que usualmente se apuesta.
El trío de Jasmany llega desde Carcelén, en el extremo norte de la ciudad, buscando la revancha. Hace dos semanas, otro colocador de su equipo perdió en Solanda y Jasmany quiere ‘vengarse’ deportivamente. Sin embargo, no está muy confiado porque asegura que aún se está recuperando de una lesión en la rodilla. “A duras penas voy a disputar un partido. Estoy probando”, dice.
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Por su parte, Anthony está motivado. El joven de 19 años juega como local y viene de una racha de cuatro partidos ganados. Es la versión Messi del vóley en Solanda. Este deporte es solo un pasatiempo para él, aunque modestamente puede llevarse unos 800 dólares semanales. Le gusta ganar.
Sin embargo, para Anthony, estos espacios también son parte de su entrenamiento para ingresar a la Escuela Superior Militar.
La plata que se hace en estos partidos
Las apuestas no solo mueven a los fanáticos “viciosos” de este deporte, sino que también dinamizan la economía del sector. En este parque se disputan partidos los sábados, domingos, lunes y martes, desde las 13:00.
Al inicio se apuesta una cantidad mínima por partidos mixtos, en los que participan mujeres, niños o adultos mayores. También hay compromisos donde se dan ventajas como ‘chulla’ mano, a dos manos o solo uno que pasa el balón, entre otras modalidades.
Rosario Santamaría es una de las cuatro personas que alquilan las sillas plásticas para que los aficionados puedan ver desde primera fila a sus jugadores favoritos. Ella y sus colegas tomaron esta iniciativa al notar que muchos adultos mayores frecuentan el lugar y les ofrecen comodidad al alquilar los asientos a 25 centavos. Aunque no solo ellos los ocupan. “El que gana, los alquila”, como dice el viejo dicho: “El que se va de Quito, pierde su banquito”.
La hija de Rosario también gana algo de dinero en los partidos. La joven vende batidos de frutas y siempre sale ganando porque los fanáticos terminan con la garganta seca de tanto gritar.
Cerca de ella, Ximena Echeverría instala su puesto. Enciende la cocineta y monta la carpa para ofrecer salchipapas y papipollo. Es imprescindible en las jornadas. La comerciante no deja la espátula a un lado, porque constantemente los fanáticos le compran. Además, este utensilio le sirve a veces como raqueta para evitar que el balón caiga en la paila de freír.
La fama de estos encuentros ha llegado a tal punto que tienen su propio canal de transmisión en vivo, a través del perfil de Ecuavoley Solanda SB en TikTok, YouTube y Facebook. Bryan narra en tiempo real las incidencias de los partidos, que pueden durar hasta dos horas. “Lo más bonito es relatar las emociones de las personas. Con tanto dinero en juego, muchos se ‘juegan la vida’”.
Las apuestas alegran y entristecen a los fanáticos
“¡Bienvenidos al parque ecológico de Solanda!, ¡bienvenidos al infierno!”, grita un señor después de que Anthony colocara el balón en un espacio donde ninguno de los integrantes del equipo de Jasmany pudo alcanzarlo. Con este punto, el equipo local ganó el primer tiempo con facilidad. Los visitantes lo pensaron dos veces antes de continuar con el partido y decidieron retirarse.
Parece que la lesión de Jasmany le complicó. El jugador, oriundo de Ventanas pero radicado en la capital desde hace más de 10 años, se retira agarrado de la mano de su esposa y su hija. Mientras tanto, Anthony se quedó ‘picado’ porque, aparte de querer completar el partido, no se llevó el dinero completo de las apuestas. Solo hubo 800 ‘latas’.
En este caso, como uno de los equipos se retiró a mitad del partido, las apuestas se pagan a medias. Para Marcelo Cañas no fue tan malo; ganó 50 dólares. “Con esto ya tengo para invitar a la familia a comer chaulafán”.
Narcisa Navarro, en cambio, está un poco triste. Llegó desde Guamaní con la esperanza de que el equipo de Carcelén ganara y apostó con dos personas. Perdió 70 ‘latas’. Sin embargo, para ella lo importante es disfrutar del buen vóley. También juega este deporte y ha tenido la oportunidad de destacar fuera de la provincia. “Es muy emocionante, tanto dentro como fuera de la cancha”.
Cuentan con cancha alterna
Cuando el clima no es óptimo por las lluvias, los jugadores y fanaticada se desplazan hasta la cancha que se encuentra dentro de un galpón, por el sector de la Ajaví, a unos cinco minutos de Solanda.
En este lugar se vive la misma pasión que en el parque ecológico, pero puertas adentro. La particularidad aquí es que los visitantes también pueden pasar su tiempo jugando billar y futbolín.
También se pueden pegar platos a la carta. Christian Muñoz llega junto a su esposa desde Sangolquí, al oriente de la ciudad. Piden una guatita para estar ‘filitos’ y gritar por más de una hora durante el partido de vóley. En este sitio no hay espacio para las sillas que alquila doña Rosario y se debe apreciar el vóley de pie.
Muñoz acude todas las semanas, solo o con su esposa, ‘llueva, truene o relampaguee”. Él también juega de colocador y no le gusta apostar porque luego dice que se vuelve un ‘vicio’.
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