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Crónica

Nancy junto a su madre Lucila, quien la visitó en Nueva York.Cortesía

¡Perdió su pierna pero no su fe! Ecuatoriana arrollada en Nueva York cuenta su historia

La activista Nancy Tituaña, que sufrió un accidente de tránsito en 2020, asegura que no tiene "nada que reclamarle a Dios"

Valentía, gratitud y alegría son parte de la esencia de Nancy Tituaña, ecuatoriana que desde hace 11 años reside en Nueva York y que en 2020 fue víctima de un accidente automovilístico que terminó en la amputación de su pierna izquierda, suceso que no detuvo su andar en el camino del servicio.

Su vida, llena de ondulaciones, tiene cicatrices por difíciles situaciones, pero ninguna la ha detenido en su afán por ayudar a los más necesitados, siendo su esfuerzo reconocido fuera de nuestras fronteras.

Hija de padre ambateño y madre quiteña. La economía de su casa, en Cuenca, se sostenía con los trabajos de albañilería y los quehaceres domésticos. Siempre fue inquieta, pero buena alumna. Con la venta de helados que ella preparaba costeó sus estudios hasta graduarse.

En 1994 Jorge, su padre, sufrió un percance vehicular que lo llevó a refugiarse en el alcohol. A los 10 años, Nancy tuvo que llevar la batuta del hogar junto con su madre, Lucila.

Tenía 12 cuando su abuelo enfermó y su madre viajó a Quito para visitarlo. Nancy se quedó sola y esto fue aprovechado por un vecino para abusar de ella. “Todavía no había desarrollado. No recuerdo lo que pasó, pero ya no jugaba ni reía. Mi madre vio mi cambio y a los cuatro meses me llevó al médico. Le dijo que estaba embarazada. Casi se desmaya, se puso a llorar y a gritar. Su reacción me despertó de esa etapa zombi en la cual vivía”, recuerda.

Según el doctor, el cuerpo de Nancy era como el de una niña, por lo que el embarazo podía costarle la vida. “Nos presentó la posibilidad de un aborto, pero yo he sido apegada a las enseñanzas de Dios y de mis padres. No tuve la culpa, pero quién soy para decidir sobre la vida de alguien indefenso”.

Tras nueve meses alumbró a Valeria, hoy de 23 años. Su nacimiento produjo un ‘milagro’ en Jorge, quien dejó la bebida para cuidar a su nieta.

Reinado y sueño gringo

Su deseo por servir la llevó a participar en concursos de belleza, y como reina de la parroquia de Paccha (Cuenca) ayudó a su comunidad. A los 24, Nancy trabajó de enfermera en una clínica. “Recuerdo que algunos pacientes le decían a mis compañeros: ‘Quiero que me atienda la chica que se ríe mucho’”.

Al año siguiente su exesposo la llevó a Estados Unidos. Eran inmaduros y peleaban mucho. “Quise estudiar, pero él no estaba de acuerdo. Empezó a tratarme mal por todo, me levantó la mano varias veces, pero aprendí karate y después ya no pudo. Llegué hasta cinturón azul. Estuve en campeonatos y todo”.

Para continuar con su anhelo de servir con libertad tuvo que buscar independencia económica y su primer trabajo fue la limpieza de casas. Luego fue parte de una empresa internacional de cosméticos, perfumería y joyería, en la cual llegó a ser la número 20 en toda la ‘Yoni’ en tener las mejores ventas, asegura.

Nancy es muy conocida por las obras sociales que realiza en Norteamérica, una de ellas es su brigada que ayuda a personas con COVID-19.Cortesía

Servicio ‘contagioso’

En Nueva York fundó Las Guerreras, un grupo que ayuda a víctimas de violencia doméstica, y hace acompañamiento y seguimiento de los casos. También enseñan a las mujeres a conseguir su independencia financiera.

Y en la época más crítica de la pandemia creó la Brigada Esperanza NY, organización que ayuda a personas contagiadas con coronavirus. La idea surgió porque una compañera de los trabajos comunitarios se infectó de COVID-19.

“Mi forma de hacer política e ideología es el servicio. Por eso armamos un plan de contingencia y de ocho voluntarios pasamos a 25. Les apoyamos con dinero, alimentos, asuntos funerarios y desalojos; los asistimos legalmente y les damos la mano a quienes nos lo piden. En sitios lejanos como Nueva Jersey, otros compañeros también trabajan. Nos distribuimos según el lugar donde nos necesiten. Más de 30.000 familias han sido beneficiadas con nuestra labor”.

Tragedia y milagro

Aquel día, el 24 de junio pasado, Nancy emanaba alegría. Una fábrica de fideos les donó gran cantidad de productos para las obras solidarias de la brigada. Fue tal la cantidad de alimento, que tuvo que pedir apoyo para llevar el donativo en dos autos a la zona de acopio.

Luego de ello, los voluntarios empezaron su labor y se fueron a repartir la comida. Nancy acompañó al Conde Cabrera, otro servidor, a entregar cinco fundas de víveres.

Así quedó el maletero en el cual se encontraba Nancy. Ella estaba por entregar alimentos a personas contagiadas de coronavirus.Cortesía

Les faltaba solo una funda para terminar la jornada. “Como estábamos sin almorzar, me comí un guineo en el carro, me bajé del auto y una voz me dijo: ‘Despacio, espera’. Me di la vuelta y le pregunté al Conde si escuchaba lo mismo que yo y él respondió: ‘Apúrese, que del hambre está desvariando’. Me fui a botar la cáscara, me dirigí al maletero a agarrar la bolsa y le dije al Conde: ‘Está pesada, pusieron de todo para la familia’. En cuestión de segundos fui arrollada por un vehículo conducido por un compatriota”. El accidente ocurrió en las calles 110 y Northern Boulevard, de Nueva York.

El conductor estaba ebrio, no portaba licencia y manejaba a exceso de velocidad. “Estaba detenido, pero pagó una fianza y salió”, relata Nancy.

Pero en plena desgracia alguien apareció de la nada y la sostuvo física y anímicamente. “Sentía que mi vida se iba, mi cuerpo empezaba a desfallecer. Y el Conde me dijo: ‘Cholita, resista’. Yo sostuve su mano y le pedí que cuidara a mis hijos, que les diga que los amo, fue lo último que pude expresar”.

Ya en el hospital su compañero de servicio le dio la bendición. Ella sintió como si su padre estuviera a su lado. Él falleció en 2011.

Tras siete días despertó en otro centro de salud, pues en el primero le recomendaron amputar ambas piernas para salvarle la vida. Pero su ‘segunda madre’ se negó a esa posibilidad. La ecuatoriana Carmen Velásquez, la primera jueza suramericana en llegar a la Corte Suprema de Nueva York, se opuso. Ella es parte de la brigada y está pendiente de la recuperación de Nancy.

“En el primer mes intentaron salvarme la pierna izquierda, pero no se pudo. Tuve ocho operaciones, en la última fue la amputación. Los dolores eran intensos, pero yo daba gracias a Dios por ellos, porque me recordaban que estoy viva”.

El amor, su medicina y terapia

Sus dolores fueron indescriptibles, pero estos no opacaron la visita de su madre, quien llegó a la ‘Yoni’ a través de las gestiones de la jueza Velásquez y la Cancillería.

“Fue la primera vez que pude impulsarme de la cama, todo por abrazarla. Fueron cinco minutos. Me daban de comer en la boca, pero empecé a mejorar, fue milagroso”.

Se ejercita en el gimnasio para fortalecer sus extremidades y seguir valiéndose por sí misma.Cortesía

Antes de abandonar un hospital, en agosto del año pasado, para ir a otra casa de salud, el personal médico le ofreció la prótesis de su pierna izquierda y ella se comprometió a dar charlas de soporte emocional para aquellos que han vivido experiencias similares.

“En hospitales conocí a gente linda. Por ejemplo, una enfermera llegaba dos horas antes de su turno para limpiarme y alimentarme. Un chico de limpieza se convirtió en mi intérprete cuando no podía hablar”.

Todos querían verla, pero como no podían, le escribían cartas. El restaurante El Coyote, de una compatriota, fue el centro de acopio. Velásquez o el Conde se las leían.

Sus ‘guerreras’, brigadistas y amigos se anticiparon en la salida de Nancy del hospital. Ella necesitaba mudarse a un sitio adecuado para su desplazamiento, por eso le rentaron un departamento en planta baja, con las respectivas adecuaciones para la silla de ruedas. Actualmente Nancy está en su nuevo hogar y sigue sirviendo a los más necesitados.

En los hospitales aprendió a dibujar y tejer. Con ese material quiere hacer una exposición. También está escribiendo su libro autobiográfico.Cortesía

Sueños por cumplir

Nancy asegura que desde antes de la tragedia fue escogida por Dios para servir con amor y compromiso.

“Tengo dos sueños y espero en el Señor para poderlos cumplir: uno es volver a Ecuador para abrazar a mis hijos y el otro es ayudar a la gente que no cuenta con una prótesis en mi país. Me encantaría verlos de pie, que vuelvan a caminar. No todos tienen esa fortuna”.

Afirma que no tiene nada que reclamarle a Dios. Al contrario, le agradece por tenerla con vida.

“Los doctores me dijeron que me iba a levantar en un año y medio, a los cinco meses lo hice, el tiempo perfecto es el de Dios”.Nancy Tituaña, activista ecuatoriana