En primera instancia los asistentes se rehúsan a los talleres, pero terminan reconociendo sus errores.ANGELO CHAMBA

Un club de hombres para frenar la violencia en Quito

El Club de hombres por el buen trato es una iniciativa del Centro de Apoyo Integral Tres Manuelas en el que hombres acusados de violencia aprenden sobre una nueva masculinidad y sobre el manejo de sus emociones. 

La sala, en el tercer piso del Centro de Apoyo Integral Tres Manuelas (CAI), centro de Quito, está casi vacía. Apenas cinco de los 20 integrantes del Club de hombres por el buen trato llegaron. El resto se excusó por el inicio del paro nacional.

Ellos llevan pedazos de cartulina en el pecho con sus nombres y un cuadernillo que identifica al club, una iniciativa del CAI en la que, a través de talleres, se trabaja sobre una nueva masculinidad con hombres que han sido acusados de violencia por sus parejas, sus compañeros de trabajo o sus familias.

“Más que verlos como agresores, aquí los vemos como hombres que tienen problemas con sus emociones”, dice Roberto Moncayo, terapeuta responsable del club.

“En muchos casos –agrega–, no ha habido pruebas suficientes para declararlos culpables de violencia y otros ya han sido declarados inocentes”. Sin embargo, las unidades judiciales y las juntas de protección de los derechos de la mujer de Quito los envían acá “por prevención, como un espacio terapéutico”.

Ante la pregunta de por qué están aquí los participantes se reacomodan en sus asientos y bromean entre ellos para ver quién responde primero. Prefieren, por cuestiones legales y personales, usar seudónimos.

Julio, un chofer de 56 años, se anima a hablar: “Estoy aquí porque mi señora me dijo que la maltrataba, cosa que no fue. La abogada me dijo que mejor me acoja al silencio, porque no me iban a creer. Eso hice y me sentenciaron, me dieron 50 horas de trabajo comunitario y me mandaron acá al club”.

Le sigue Raúl, de 48 años, dueño de una lavandería: “Mi esposa decía que trabajaba mucho y tenía desconfianza de mí. Un día discutimos, nos levantamos la voz, y ella me dijo que no me iba dejar en paz. Me puso una demanda porque dijo que le había pegado y me mandó de la casa. Pero no le pegué”.

El resto de sus compañeros dan respuestas parecidas: se declaran inocentes de violencia física, pero reconocen que, en momentos de tensión, han gritado o tirado cosas.

Moncayo dice que, en la primera etapa del taller, muchos hombres tienen rechazo y no quieren venir porque, creen, es injusto. “Pero cuando descargan sus frustraciones y enojos reconocen más sus errores. Algunos, incluso, han sido agredidos por sus parejas”.

El Club funciona desde 2010. Roberto Moncayo está al frente de las terapias.ANGELO CHAMBA

El terapeuta indica que este año han aumentado los pedidos para las capacitaciones a hombres acusados de violencia, un 20 % más que el año pasado. Los datos del ECU 911 también muestran que las llamadas por violencia intrafamiliar aumentaron en un 14 %: en 2021 se recibieron 117.411 alertas frente a 102.799 en 2020.

“La violencia –dice Moncayo- es multicausal. Muchos hombres aprenden los comportamientos violentos de sus padres. Pero la pandemia y la situación económica del país también han exacerbado los ánimos”.

El taller dura cinco meses. Son 20 sesiones en total, de dos horas y media cada una. Moncayo, con voz serena, hace la pregunta que da paso al tema del día: ¿cómo fue su primera relación sexual?

Julio habla primero. “Fue una experiencia muy bonita, con la que hoy es mi esposa. Me gustó mucho lo que hicimos, y al final le pregunté si a ella también le había gustado”. Explotan más risas.

Moncayo aprovecha para repasar los conceptos de sexo y género, sus diferencias, y los roles que la sociedad asigna a hombres y mujeres.

“¿Cómo les hizo sentir hablar de este tema?”, pregunta. “Bien, porque se habla la verdad”. Moncayo se alegra y, antes de despedirse, pregunta a Raúl si cumplió con el compromiso que asumió la semana pasada. “Ahora barro la casa en más de diez minutos”, responde.

Moncayo bromea y dice “Cómo habrá sido ese barrido antes”. La tarea, para la semana que viene, es responder las preguntas del cuadernillo: ¿Qué aprendí sobre mi sexualidad como varón? y ¿A qué me comprometo esta semana? Las primeras respuestas se disuelven en el aire mientras los cinco, relajados, salen del salón como quien sale a recreo.