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En Quito: la vía a Nono es un depósito de muertos
La última víctima fue Édison Pozo, cuyos restos fueron hallados por sus compañeros taxistas. La poca circulación y la falta de iluminación hacen de estos sectores precisos para los delincuentes
Desgraciados! ¡Malditos! ¡Crueles!”, se murmuraba en el sepelio de Édison Pozo, un taxista que fue hallado entre los matorrales de la vía a Nono, noroccidente de Quito. Los informes forenses determinaron que murió de hipotermia y aparentemente se atragantó con la mordaza con la que lo dejaron.
No es el primero, según sus compañeros taxistas, pues ya es un secreto a voces que esa carretera es prácticamente un cementerio. “La hermana de un compañero me llamó a decir que lo busquemos por allá, que ahí le habían botado a él hace un tiempo”, cuenta Isabel Dávila, una pariente de la víctima.
En la zona, según el mayor Christian Cozar, subcomandante del Distrito de Policía La Delicia, se han encontrado este año tres cuerpos. Uno el 13 de mayo, otro el 14 de junio y ahora el de Pozo. “Uno tenía heridas por arma de fuego y otro estaba flotando en el río. Corresponden al circuito La Roldós y Nono”, especifica.
Cozar explica que al ser un territorio rural se presta para el cometimiento de delitos, pues ni siquiera hay señal de celular y no es una carretera iluminada.
A Édison lo hallaron en una hondonada de unos cuatro metros de profundidad la tarde del sábado 9 de septiembre. Lo reportaron como desaparecido el miércoles 6, luego de que hiciera una carrera hacia el sur. A las 23:09 de ese día envió el último mensaje a su esposa: “Ya estoy volviendo de Quitumbe”. Desde entonces ni una interacción más, hasta la dolorosa despedida frente al sepulcro de cemento, el número 83.
OPERACIÓN RESCATE
Una caravana de autos amarillos contrastaba con el verde de los pastos de las montañas y con los lejanos techos de teja. A Édison no lo encontró la policía, fueron los taxistas que se organizaron para buscarlo. Lo contaron todo a EXTRA con la condición de no ser identificados, pues durante la misa vieron a dos sospechosos en motos que tomaban fotos. “Tenemos miedo a represalias”, dice uno de ellos.
El calvario empezó el jueves 7, cuando ya no cabía la posibilidad de que el hombre de 40 años siguiera trabajando y los mensajes ya no le llegaban. Algo malo le había pasado. Karina, la esposa de Édison, pidió el auxilio de sus compañeros, pues a pesar de la denuncia no veía que se iniciaran las investigaciones para localizarlo. “Nunca nos ayudaron (la Policía) y se perdían horas valiosas”, agrega otro de sus compañeros.
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El viernes se organizó el primer grupo. Recorrieron las quebradas de La Roldós, Pisulí y Colinas del Norte, pues la última ubicación de la víctima daba a ese sector. No hubo resultados. Isabel, quien era la madrina de Édison, también pasó la voz de su desaparición. Entonces llegó la llamada y los taxistas llegaron a la vía a Nono la tarde del sábado. En el filo de la quebrada vieron uno de los zapatos de su compañero. “Es como si hubieran dejado a propósito para que lo vieran”, afirma una conductora.
Lo hallaron sin papeles. Solo vestía ropa interior y una camiseta. Lo doloroso para su familia y amigos es que creen que si hubieran llegado antes seguiría con vida. “Estaba sentado, maniatado y amordazado. Parece que estaba esperando”, recuerda otro de los taxistas.
En total 25 personas recorrieron la zona. Cozar dice que en el Distrito ya se había iniciado el operativo, pero que el gremio del volante tenía más capacidad operativa que ellos. “Los señores desplegaron sus unidades. El patrullero acá no solo se dedica a labores de investigación, sino de acciones preventivas en los barrios”, justifica.
El proceso ya había avanzado, según el oficial. “No llegó el fiscal de turno, sino ya el del caso. Ya había personal asignado”, insiste.
VIVEN CON MIEDO
El sitio –que quedó cercado con una cinta amarilla– pertenece a la reserva natural Yanacocha. Está a 1.200 metros de la vía principal. Allí casi no hay tráfico vehicular y las casas están alejadas unas de otras. Corre un viento frío, a pesar de que el día está soleado. En la noche la temperatura baja a menos de 10 grados centígrados. “Es casi el páramo, de aquí salen las vertientes de agua para algunos barrios”, relata Carmen Vaca, habitante de la zona.
Édison soportó esas temperaturas sin poder moverse, quién sabe por cuántas horas. “Sí hubo revuelo por el cadáver del señor, pero acá es cotidiano”, reclama la comunera. Durante años, según Carmen, han encontrado personas asaltadas, golpeadas, amarradas e incluso mujeres víctimas de violaciones. “Por eso le dicen la vía de la muerte. Nos vienen a botar los muertos, pero también corremos peligro”, recalca.
Cozar reconoce que ese territorio es uno de los más complicados del Distrito. En lo que va del año se han recuperado cinco motos y tres vehículos. “En los operativos también se han decomisado cinco armas de fuego y 20 armas blancas. Tanto en operativos fijos como móviles”, explica.
Por su parte, los comuneros varias veces han salido con palos para ahuyentar a los malhechores. Instalaron una alarma comunitaria hace un par de años, pues las propiedades fueron el blanco de asaltos violentos. “Una vez se fueron disparando, pero tratamos de estar unidos”, comenta Estela Guevara, otra moradora.
Ella ha dejado de dormir en su casa, prefiere ir a las mañanas para cuidar el ganado y sus plantas. “Estamos aterrorizados porque acá no hay quién ayude, la policía ni pasa por aquí. No hay patrullajes”. Según ellos, cuando ven las balizas (luces policiales) es porque hay algún cuerpo que rescatar de las zanjas de la zona. “Estamos abandonados, no hay ni iluminación”, reclama Carmen.
Aunque el oficial insiste en que los patrullajes son constantes y que este año suman 1.080 operativos. “También hemos entregado vehículos nuevos tanto al circuito La Roldós como a Nono para cubrir esta vía”, agrega Cozar.
OFICIO PELIGROSO
Si bien ser taxista ha sido considerado peligroso, en los últimos meses este gremio se ha sentido más en riesgo. “Ya no son robos comunes. No sé por qué tienen la necesidad de matar a alguien”, cuestiona uno de los conductores. Incluso hay modelos específicos de vehículos que son los más apetecidos por los malhechores: los Hyundai Accent. Édison tenía uno de esos, del año 2012.
Uno de sus compañeros relata que también fue asaltado hace unas semanas, pero que se resistió. Él estaba dispuesto a morir ahí mismo. “Me negué a que me lleven a morir en algún lugar abandonado”, asegura. Él es uno de los que corrió con suerte. Édison no. Él deja tres hijas en la orfandad y la incertidumbre de cómo y cuánto tiempo sufrió antes de morir.
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