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Freddy Narváez es oriundo de Guayaquil y aprendió la sazón del encebollado de un primo.Karina Defas

Quito: El 'maestro' de los encebollados de la noche

Le contamos la historia de Don Feder que se puso el negocio con la plata que le dieron cuando lo sacaron del ‘camello’. Su sazón es muy cotizada

Encontrar platos de comida a altas horas de la noche en la capital no es un problema, pero ¿un encebollado nocturno? Eso sí es medio complicado.

Sin embargo, en la calle Juan Alemán, la más popular de Solanda, en el sur de Quito, se puede hallar este plato típico. Se trata de los Súper Encebollados de don Feder.

Es un ‘restaurante móvil’ en el que Freddy Narváez vende este manjar desde las 18:00. Para empezar, este guayaquileño, radicado en la capital por más de 15 años, se coloca guantes de látex, un mandil, le da la vuelta a su gorra y empieza a despachar con música cumbia de fondo.

Los comensales hacen fila y piden de a dos o tres tarrinas, como mínimo, para llevar a sus casas. Los que llegan temprano se sirven sentados en unas sillas de plástico.

Estefanía Pilaluisa, sus hermanos y su madre ganaron puesto y llegan desde la Loma de Puengasí en pijama para ‘jamear’ una de estas delicias.

No importa que llueva. Se ponen un poncho o llevan paraguas. No pueden dejar de comer —religiosamente—, un encebollado, al menos, un día a la semana.

Pilaluisa cuenta que una vez que hacían compras por el barrio vieron el vapor que salía de una olla grande y su olor ‘los atrapó’.

"Hay que apoyar a los emprendimientos. Mi familia y yo venimos una vez a la semana a comprar este rico encebollado”.Estefanía Pilaluisa
cliente

Sin camello, llegó su chance

Los ingredientes los traen desde Manta.Karina Defas

Narváez cuenta que era comerciante de calzado y trabajaba para unas fábricas de Ambato hasta que lo despidieron. Le dieron la liquidación y, en lugar de ‘comerse la plata’, decidió emprender.

Compró fierros y se mandó a construir el carrito. Este es una especie de cocina, comedor y mostrador sobre ruedas. Sobre el mismo le adaptó tres sombrillas para que no se moje el caldo si llegara a llover.

El camarón, el pescado y el calamar se lo traen desde Manta. El resto de ingredientes los prepara en su casa, junto a su familia. “No tengo una receta mágica. El mejor ingrediente son las ganas y el amor para salir adelante”.

En una noche, el negociante llega a vender hasta 200 platos. Trabaja de domingo a domingo.

Los clientes suelen ir con frecuencia a pegarse el buen ‘bollado’.Karina Defas

Narváez, o don Feder, como lo conocen de cariño, recuerda que cuando se le ocurrió vender encebollado por las noches tenía incertidumbre porque en la capital las personas no están acostumbradas a comer este plato, como lo hacen en su ciudad natal, donde alguna gente sale casi hasta en pijama a comer antes de irse a ‘ruquear’. “Dicen que se van a intoxicar”, explica.

Lorena Quinteros era una de ellas. Tenía miedo de comer este plato típico a esas horas; sin embargo, le dio curiosidad que tantas personas hagan fila tras el carrito de don Feder y se arriesgó a probar su sazón.

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Desde entonces, lleva a su esposo y a su hijo cada semana para degustar este plato con chifles y canguil. Luego regresan a casa a pegarse la ‘ruca’ bien ‘comiditos’.

"Creía que comer encebollado por la noche puede hacerme mal, pero no ha sido así. Ahora lo hago con mucha frecuencia”.Lorena Quinteros
cliente

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