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En Quito hay la casa de la liberación sexual
Un predio colonial que estaba abandonado fue recuperado por colectivos LGBTI, que hicieron de este espacio su trinchera artística
Byron Paste enciende la linterna del celular para reflejarse en un pequeño espejo pegado en la pared. Se hace dos trenzas en el cabello entrelazando unas cintas rojas. Coloca en su nariz una bola de plástico atada a un hilo elástico. Se pone dos collares decorativos. Busca entre la oscuridad un traje de colores que le luzca con sus tacones: “¡Soy la más payasa del grupo!”, comenta entre risas.
Se prepara para interpretar a Nina, una drag queen indígena. Dice que se cansó de que la mayoría simulara a las drags ‘gringas’ con sus cuerpos exuberantes y estéticos. “Me identifico con las mujeres con espaldas anchas, caderas fuertes y manos trabajadoras”, enfatiza.
Byron afirma que mientras ha ido desarrollando el personaje se ha dado cuenta de que es una persona no binaria. Según él, no encaja en los patrones de un hombre o de una mujer, sino que fluctúa entre ambas sexualidades. “Soy una entidad diferente”.
Asegura que vive un proceso de deconstrucción y de descubrimiento a nuevas formas de relacionarse, así como se ha ido reconstruyendo la casa cultural a la que asiste a diario.
Un conglomerado de colectivos recuperaron un edificio colonial abandonado, ubicado en las calles García Moreno y Rocafuerte, frente al Arco de la Reina, en el Centro Histórico de Quito, y lo denominaron Emancipadx.
Marcos Campoverde, coordinador de la casa cultural, señala que la idea fue ocupar la propiedad para generar procesos de vinculación con la comunidad, en temas de sensibilización de violencia de género y diversidades sexuales, a través del arte y la cultura.
Historia de reconstrucción
Según el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), el predio de tres pisos fue adquirido por el Gobierno de Isidro Ayora en 1926, y al año siguiente fue ocupado por la recién creada Dirección General de Estancos, que fue antecesora del actual Servicio de Rentas Internas (SRI).
Desde entonces, el edificio ha sufrido una serie de reconstrucciones para que funcionara el Ministerio de Economía y el Colegio Bolivariano hasta finales de la década de los 90, cuando se puso en venta. Luego quedó abandonado por más de 10 años... Sin embargo, llegaron ‘los emancipados artísticos’ y le dieron color y alegría a la estructura.
Profesora de clowns
Durante los últimos cinco meses, los artistas independientes, mediante mingas comunitarias y autogestión, le han dado una identidad a este edificio de hormigón, ladrillo y madera corroída que parecía imperceptible para la gente.
De a poco adecuaron espacios en los que se puede practicar danza aérea, teatro, clown, grafiti, dar talleres de radio, de poesía, cursos de artes plásticas, escénicas, conversatorios...
Las paredes han sido grafiteadas o adornadas por artistas que pretenden colaborar en la construcción de una comunidad que reconozca la diversidad sexual y que cuestione las relaciones de violencia.
En el segundo piso, por ejemplo, donde antes funcionaban oficinas administrativas, Andrés Muñoz pintó un mural en el que se ve el rostro de una joven mirando al espacio. “Trato de representar a la mujer en un estado de éxtasis corporal. En un orgasmo cósmico”, manifiesta.
Las molduras de cemento con formas humanas y los balcones fueron adornados con mensajes que reivindican la lucha de los colectivos LGBTI: “Somos lxs profxs de todxs lxs chicas y chikes que ya no podrán violentar”, dice uno de estos.
En la actualidad, según Campoverde, se ha intervenido el 40 % de la propiedad y se ha convertido en un escenario propicio para que transexuales, gais, lesbianas y miembros de otras disidencias sexogenéricas, como Derly Cuenca, se sientan a gusto y construyan su identidad sin ser perseguidos, juzgados o discriminados.
Derly comenta que antes de llegar a esta casa cultural era juzgado por su forma de vestir. Lo insultaban. Sin embargo, al tener un espacio donde no existen tapujos, dice que es posible explorar otras posibilidades dentro de la estética de género. Por ejemplo, desde una perspectiva teatral “se genera consciencia sobre los chistes sexistas de los que somos víctimas con arte y no con violencia”.
Para el joven, de 26 años, estar entre personas que no tienen temor de su identidad sexual significa controlar la seguridad en uno mismo y la inteligencia emocional frente a una sociedad conservadora como la quiteña.
Por esta razón, la profesora de clowns, Hilda Tovar, rescata lo que se hace en Emancipadx porque el arte, según ella, resignifica procesos sociales y es un arma de resistencia ante una sociedad ‘curuchupa’. La mujer enfatiza que mediante la construcción cultural se puede contrarrestar la violencia de género de mejor manera. La artista asegura que al crear obras teatrales se visibiliza la problemática y no se la niega. “Jugamos con eso para llegar a deconstruirnos completamente”.
Otras expresiones
Para María José Loza, instructora de acrobacia aérea, el cuerpo es otra forma de explorar la sexualidad, porque se trabaja con el respeto a las individualidades y formas de pensar. “Los géneros existen, pero no son limitaciones”.
María José indica que la flexibilidad del cuerpo se manifiesta en la forma en la que vemos el mundo. Para ella, hay personas retraídas que no quieren ‘salir del clóset’ y otras que reconocen su sexualidad y la viven en su máximo esplendor, como Byron y Derly, quienes practican teatro, clown y pronto quieren involucrarse en la danza aérea.
Ellos no tienen recelo al mover su cuerpo. Saltan, hacen piruetas y no se fijan si sus movimientos son varoniles o femeninos, “simplemente nos dejamos ser. Vivimos a plenitud”, destaca Derly mientras acomoda el vestido de su compañero, quien en la obra que van a ensayar representa el personaje de Pepinillo.
Y así, los colectivos LGBTI encontraron su ‘papayal’ en un edificio patrimonial que, con ventanales decorados con alfeizares, todavía está por adecuarse en un 60 % y está en proceso de legalización.
No tienen energía eléctrica y no llega el agua a algunos pisos. Sin embargo, con la linterna de sus celulares y agua de botellón viven, experimentan, se deconstruyen y expresan su sexualidad. Además, luchan contra la problemática de ser excluidos y olvidados por la sociedad, como el edificio colonial olvidado donde ahora tienen su sede.
Coordinador de Emancipadx