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De supervisora a manicurista: la historia de Paola Herrera en el mercado San Francisco de Quito
Paola Herrera se encarga de dejar guapas a sus clientas en el mercado San Francisco. Se cansó de trabajar en un banco y aprendió el oficio
Con todos los ‘juguetes’ armó Paola Herrera su puesto de manicure y pedicure en el mercado San Francisco, en el Centro Histórico de Quito. Allí las caseras salen guapas y con las compras de la semana. Esta madre de familia, de 38 años, trabajó por muchos años en entidades bancarias, primero como asistente. “Llegué a ser supervisora”, cuenta.
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Pero hace dos años decidió que lo suyo era la belleza y la independencia económica. “Yo me hacía arreglar las uñas para ir a la oficina y estar presentable, pero siempre me llamó la atención pintarlas”, recuerda.
Fue preguntando sobre técnicas y materiales. Luego entró a algunos cursos y lo que empezó por una curiosidad terminó siendo su sustento y el de sus dos hijos. ¨Para esto hay que prepararse, no se puede hacer así, de buenas a primeras”, dice mientras le retira las uñas acrílicas a su clienta.
El servicio que faltaba en el mercado San Francisco
Paola cuenta que se dio una vuelta por los mercados de Quito y vio que había de todo en todos, menos un salón de arreglo de uñas. Sin embargo, le gustó el de San Francisco porque ha sido modernizado, precisamente porque es uno de los más tradicionales de la capital y queda en el Centro Histórico de Quito. “Creo que es uno de los más bonitos y de los más limpios”, agrega.
Entonces, adecuó el puesto con sillones, lavabos y vitrinas para que sus clientas se sientan cómodas. Una de ellas, Blanca Espinosa. “Yo no trabajo en el mercado, pero vengo de otro barrio porque ella (Paola) hace muy bonitas las uñas”, dice.
Eso sí, aprovecha la visita para llevar las verduras y frutas para su hogar. Es cotidiano ver a las señoras atendiéndose con Paola con la canasta al lado.
Paola Herrera se manda sola
La manicurista atiende desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde y asegura que no extraña para nada su vida de oficinista. “No gano mal y tengo tiempo de estar con mis hijos. De ir a las reuniones”, agrega.
No solo arreglas uñas, también maquilla, peina y coloca pestañas postizas. De todo para las caseras y las visitantes.
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