Escoltada por sus dos ángeles. Así lucía el féretro de Gabriela. A la izquierda estaba el de su última hija, de solo dos meses de nacida. A la derecha, el de su niña de cuatro años. Las tres fueron asesinadas el lunes 9 de septiembre, en una casa del Guasmo, en el sur de Guayaquil.

Sus familiares las velaron desde la noche del martes, un día después del trágico hecho en el que, sorpresivamente, el sospechoso es el hermano de Gabriela y tío de las pequeñas, un adolescente de 16 años.

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El triple asesinato se registró en el bloque 1 de la cooperativa Unión de Bananeros. Las víctimas estaban con el muchacho presuntamente implicado, en el domicilio de la abuela de la madre de familia.

En el sitio se encontró, entre otros objetos, un cuchillo y un martillo. Y los cuerpos precisamente tenían heridas causadas por un objeto punzocortante.

El joven fue aislado y, según información policial, habría confesado su violenta acción. Sus parientes indicaron a los gendarmes que acudieron al domicilio a retirar los cuerpos, que él tendría problemas psicológicos.

Este miércoles 11 de septiembre por la mañana, los allegados continuaban dándole el último adiós a Gabriela y a sus dos pequeñas hijas, en una sala de velación cercana al Cementerio Patrimonial de la urbe porteña.

El padre de las pequeñas, mientras estaba en el velorio, prefirió no dar declaraciones respecto a lo sucedido, al igual que los demás familiares. El ciudadano solo indicó brevemente que las autoridades deberán encargarse de investigar el triple crimen.

La sepultura de la mujer y sus dos niñas estaba prevista para la tarde del miércoles, en el cementerio Ángel María Canals, ubicado en el suburbio de Guayaquil.

Mientras, en la populosa cooperativa en la que se registraron las muertes violentas, los vecinos seguían consternados. Algunos tenían planeado asistir al sepelio, como homenaje a las víctimas.

“Es algo que no tiene explicación. Yo también tengo un hermano, pero por más que tenga un coraje con él, jamás haría una cosa así”, comentó una moradora.

Christian Arias, psicólogo clínico, explicó que los problemas psicológicos que podría tener el adolescente pueden ser varios. Uno de ellos es una posible esquizofrenia, una condición en la cual una persona puede escuchar voces que le dicen que realice acciones como asesinar.

“Una especie de alucinaciones y delirios, que llevan a una persona a cometer un acto de esa naturaleza”, acotó.

Otra condición que podría presentar el menor es un problema de agresividad y de bajo control de impulsos. “Se puede llegar a un proceso que se llama obnubilación de la conciencia, que es cuando una persona puede tener un arranque de ira y de imposibilidad tal que no ve razón alguna y comete un acto como ese”, describió.

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Una vez que ese estado acaba, la persona puede sentir culpabilidad. La obnubilación de la conciencia no necesariamente cumple con las características de un perfil criminal o de un psicópata.

Arias también opinó que realizar actos como el del joven pueden ser el efecto de un consumo de drogas, o la consecuencia de haber estado sometido a un ambiente de violencia y maltrato. “Eso deja secuelas a nivel no solo psicológico, sino neurológico”, dijo.

Para el especialista, también es importante el acompañamiento a las hijas sobrevivientes de Gabriela, pues necesitan ser tratadas ante este hecho.

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