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Plazas de Quito: el antes y después
EXTRA realizó un recorrido por las principales plazoletas de la capital. Allí recordó las características de estos lugares tradicionales.
Siguen siendo los lugares de encuentro de lo quiteños. Pese a que las principales plazas de la capital han tenido cambios, su función y esencia siguen siendo las mismas. El sociólogo Sergio Terán explica que estos lugares permiten que las personas tengan contacto físico con otras. “Cubren esa necesidad de diálogo, de conversación, de sentirse parte de algo”, detalla.
En Quito existe más de una veintena de conocidas plazas. Sin embargo, las del Centro Histórico han llegado a ser las más populares, especialmente por su arquitectura republicana y la capacidad de acoger a las multitudes. Cada semana, Rocío Castillo se reúne con su sobrina Yolanda en la Plaza Grande. Allí dan un breve paseo contándose las novedades de sus vidas y luego desayuna en una de las cafeterías cercanas.
“Siempre se ha reunido con la familia en estos sitios. Es una experiencia bonita, siempre hay programas y actividades. La gente es muy amable”, precisa Rocío. Aunque la Plaza Grande es su punto favorito de encuentro, en ocasiones recorre la de Santo Domingo y la del Teatro. “A veces me encuentro con excompañeras del trabajo y nos quedamos conversando”, narra la mujer, quien se jubiló hace poco más de cuatro años.
Otro de los espacios muy visitados por los capitalinos es la Plaza de San Francisco. Juan Vivero asistía cada semana para dar de comer a las palomas. Sin embargo, desde que se iniciaron los trabajos del Metro de Quito, parte de la plazoleta permanece cerrada por la obra. “Hay mucho polvo y ruido. Estoy esperando que concluyan los trabajos para volver. Mis palomas me deben extrañar”, cuenta el hombre, de 76 años.
Aunque hoy sus paseos los hace solo, cuenta que antes era acompañado por su amigo Humberto, quien hace un año fue a vivir a Chile con uno de sus hijos. “Nacimos en Imbabura, pero desde muchachos vivimos en la capital. Cómo buenos chagras galantes siempre veníamos a la plaza para ver a las muchachas. Hoy yo me siento un quiteño más”, aclara.
Para Patricio Guerra, cronista de la ciudad de Quito, desde los años veinte, estos lugares se convirtieron en puntos de “roce social”. Muchas de las familias iba a las plazoletas a modelar sus trajes traídos de Europa. Llegaban vestidos con sombrero de copa, terno y bastón, mientras que las mujeres lucían largos vestidos.
Según Guerra las plazas siempre han sido puntos de congregación y de comunicación. Antes existían los pregoneros, que era encargados de dar un mensaje importante, ya sea de España o de las autoridades, a la gente.
En 2019, Quito festeja sus 485 años de fundación y EXTRA presenta una galería fotográfica de las principales plazas para celebrarlo.
Plaza Grande
Desde la época colonial era conocida como la Plaza Mayor, ya que en ella se concentraban los centros de poder civil como el Cabildo y la Audiencia y del poder religioso como el Obispado y la Catedral. Además era un espacio destinado para el comercio formal, en las covachas e informal con las gateras (mujeres principalmente indígenas y mestizas que comerciaban los productos de su tierra). Si las llamaba gateras o regatonas porque se les podía pedir rebaje”, describe Guerra.
En ese escenario se realizaban ceremonias importantes como el recibimiento del Obispo o del Presidente de la Audiencia. Para esto se hacía corrida de toros. “También llevaban a la Virgen de Guápulo o a la de El Quinche para las rotativas para terminar con las sequías, las epidemias y los terremotos.
Tiempo después, en la época republicana con García Moreno se ajardinó la plaza y en las primeras dos décadas de los años 1900 se permitió el ingreso de vehículos hasta el lugar. “Existe una fotografía en la que se puede ver una estación de taxis”, añade el cronista.
Hoy el monumento de la independencia se levanta en medio de la plaza. Fue en 1909 que se inició la edificación de ese monumento para conmemorar el centenario de los héroes quiteños. “Trabajaron arquitectos italianos, fue fundido en bronce. El cóndor con un eslabón en el pico simboliza a Ecuador libre del yugo español, representado por un león, herido de muerte por un dardo”, rememora.
Plaza del Teatro
Antes de ser lo que es hoy, en la época colonial el sitio funcionaba como una carnicería. Allí se despostaba ganado. Era un predio amplio con acceso a fuentes de agua por un tema de salubridad, explica Guerra. Después, las carnicerías fueron trasladadas a Turubamba, en el sur de Quito, donde se abrió un camal.
En el siglo XIX, la zona de se volvió residencial y se inauguró el Teatro Sucre, con un estilo griego. Según Guerra no era una zona exclusiva, pero sí recibía a las familias que acudían a los espectáculos que se ponían en escena en el teatro. “Alrededor había casas que pertenecían a familias que pudieron comprar esos solares años antes”, dice.
Plaza de San Francisco
Esta plaza es muy partículas porque su funcionamiento data de antes de la llegada de los españoles. El cronista detalla que el terreno era usado como un tianguez, lugar destinado para el intercambio de productos entre los indígenas. “Se hacía el trueque entre productos de distinto piso ecológico. Por ejemplo se cambiaba algodón por papas, coca por maíz”, describe.
Esa área, conocida después como la tierra de los yanaconas o sirvientes del Inca, con la llegada de los españoles y la misión evangelizadora, fue entregada al franciscano Jodoco Ricke y se construyó un templo. “En el atrio de San Francisco se encontró un cementerio inca”, añade el historiador.
Pero tal como los demás, la plazoleta también era usada para ferias informales, se podría decir que es uno de los espacios de ese tipo más populares. Con los años se coloca en el terreno adoquín, jardines y el monumento de Monseñor González Suárez, que posteriormente fue movido a la Plaza Chica.
San Francisco también es famosa por la leyenda de Cantuña, un hombre que vendió su alma al diablo para que le ayudara a construir la iglesia. Para evitar que el ser de las sombras se apoderara de su espíritu, dicen que Cantuña le quitó una piedra al templo.
“Cantuña sí existió en realidad, era un herrero que hizo las puertas del convento. Incluso hasta están firmadas. La letra es pequeña, pero si se fijan bien se puede leer su nombre”, acota. Con el dinero que ganó por sus obras, el hombre pudo comprarse un altar dentro de la iglesia.
Plaza de La Magdalena
Cuando se funda una ciudad española en Quito, está iba desde la 24 de Mayo (en ese entonces una quebrada) hasta San Blas, por lo que La Magdalena o Machangarilla, como lo llamaban, era un pueblo exclusivamente de indios, ubicado antes del Ejido del Sur, hoy conocida como Turubamba. “Era una zona pantanosa”.
La amplia plazoleta de La Magdalena era usada como un lugar de adoctrinamiento cristiano. Dentro del templo hay una famosa cruz cancha, que data de 1616. Hasta el momento, el sitio es un espacio comunal que conserva tradiciones como la yumbada.
A finales del siglo XIX, la zona era usada en época de vacaciones de las familias adineradas. Allí había varía haciendas, aunque la plaza siempre ha sido un terreno independiente, confirma Guerra.
Plaza de Guápulo
Esta plazoleta está asociada a la conquista española hacia el Amazonas. Se dice que ese fue el camino que siguió Orellana hacia el oriente. Por allí también se llevaban las encomiendas al valle de Tumbaco, en el oriente de Quito.
Fueron los franciscanos quienes se encargaron de construir el templo en honor a la virgen de Guadalupe. Algunos creen que la palabra Guápulo viene de Guadalupe, mientras que otros aseguran que tiene raíz andina.
En la iglesia y sobre el altar mayor reposaba una imagen de la madre de Jesús, del artista Diego de Robles (1585). Sin embargo, un incendio acabó con parte de la iglesia y destruyó la escultura. Años después fue remplazada por otra.
Hoy, la zona es un espacio cultural y artístico. Allí se exhiben obras de Miguel de Santiago como la galería ‘Los milagros de la virgen de Guápulo’, que está dentro del museo.