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Drama
Parientes de la mujer sepultada después de 5 días necesitan ayuda
Los problemas para los familiares de Marina Flores, no acaban. Ellos viven hacinados, en condiciones desaseadas, con mascotas sarnosas
En un pequeño cuarto de 2 metros por 3 duermen los hermanos Patricio (45 años), Alexandra (43) y Lenín Flores (40). El trío vive de ‘arrimadito’ en una vivienda de Augusto González entre la 35 y 36, suburbio de Guayaquil.
Este 1 de marzo por fin reposaron, luego de pasar 5 días junto al cadáver de Marina, hija de Alexandra, quien el pasado viernes (24 de febrero) murió de un infarto y el 28 de febrero la sepultaron, después de hacer ‘vaca’ con los vecinos para comprar un ataúd, es que los Flores no tienen empleos formales: uno vende agua, otro limpia casas; ella tiene diabetes e hipertensión y permanece en casa.
En el dormitorio solo entra una cama de dos plazas y haciendo maromas dos colchones -regalados- se lanzan al piso, allí ‘ruquean’ los varones.
Rufo, el perro, escoge con quién dormir. El can se acuesta en cualquiera de los tres colchones grises por la mugre y estropeados.
“Ayer (martes 1 de marzo) lloró por mi sobrina, yo lo vi”, dice Patricio, quien al hablar acaricia al perro, sin importarle la sarna que padece.
Alexandra cocina arroz con huevo, primero comen sus gatos. Se le pregunta cuántos tiene, dice: “Tres”, pero estaban cuatro. Después se alimenta ella; Rufo come una mayor porción que su dueña.
Encerraditos, así pasan los Flores, dicen algunos vecinos. No se meten con nadie, pareciera que están en su mundo. A ella se le pregunta una cosa y a ratos responde otra que no tiene relación con el tema. Patricio parece tener problemas con las fechas.
Lenín ni siquiera quiso hablar con EXTRA, no se sabe si fue por la vergüenza de no poder hacerlo bien, pareciera tener alguna discapacidad. Con rostro molesto entró al dormitorio común.
Se van con la “tía”
Por la insalubridad en la que viven y su necesidad económica, Olga Salvatierra piensa desalojarlos. “Tengo 81 años y un marcapasos; ellos no pagan los servicios básicos, y con tanto animal que no está sano, me puedo enfermar”, expresa la propietaria de la casa en la cual habitan los ñaños.
Sabina Jiménez, a quien llaman “tía”, les dará posada. “Ella es amiga de mi mamá, nunca nos va a abandonar, no quiere que estemos regados en la calle”, dice Patricio, el más conversón del grupo.
No es la primera vez
“Todos tienen una discapacidad, hasta la difunta la tenía. Por Sabina nos enteramos de que no es la primera vez que muere un familiar y ellos durmiendo días con él. Primero fue su abuela, ahora la chica”, revela Rosa Guillén, vecina que le prestó su bóveda familiar para que Marina sea sepultada.
Karen Palma, moradora que les dio una mano, confirma lo dicho por Rosa y a su vez pide ayuda a las autoridades, pues piensa que lo sucedido se puede repetir por tercera vez.
Ellos solo se han adaptado
En las circunstancias en las cuales viven pareciera que los hermanos Flores se han adaptado a la situación.
“No les importa si se enferman, si tienen poca comida, se acostumbraron a esa vida. Es necesario que se les realice pruebas, como test, para ver cómo están psicológicamente hablando. Necesitan ayuda de las autoridades y la comunidad”, sostiene el experto.
Separarlos de sus mascotas podría afectarle más a sus emociones, indica el especialista, pues ellos han creado un fuerte vínculo con sus gatos y su perro.
Patricio Flores, ciudadano