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Padre del niño asesinado en una heladería de Guayaquil espera más de la justicia: "Siento una paz a medias”
Menciona que su agonía aún no concluye, porque la bala que mató a su hijo no salió del arma del hombre que entró a robar, sino del policía que intentó repeler el asalto.
La sentencia a 23 años de cárcel que recibió Carlos José Spooner Pilaloa, la tarde del martes 22 de noviembre, ha aliviado en algo la pena de Tomás Obando Franco, el padre de Sebastián, el niño de 11 años que fue víctima de una bala perdida el 17 de octubre de 2021.
Sin embargo, el guayaquileño es consciente de que el tiro que mató a su hijo no salió del arma del hombre que entró a robar en la heladería donde compartía con su familia, sino de la del policía que trató de repeler el asalto. Es por ello que su lucha por encontrar justicia aún no concluye.
A las 15:00 del martes, el Tribunal de Garantías Penales del Guayas acogió las pruebas presentadas por la Fiscalía General del Estado y declaró culpable del delito de robo con resultado de muerte, en grado de tentativa, a Spooner Pilaloa, quien fue detenido 40 días después del asesinato del niño.
“Nunca he estado en temas legales y me tocó por un tema tan delicado como el asesinato de mi niño. He estado de diligencia en diligencia y pasó más de un año para poder encontrar algo de justicia. Pero siento una paz a medias, porque el tiro que mató a mi hijo salió del arma del policía, no del hombre que fue sentenciado. Así lo revelaron las pericias hechas por la Policía”, manifestó con tristeza el progenitor.
Contó que su lucha para que uno de los responsables de la muerte de su Sebas, como llamaba de cariño a su primogénito, fue lenta y agónica, porque varias veces se suspendieron las audiencias de juzgamiento.
“Habían fijado una audiencia para el lunes 21 de noviembre, pero esta no se dio. Finalmente, la del martes no se suspendió porque faltaban cinco días para que se cumpla el año de la detención del hombre que entró a robar y de no ser condenado podía quedar en libertad, de acuerdo con nuestras leyes”.
Explicó que un solo disparo acabó con la vida de su niño. El proyectil ingresó por el brazo izquierdo y atravesó el tórax del pequeño, perforándole el corazón y el hígado.
“Lo que no quería es que al ladrón le dieran la pena mínima, eso me tranquiliza. Él entró a robar con una pistola traumática y eso fue usado por la defensa para demostrar que no fue el culpable de la muerte de mi hijo. Pero su mala acción tuvo una consecuencia, que fue la muerte de mi niño. Cuando dieron el veredicto sentí algo de tranquilidad, pero la investigación en contra del policía está estancada, él sigue libre y en funciones”, afirmó.
Cicatrices que no se borran
Para Tomás y su esposa, Viviana Álava, el recuerdo de su hijo está presente en todo lugar y en cada instante de sus vidas.
“Hacemos algo y lo vemos a Sebas. Mi esposa en la casa y yo en mi trabajo, porque él solía acompañarme. Este año mi hijo terminaba la primaria e iba al colegio. Imagínense lo que eso significa para nosotros cuando vemos a niños de su edad. El dolor no se supera. Las cicatrices del cuerpo se pueden borrar, pero no las del corazón. El tema de la condena nos devolvió a la pesadilla de aquella fatídica tarde de domingo”, lamentó.