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Mi primera vez... en Guayaquil
Propios y extraños han vivido un sinnúmero de historias en la urbe. Hoy te contamos unas inolvidables. ¿Con cuál te identificas?
En el Puerto Principal pasa de todo y cada habitante tiene su propia historia. Es como una gran película con diversos géneros fusionados, que van desde la comedia, el drama, la acción, el romance y el suspenso.
EXTRA comparte siete vivencias que surgieron de una simple frase: ‘Mi primera vez’... en el estadio, en un motel, en el barrio de tolerancia (18); asimismo, presenta testimonios sobre la primera borrachera, robo, peloteo y perdida en la ciudad.
Pillos buena gente...
Quito y Primero de Mayo es la ubicación en la cual el vinceño César Loor pagó piso con unos ‘choros’. Tenía 19 años; salía de la ‘U’ e iba para su casa, norte de la urbe. De repente aparecen dos pillos con cuchillos. Uno lo sorprende por detrás y lo amenazó con apuñalarlo si se movía. Le exigieron abrir su mochila; solo tenía libros. “Tengo un dólar para el pasaje y encima te lo vas a llevar, ‘bro’, ¿cómo me voy, a pie? Los ladrones le respondieron: “Naño, ándate rápido porque aquí roban”.
También revela que otro día le robaron dos veces. “En el mismo bus, el mismo ladrón me asalta ida y vuelta a la universidad. En la mañana se me lleva una parte de un dinero que tenía para mi semana y en la tarde, el resto”, finaliza.
‘Chumado’ y cacheteado
Omar Espinoza no olvida la primera ‘plutera’ que se pegó. Se ‘emplutó’ en una cantina y tenía 20 años. “Me levanté por la cachetada de una tía, yo estaba sentado en un patrullero de policía”, indica. No recuerda cómo entró y se quedó dormido dentro del auto de un vecino, quien al no reconocerlo llamó a los gendarmes. “La gente del barrio se acercó y le dijeron al dueño del carro: ‘Es Omar, vive a una cuadra’”. El propietario, con vergüenza, le pidió a la ‘poli’ que lo suelte nomás. Omar afirma que ya no hace esas cosas, porque ahora anda en los caminos de Dios.
El clásico ‘perfumado’
Tito Marín es un barcelonista de corazón y por cumplir una apuesta a sus panas fue al estadio Capwell y pagó las entradas para ver un clásico entre Barcelona y Emelec. Esto fue en 2012 y para que no lo identifiquen se puso una camiseta blanca y le tocó estar entre los hinchas del Bombillo. Como su equipo metió un gol, no pudo aguantarse las ganas y gritó: ¡GOL! a todo pulmón; eso le costó una bañada de encebollado, orina y cerveza.
Moteleando... ando
“Mi primer motelazo en Guayaquil fue solo para conversar”, cuenta Jasmín Carrasco, quien hace 11 años llevó a su pretendiente al motel Los Pinos. A ella nunca le ha gustado hacer espectáculos sexuales en la vía pública, por eso se le ocurrió la idea de ir al sitio. “Fue como si nos hubiésemos tomado un café. Fuimos cuatro veces a dialogar. Hoy él es el padre de mi hijo y tenemos una relación de más de una década. Estuvimos bien portaditos, nunca me pidió la prueba de amor, ni yo me le lancé”, pero después de nueve meses ‘marchó’ con su amado, en otro lugar.
¡Adiós, plutera!
“Había cumplido la mayoría de edad y un padrino me llevó a la 18. Antes este sitio estaba dividido en tres secciones: en una estaban las ‘niñas’ ; en otra, las mayorcitas; en la tercera paraban los gais. A esta última me llevaron. Yo estaba mareado y me puse a bailar con una ‘mujer’. Mi padrino no me decía nada, hasta que vio que yo iba en serio; se me acercó, se me rió y me confesó que ella era él. Hasta la borrachera se me quitó y nos fuimos”, relata Antonio Quimí, a quien casi le meten gato por liebre.
Tremendo tour
Angie Vargas siempre ha contado con auto para movilizarse, pero el año pasado se estrenó en la metro. Su esposo le indicó la ruta a seguir de Samborondón al centro de Guayaquil, pero se perdió y terminó en Durán, en la estación de un bus que no recuerda. Eran las 20:30. Oraba para que no le pasara nada. Del susto ni sacaba el celular. Pero el conductor la dejó en un supermercado de Durán y tomó un taxi. ¡El viaje de 40 minutos le duró dos horas y media!
¡Se hizo un autogol!
Había pasado todas las pruebas para entrar a la Policía, solo le faltaba el test médico; pero un día antes de someterse a él, a Bryan Garcés lo invitaron a pelotear y en ese partido se rompió los ligamentos y se le vino abajo todo lo que había hecho para ingresar a la institución. “Eso me pasó por no hacerle caso a una tía que me dijo que no jugara, porque tenía la prueba. Como era una semifinal, le di con todo”. Así rememora su primer peloteo en fiestas julianas (2018).