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Marieta ‘la buena’: Una cosmetóloga es uno de los ‘ángeles’ que ayudó a salvar la vida del piloto Cristian Almendáriz
La guayaquileña agarró de las piernas al aviador y junto al venezolano lo cargaron hasta un lugar seguro. No ha vuelto a pasar por la calle donde cayó la avioneta, cierra los ojos y revive la pesadilla.
Marieta Malo Figueroa no le hace para nada honor a su apellido. La tarde del martes, la guayaquileña se convirtió en uno de los dos ‘ángeles’ que ayudaron a salvar la vida del piloto Cristian Almendáriz Pozo, luego de que la avioneta en que viajaba se estrellara en un parque ubicado entre la ciudadela Sauces 1 y la cuarta etapa de la Alborada, en el norte porteño.
La cosmetóloga, de 35 años, recuerda que aquella tarde estaba en el spa donde trabaja, a media cuadra del sitio de la tragedia, cuando escuchó el estruendo y la explosión provocada por el impacto de la aeronave en contra de un poste de alumbrado eléctrico. “Pensé que había explotado un transformador, pero cuando me asome al balcón me dice un morador que se estrelló una avioneta. Bajé las escaleras y corrí hacia la esquina, ahí me topé con otro joven, entre los dos cogimos al piloto y lo llevamos hasta un sitio más seguro”, sostuvo.
cosmetóloga
Desesperada suplicaba a las personas que salieron de sus casas para que ayuden, que no solo se queden viendo. “Pero nadie hacía nada, la gente grababa, curioseaba, pero solo eso. El joven fue quien cargó al piloto, él lo tomó por los brazos y yo lo cogí de las piernas. Se nos acercó un señor mayorcito y por su edad era imposible que nos ayudara a cargarlo. Mi hermana desde lejos me decía ‘eso va a explotar, sal de ahí’, actué por impulso y no me arrepiento”, explicó.
El otro ‘ángel’ que ayudó a salvar la vida de Almendáriz es el venezolano Anzoni Jesús Abreu Andrade. Él trabaja cuidando las casas y los vehículos de los moradores del sector.
A Marieta, quien es madre de cuatro menores de edad, recordar aquella trágica tarde aún le congela la sangre y le eriza la piel. A su mente vuelven una y otra vez los gritos de auxilio del piloto sobreviviente y su angustia, suplicando que sacarán a sus amigos, que nos los dejaran morir.
“Íbamos a regresar por ellos, en ese momento se produjo la explosión, la avioneta estaba envuelta en llamas, estas eran intensas, traté de acercarme, pero el otro joven me detuvo, me dijo ‘ya no se puede, ya no podemos’. Vi cómo se quemaban. Son imágenes que no puedo sacar de mi cabeza y me preguntó ¿por qué la gente no dio la mano? Siento que pude haber hecho más, que pudimos haber salvado al otro tripulante”, manifestó.
Confiesa que desde el día del siniestro no ha vuelto a pasar por la calle donde cayó la aeronave, porque solo de recordar cómo el fuego consumía la vida de dos personas la deja sin aliento y le hace revivir la tragedia que la envolvió la tarde del martes.
Militar en Venezuela
Jesús está pendiente de la salud del piloto
Para el militar en servicio pasivo, de 38 años, nacido en Caracas, Anzoni Jesús, su labor de ayuda no ha terminado. Confiesa que su deseo es poder conversar con el piloto que le salvó la vida y brindarle palabras de consuelo. “A través de una moradora, quien tiene contacto con un capitán de la aviación, estoy pendiente de la salud del joven. Sé que tiene problemas en su ojo. Ojalá se recupere y no pierda la vista”, sostuvo.
Abreu, quien llegó a Guayaquil junto a su madre, es padre de 3 hijos y durante 12 años fue parte de las Fuerzas Armadas de Venezuela. Sin embargo, por la situación que atraviesa su país, en el 2015 solicitó la baja. “Llegué al grado de sargento, fui escolta de un almirante, pero tras mi retiro durante dos años trabajé en Venezuela como guardia de seguridad. En el 2018 me vine a Ecuador para ayudar a mi familia”.