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Inés sufrió desde que vio la luz
La niña asesinada en Morona Santiago vivió durante dos años en una fundación de Pastaza, ante el abandono de su madre. Aquí le contamos la historia.
Inés no sufrió únicamente en su muerte -la apalearon y ahogaron en Macas, Morona Santiago-, sino también a lo largo de su corta vida. Los detalles de su asesinato, en una finca de la parroquia Sevilla Don Bosco, todavía causan dolor a los habitantes de esta localidad. La historia de esta niña está llena de abandono y maltratos...
Ella fue víctima de una serie de desgracias después de haber nacido el 2 de septiembre de 2015. Todo se remonta a cuando Inés tenía 9 meses y María, su madre, la dejó encerrada en la casa donde vivían, según reporte del Sistema Automático de Trámite Judicial Ecuatoriano de la Judicatura al que tuvo acceso EXTRA.
Ese informe señala que eran las 21:00, del 1 de junio de 2016, cuando la dueña de la vivienda, ubicada cerca del mercado de los plátanos, en Puyo, provincia de Pastaza, escuchó a la bebé llorando y se comunicó al ECU 911. Los agentes de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) fueron a investigar, pero no pudieron ingresar porque la puerta tenía candado. La propietaria la abrió, los uniformados entraron y se llevaron a Inés a la fundación Casa de Fe, en Shell.
Se inició un proceso judicial de acción de protección y se realizó una audiencia. Las autoridades encomendaron el cuidado de Inés a la fundación. Además obligaron a la madre a que la inscribiera en el Registro Civil (RC) porque la bebé ni siquiera tenía nombre, pero María desapareció, por lo que los trabajadores del hogar se encargaron del trámite. La niña al fin tendría una identidad.
Los cuidados
Inés fue inscrita con los apellidos de su madre, de 24 años. Adentro de la fundación, ella se convirtió en una de las consentidas de las tías, como se conoce a las cuidadoras. “En las mañanas la aseaban y luego recibía su comida en el área de lactancia. Además le pusieron todas las vacunas. Era muy sana”, recuerda Numa Muñoz, representante legal de Casa de Fe.
Pasaron seis meses del ingreso y María apareció antes de que la niña entrara a un proceso de adopción. Pretendía llevársela, pero nuevamente desapareció y se inició una investigación para dar con ella.
La madre fue localizada y el 30 de octubre de 2017 ingresó a un programa de reinserción para recuperar a su hija. Durante seis meses “se le dio estrategias a la madre para que le brindara los cuidados necesarios”, precisa Muñoz.
La mujer culminó la capacitación al año siguiente y el 28 de junio de 2018 -luego de vivir dos años en la fundación-, se realizó una audiencia y se ordenó que la niña fuera devuelta a su madre, quien había formado un hogar con Luis, el padrastro implicado en la muerte de Inés y con quien María había tenido a su primer bebé. “Hicimos una última inspección después de dos meses. El informe dice que ella (Inés) se encontraba muy bien”, explica el representante de Casa de Fe.
Las travesuras
Al poco tiempo de haber sido recuperada, la niña se fue a vivir con su abuela en la comunidad Tuntaim, cantón Sucúa, Morona Santiago. La pequeña pasó sus días en el barrio La Y, de casas empotradas en la selva. Fue inscrita en la escuela que está cerca de una cancha cubierta.
Luego de ir a clases, la pequeña visitaba a sus tíos José y Lucía que tienen la única tienda del sector. “Yo le regalaba chupetes y bolos”, cuenta Lucía, a quien Inés le decía ‘tiya’ (tía). Jugaba con uno de los tres perros de la casa. Corrían por el patio de tierra que da a la carretera y al que iban otros niños para ver a Inés.
“Era tímida, pero cuando los niños se reunían, ella se integraba”, rememora la pariente aún aterrada por la forma en la que fue asesinada, al parecer, por Luis, su padrastro.
Con carcajadas sus tíos recuerdan que en una ocasión ella pintó una pared con carbón. Arrepentida buscó un trapo, lo mojó e intentó borrar los rayones, pero como era pequeña -medía cerca de un metro- no alcanzaba a lo más alto.
Pero hay un recuerdo que lo atesoran más. El 24 diciembre de 2019, le compraron un vestido para que participara en el concurso de Estrellita de Navidad. Inés se espantó al ver a sus vecinos y empezó a llorar. La calmaron con una muñeca que se ganó por obtener el tercer lugar.
La última vez que los tíos la vieron fue en el feriado de carnaval de este año. Había llovido tanto que se formó un charco en el patio grande y la niña con sus amigos se metieron a jugar.
Días después, María se la llevó a la parroquia Sevilla Don Bosco, en Macas, donde viviría otra vez con ella y su padrastro, con quien la mujer tuvo a su segundo hijo. “No pudimos verla en toda la pandemia hasta que nos enteramos de la muerte”, dicen sus tíos. Nunca pudieron despedirse de ella, tampoco sabían que la niña había vivido en una fundación.
Asesinada antes de su ‘cumple’
José y Lucía tampoco pudieron celebrarle su quinto cumpleaños, ya que fue asesinada tres días antes, es decir el 29 de agosto.
Luego del hecho, y de haber recorrido Quito y Macas junto con Luis, María llegó a la casa de su madre en Tuntaim. Habían pasado 19 días del atroz hecho.
Al principio, se creyó que ella escapó para contar -de inmediato- la verdad a sus parientes sobre el femicidio, pero se quedó callada cuatro días. Les dijo a sus familiares que Inés se había ido con su verdadero padre, a quien tampoco lo conocieron. Le pidieron un número telefónico para llamarla porque querían saber cómo estaba, pero María se negó aduciendo que no sabía.
Con el paso de los días, la madre de María la notó extraña y le preguntó lo que pasaba: “Mi hija ya no existe”, respondió.
Les aseguró que la muerte de la niña se produjo por un golpe en la nuca al caer a un río, y que la sepultaron en la finca. Ellos nunca le creyeron.
Fue en ese momento que narró lo que realmente habría pasado, señalando a su pareja como el autor de haberla golpeado hasta matarla y luego de sepultarla en un féretro que él hizo. Según María, mantuvo en silencio el hecho porque no quería que la golpearan. Luis también la amenazó de muerte.
La verdad sobre el asesinato de Inés destrozó a sus familiares, en especial a sus dos tíos más cercanos. Por eso, cuando la pequeña fue sepultada, ellos y el resto de allegados impregnaron sus nombres en la lápida que cubre la tumba en el cementerio de Sevilla Don Bosco. “Pronto nos encontraremos”, le escribieron.
19 asesinatos de menores de edad
Fausto Olivo, jefe nacional de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas (Dinased), dijo que en este año se han registrado 19 crímenes de personas menores de 18 años en el país. “Quince de estos se dieron por violencia intrafamiliar (ver infografía). Tres por violencia comunitaria y uno ocurrió porque el causante tenía un problema psicopatológico”.
Según el oficial, los detenidos para las investigaciones dijeron que las muertes de los menores de edad fueron accidentales. Esto porque los hechos se cometían golpeando a la víctima con algún objeto contundente. “Se ha evidenciado esto en un 90 por ciento de los hechos. El resto de asesinatos se han dado por estrangulamiento o asfixia”.
Se demostró una relación de poder sobre Inés
Anita Madero, fiscal provincial de Morona Santiago, detalló que durante el tiempo que vivió la niña con su padrastro se confirmó un círculo de violencia física y psicológica. “Además se evidenciaron relaciones desiguales de poder”, dijo. Esos elementos fueron los que motivaron al juez a iniciar un proceso por femicidio contra el detenido.
Durante el tiempo que dure la instrucción fiscal, Madero mencionó que se harán pericias al entorno familiar de la niña. Agregó que por el momento no se tiene previsto hacer una formulación de cargos contra María, pero dentro de la indagación se determinará cuál será la situación personal de la madre de Inés.
Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de la niña asesinada así como la de sus parientes.