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Los médicos hacen un chequeo al corazón del robot. Enseñan cómo proceder ante un infarto.GUSTAVO GUAMáN

El hospital de robots para estudiantes de medicina, en Quito

Tienen nombres. Son parecidos a los humanos. Y hasta sufren las mismas dolencias. Los alumnos deben curarlos o... ¡se mueren!

“Ayúdeme, doctor, por favor. Me duele mucho el pecho. No puedo respirar”. Son las súplicas de Masaco, uno de los 500 robots -o fantomas humanos- que reposan en la clínica de simulación médica y robótica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central del Ecuador (UCE). Su uso es toda una revolución para el aprendizaje.

Son muy parecidos a los humanos. Su ‘piel’ es una mezcla de resina y silicona. Parpadean. Hablan (mueven sus labios). Hinchan sus pulmones al respirar. Su corazón late, pero también tienen dolencias y enfermedades como cualquier mortal, explica Ángel Alarcón, quien coordina esta área desde hace cinco años.

Según él, este proyecto científico fue posible ejecutarse gracias a un convenio de cooperación que tuvo la universidad con Japón y Francia.

“Los estudiantes de medicina hacen prácticas con los robots, en lugar de pacientes reales. Así no se corre el riesgo de lastimar a alguien, y se tiene un entrenamiento más cuidadoso, sin temor a cometer una mala práctica médica”, agrega.

Este centro de estudios cuenta con 14 salas de simulación para diferentes especialidades. Dos quirófanos equipados. Dos consultorios para consulta externa. Y una bodega de insumos médicos. Es un verdadero hospital, pero para robots.

En la bodega, sobre una estantería, reposan las cabezas de los fantomas. Allí se eligen a los ‘muñecos’ de acuerdo a sus traumas.Gustavo Guamán

Después de hacer un recorrido por las diferentes áreas, el médico a cargo ingresa al “Quirófano 1” en compañía de Yutaka Masubuchi, delegado del gobierno japonés en Quito, quien maneja y programa estos fantomas según el tipo de enfermedad que se quiera enseñar a los practicantes.

“Aquí encontramos a Mister Hurt. Un robot que presenta las peores lesiones. Tiene trauma en el cráneo, herida en el cuello, orificio de bala en el pecho, quemaduras de todos los grados en el brazo izquierdo, una puñalada, dislocación de hueso y corte total de uno de los dedos del pie derecho”, agrega.

Alumnos del cuarto semestre en adelante son quienes se enfrentan a estos escenarios. En grupos de ocho personas ingresan a las salas, dan tratamiento y auxilio a los “pacientes”. La vida de ellos, a pesar de ser robots, está en sus manos.

“Estos fantomas también pueden morir. Ellos tienen una programación perfecta. Si no se atiende a tiempo con las medidas correctas, e incluso suministrando el medicamento adecuado, pueden fallecer”, dice Masubuchi.

El cabello de los robots es sintético; miden 1,60 centímetros y pesan hasta 40 kilos.

Muy realista

Todos los sonidos, sensaciones, padecimientos clínicos, incluso el mal funcionamiento de los pulmones por la COVID-19, fueron obtenidos de seres humanos que en su momento los padecían. Luego se incorporaron a chips informáticos que poseen estas máquinas.

Según Alarcón, hasta la fecha se han realizado más de 40 mil prácticas en estos espacios, y 10 promociones de médicos ya se han incorporado al mundo laboral.

Muestran los tipos de quemaduras.GUSTAVO GUAMáN

“El 60 por ciento de graduados son mujeres y el 40 restante son hombres. Gracias a estos recursos tecnológicos ya no es necesario hacer prácticas con cadáveres como antes. De a poco seguimos modernizándonos”, añade.

En septiembre llegarán, desde Japón, 70 nuevos robots de última generación y tecnología. Estas máquinas serán mucho más reales y parecidas a las facciones humanas y texturas de la piel...

Una sala de partos es la última parada del recorrido. Según Alarcón, en este sitio muchos estudiantes se han jugado la carrera, porque la situación es tan real que se ven obligados a actuar como si asistieran a una verdadera paciente.

“Hay que controlar a la mujer que dará a luz, porque se queja como cualquier otra en esos momentos. Se corre riesgos de que le pase algo al niño o a la madre, pero los estudiantes siempre salen satisfechos y eso es gratificante”, finaliza.

Los robots deben estar conectados a una fuente de energía para que funcionen.

Antes de la pandemia, los jóvenes cumplían 20 horas de prácticas en el semestre, algunos unas horas más si se trataba de reafirmar algún conocimiento. Para los próximos meses, las autoridades evalúan retornar a las aulas, tras vacunar a todos sus estudiantes.

Por lo pronto, Masako y Míster Hurt esperan inmóviles en sus habitaciones hasta que uno de sus médicos los devuelva a la vida.