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Historias que dejó el terrorismo: universitaria durmió en otra casa y amigos improvisaron farra
En una ciudad de Guayaquil intentando retomar su normalidad luego de los actos terroristas del martes 9 de enero, hubo anécdotas curiosas
Con las manos sobre la cintura, Galo Samper miraba los locales cerrados a su alrededor. Su negocio, de duplicado de llaves, era el único abierto de una pequeña plaza comercial dentro del mercado del Suburbio de Guayaquil.
“Estoy solo, nadie abrió”, decía el comerciante. Sin embargo, mientras fue pasando la mañana se fue animando. Hasta las 10:00 de este miércoles 10 de enero, sacó siete copias de llaves a clientes que llegaron a comprar al área de venta de verduras, carne y productos de primera necesidad en general, en la cual se atendió con normalidad.
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“Ayer (martes), algunos compañeros, al saber que sujetos armados se tomaron las instalaciones de un canal de televisión y que hubo relajo en otras partes, cerraron y se fueron. Hoy, miércoles, no vinieron, pero yo me gané algo al menos”, comentó.
A una cuadra del mercado había cinco buses de diferentes líneas de transporte estacionados. No operaron. Pero la mayoría de cooperativas sí laboró, aunque había menos unidades, dijeron usuarios.
- Durmió en casa ajena
Génesis Rojas, una estudiante universitaria, esperaba ansiosa un colectivo para irse de la terminal terrestre a su casa. La joven recién iba a regresar a su hogar luego de más de 24 horas. Estudia en Milagro y el martes por la tarde no quiso volver a la urbe porteña, para evitar que le pase algo malo.
“Me quedé en la casa de un amigo que vive cerca de la universidad. En Milagro todo estaba tranquilo, pero tenía miedo de que viviendo acá pudiera ocurrirme algo”, explicó.
En la terminal se observó a pocas personas esperando las unidades. Asimismo, menos buses de los que normalmente suelen verse. Y ese, en general, fue el panorama en la ciudad. Con unos servicios y actividades a medias, otros suspendidos y en uno que otro punto, principalmente en sectores más populares, la gente estaba casi como en un día habitual. Fue un día de contrastes.
En la esquina de Ayacucho y Tungurahua, por ejemplo, había una carreta de venta de empanadas con hartos comensales. Pero detrás, un negocio de venta de repuestos de carros estaba cerrado.
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En el tradicional ‘mall del piso’, en cambio, la venta de artículos de segunda mano estaba como si nada. Vendedores y compradores estaban en sus negociaciones habituales.
En el barrio de tolerancia, mejor conocido como ‘La 18’, no hubo atención al público. Los clientes se quedaron con las ganas de ocuparse con las trabajadoras sexuales.
- Se tomaron el día y se reunieron
Cerca, en Gómez Rendón y la 18, cuatro amigos estaban en lo suyo, tomando licor, dejando a un lado el miedo por los recientes incidentes. “Tenemos algo de temor, pero tampoco vamos a encerrarnos. Estamos aquí tranquilos, compartiendo entre nosotros, sin molestar a nadie”, indicó Jimmy Mero, uno de los amigos.
Todos trabajan independientemente. Y como sabían que la jornada iba a estar irregular se reunieron un rato. Aplicaron la de ¿no será de tomar un traguito?
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