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La historia detrás de 'Centavitos', la película que se graba en el barrio Garay de Guayaquil

La trama se basa en la vida de un ‘dealer’ de este sector. El relato busca, en especial, alertar a los padres de los peligros que corren sus hijos.

Cortometraje de adictos titulado centavito barrio Garay
Algunas escenas del cortometraje 'Centavitos' fueron grabadas en las calles Guerrero Martínez y Sucre, en el suroeste de Guayaquil.Álex Lima

“¿Tú crees que yo soy pendejo, Mateo? Yo soy tu padre, ¿entiendes? Te conozco como la palma de mi mano. Déjate de estar llorando por mujeres. Mateo, ¿el amor? El amor no existe. Ya no quiero que vengas acá llorando. ¡No, Mateo, eso no es de hombres!”.

El grito altera a quienes observan la discusión entre padre e hijo, pero nadie interviene. Siguen impávidos, desvían la mirada, se hacen los ‘locos’.

La discusión sigue. Lucho, el padre, eleva la voz: ¿Quieres plata? No llores por un ‘rabo’, toma y anda a la 18”, le dice a su hijo, que entre balbuceos trata de explicar su problema. Mateo, también alterado, le lanza un vaso con agua y se va llorando. Tiene que buscar consuelo en lo único que siente que lo ayuda: las drogas.

Y al final, no pasó nada. Gracias a Dios, en esta ocasión solo se trata de dos actores en plena filmación de la película ‘Centavitos’, que se graba en las calles Guerrero Martínez, entre Colón y Sucre, en el viejo barrio Garay, en el suroeste de Guayaquil.

Centavitos de felicidad

Lucho Castillo, en el papel de padre, y Jesús Aguilar, en la piel de Mateo, el chico víctima de la indiferencia en el hogar, dan vida a dos de los personajes.

Esta es una historia nacida de un hecho real que relata la historia de un ‘pelado’ que en la década del 90 llegó a esa zona y que, en menos de un año, terminó siendo trasladado en una ambulancia hacia un hospital. Y nunca más se supo de él.

Cortometraje de adictos titulado centavito
Mateo, un joven víctima de la indiferencia en su hogar, reúne centavos para comprar droga.Álex Lima

El filme no podía tener mejor persona para encarnar al ‘dealer’ (distribuidor de la ‘merca’) que a Cristhian Carrera Ayala, de 40 años y quien es el escritor de la historia en mención. “No porque sea un gran actor”, reconoce él mismo con humildad, “sino porque yo estuve en ese mundo y supe salir de él”, asevera.

Él es quien interpreta a Plo Plo, el personaje que engancha a Mateo en el vicio de las drogas, al que termina cediendo tanto que lo arrastra a la calle y lo lleva incluso a vender sus zapatos, su reloj, sus pocas cosas y hasta a recolectar de centavo en centavo para poder comprar su paquetito.

Carrera, más conocido como Urbano, recuerda que la historia que sustenta la película sucedió entre 1998-99 y terminó perdido en las drogas. Recuerda que cuando ya estaba bien ‘jalado’, decía en voz alta: “Diosito, nada de cosas malas, solo cosas buenas. Centavitos de felicidad”. De allí el nombre de su obra que la escribió en 2007, y 10 años después, en 2017, la llevó al teatro y ahora la convierte en película.

“Viví ese mundo, casi muero y salí por mi hija”

‘Centavitos’ no es una historia más, dice Urbano, nacido en Santa Rosa, provincia de El Oro, pero criado en Guayaquil. A los 8 años él ya andaba en las calles, recuerda al contar su vida, una de la que se arrepiente, pero que a la vez se la ha dado a conocer tal cual ha sido a sus hijos, como un ejemplo, como una lección.

“Yo tenía un padrastro al que ni sus propios hijos querían. Mire que para el Día del Padre le deseaban feliz día a mi mamá; si a ellos les iba mal con él, imagínese a mí”, explica, al tiempo que, sin echar culpas, cuenta que “mamita me dio mucha libertad” y él lo que hizo fue desviarse del camino. “Yo me sentía más atendido por cuatro borrachos de la calle y por la droga que por mi familia”, recuerda.

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Los actores son: Jesús Aguilar, quien interpreta a Mateo; Lucho Castillo, que da vida al padre; y Cristhian Carrera Ayala, quien encarna al 'dealer'.Cortesía

Y en medio de las guerras de bandas que también había en esa época, los de la pandilla Callejeros 06 (de la calle sexta) a la que pertenecía él, contra los Pumas 10 (de la décima), Carrera fue moldeando su accionar por ese oscuro mundo.

“A los 15 años expendía marihuana y a los 16 me dieron tres tiros de una repetidora. Eran como las tres de la mañana, yo botado en media calle y el policía a mi lado llamando al fiscal para que hagan el levantamiento del cadáver”, según le contó su ‘gallada’ de ese día, un 15 de marzo de 2001, en que él estaba tirado en un charco de sangre, muriendo.

En ese momento llamaron a su madre, que antes le había hecho saber toda la angustia que sentía cuando él salía: “Prefiero verte en la cárcel o en el cementerio, porque al menos sé dónde estás”. Duras palabras de una mujer cansada de sufrir.

Pero cuando ella llegó hasta donde Cristhian estaba, fue otra cosa. Todos lo hacían muerto, hasta que alguien le movió la cabeza y vieron que respiraba. Entonces llamaron a una ambulancia y lo llevaron hasta el hospital Guayaquil, en el suburbio, donde su madre se quejó, porque no lo atendían y les decía que lo iban a dejar morir. Rápido se lo llevaron al Luis Vernaza, donde días después despertó. “Aún tengo como 50 perdigones en la cara, espalda y brazos”, dice de aquel episodio.

Contrario a lo que todos pensaban que eso lo iba a calmar, “ya recuperado, salí más endiablado, salí con deseos de venganza”, confiesa.

Volvió a vender y consumir. “Mandé al hospital como a 10 de la otra banda. Yo ya me había enamorado de la calle”.

Hasta que el embarazo de su pareja tocó su corazón. Saber que iba a ser padre lo frenó. “Yo ya sabía quién era el que me había disparado y se la iba a cobrar. Pero en ese momento me dije a mí mismo: ‘o es mi hija o mi venganza. Y al final ganó la razón”.

Ni influencers ni tiktokers, aquí hay pasión

Con aproximadamente 50 años de experiencia, el actor de teatro Lucho Castillo es quien lleva la batuta a la hora de enfocar los personajes, interpretados en su mayoría por chicos con ganas o, como el propio Cristhian, que pueden meterse en un papel porque lo conocen y solo es cuestión de pulir detalles. Incluso, un pastor evangélico actúa en el filme, sin ser actor profesional.

“La gente con trayectoria en cuanto a lo que son actores nos preparábamos antes en todo sentido, saber de luces, vestuario, maquillaje... ahora están de moda los influencers, los youtubers, los tiktokers”, dice con algo de sarcasmo, para destacar que “¿y el talento dónde queda?”.

Jesús Aguilar, de 26 años y quien interpreta a Mateo, dice que, con algo de temor, le tocó hablar con consumidores: “y les preguntaba cómo era consumir, qué es lo que se siente, cómo viven con sus familias y más detalles”.

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'Centavitos' es una producción hecha con pocos recursos económicos, pero en alta resolución.Cortesía

Lucas Castillo, quien caracteriza al amigo de Mateo en el filme y es asesinado por este por robarle, asegura que el trabajo es arduo, pero que se pone todo el esfuerzo para llevar una buena película y que el mensaje pegue en todos.

Al final, dice Cristhian metido en su personaje de Plo Plo, “la plena que el mensaje es para avispar a los padres que no dejen a sus hijos a la buena de Dios, que no crean que un celular reemplaza el amor de un padre o de una madre. Que entiendan que no puedes dejar que cuatro borrachos en la calle o un sobrecito de droga te quiten a tus hijos. ¡Avíspate, varón!”.  

100% grabada en el barrio Garay

Los clientes que suelen llegar al restobar Reffugio ya se han acostumbrado a ver a los actores. Les llama la atención cómo se graban las escenas en las calles, de manera sencilla, con una cámara Sony Fx30 por la cual Cristhian Carrera está endeudado.

Mientras se toman unas heladas o degustan algún aperitivo, observan y hasta graban para subir a sus redes sociales.

“Hemos tenido algunas complicaciones por el sector, porque se hace en la calle, pero más puede el cariño, el arte a todo lo que nos exponemos”, dice Lucho Castillo sobre la grabación.

Calculan que para la producción se ha invertido unos 6 mil dólares.

Actuación en la calle 'Centavitos'
Jesús Aguilar, metido en el personaje de Mateo, el 'pelado' consumidor.Cortesía

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