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En Guayaquil: Las mascotas 'pagan los platos rotos' por el hedor de lagunas de oxidación
Moradores de Samanes 6, norte de la urbe porteña, cuentan que no solo ellos se enferman por la pestilencia que emana de las piscinas de aguas residuales
Martha Julia, Peluche, Corneto, Michuchi, Amarillo, Chiqui, Bizcochuelo, Parche y Pulga son los gatos de Héctor Haro, con ellos vive en Samanes 6, norte de Guayaquil.
Los tiene bien cuidaditos, pero le preocupa que vomitan cuando se intensifica el hedor de las lagunas de oxidación, ubicadas en la autopista Narcisa de Jesús.
El viento desplaza la pestilencia hasta su casa. Haro afirma que por el olor los mantiene encerrados con aire acondicionado. Considera que el Municipio de Guayaquil debería enviar veterinarios para que revisen a las especies.
Su vecina Lady Villamizar cuenta que su perra, de raza husky siberiano, una vez permaneció sola en la vivienda.
“Nos fuimos a la playa y al regresar encontramos vómito en la sala y patio. Estuvo así dos días y en un día arrojó ocho veces, no fue normal. No sé si sea por la hediondez, aunque mi vecino me dijo que ese día no se podía ni respirar por la peste”, manifiesta.
Gloria Ramos, de 85 años, sostiene que en más de una década que reside en el sector se le han muerto cinco gatos y dos perros. Le intranquiliza pensar que su querida Lucy fallezca.
“Tiene que ser por estos olores, son varias mascotas que he perdido. Todas sufrían de vómitos”, indica la octogenaria.
Juan Carlos Sánchez paseaba a su french. No se atreve a aseverar que las regurgitaciones de su mascota sean por la fetidez del área. “Nunca lo habría relacionado, pensaba que podría ser que se tragó algún insecto, que ingirió sus pelos o que vomitaba porque no le había dado las pastillas para los parásitos”, dice.
Neumonía y todo...
“A ellos también les afecta estos olores, les puede dar infecciones en el tracto respiratorio alto y si llega a los pulmones terminar en bronquitis o neumonía”, indica Cristina Escaldaferri, médica veterinaria zootecnista.
La experta señala que ambas especies no pueden respirar bien. Lo hacen por la boca, la panza se llena de aire y vomitan. También puede presentarse una irritación en la piel, síntoma poco usual.
Los gatos son afectados por ser más ‘patacaliente’ o callejeros y los canes por su olfato desarrollado. “Si las especies pasan mucho en el patio o la calle, reducen su promedio de vida, calculo que a 7 años, pues son propensos a enfermedades respiratorias constantes, pero si se agravan durarían meses”, sentencia.
La veterinaria aconseja hacerles un cultivo de las secreciones nasales, en caso de verse la parte respiratoria. “En el resultado veremos qué tipo de bacteria existe y se podría hacer lo mismo con estas aguas residuales para saber si son las mismas bacterias”.
El especialista en Agroecología y Desarrollo Sostenible, ingeniero Xavier Salgado, confirma que de continuar los hedores y no se les da un buen tratamiento a las aguas de las lagunas, estos gases afectarían a las personas y sus animales.
“Las plantas y árboles deconstruyen el aire contaminado y lo transforman, pero olores fétidos que vienen de otro tipo de gases no va a regenerar tan efectivamente porque estas frecuencias son diarias. Hace falta un control más efectivo con tecnología para que no se den daños”, concluye.
El dato
- Las aguas negras son las que vienen directamente del inodoro, que tienen heces fecales, material sólido suspendido, desecho humano. Estas van por el conducto de las alcantarillas y se mezclan con las aguas de lluvias y se hacen residuales porque contienen desechos domésticos e industriales.