Antonia (nombre protegido) vive desde hace más de 20 años en el sector de La Ladrillera, noroeste de Guayaquil. Tiene un familiar que la visita una vez al mes y esta persona, para ingresar a la zona, literalmente va con el ‘Jesús en la boca’, va orando, pues afirma que para entrar y salir debe de dar una ‘ofrenda’.

El valor a pagar varía desde ‘una lata’ ($ 1) a ‘sota’ ($ 10), aunque el monto sigue subiendo, según el ‘pato’ (víctima), el vehículo en el que se moviliza, sea moto o auto, y si tiene o no negocio.

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La lugareña afirma que, pasando el mercado, hampones les hacen quitar las prendas (camisas, camisetas, chompas o blusas) para confirmar si tienen tatuajes de animales alusivos a alguna banda narcodelictiva (águilas, tigres, leones, lagartos, lobos).

Otro morador afirma que la ‘empelotada’ es tanto para los hombres como para las mujeres, para los residentes y para los visitantes. Hay casos en los que solo los dejan en ‘chones’, sostenes y calzoncillos.

Quienes habitan en el sitio pagarían de uno a cinco dólares diarios, depende del trabajo que tengan. Les cobran por salir a ‘camellar’.

Según la mujer, estos chequeos se vienen realizando desde hace un par de años y no hay horario. “Esta gente es como el diablo, anda en todas partes y en todo momento. Mejor que gente extraña no venga por acá, porque los ‘pelan’ y uno tiene que hacerse de la ‘vista gorda’, pues esta es tierra del más fuerte o el más armado”, sostiene la guayaquileña.

En La Ladrillera no respetan a nadie, indica la moradora, pues una vez le tocó presenciar cómo se le ‘cargaron’ a un hombre que había llegado a comprar carbón.

“Lo cogieron. Él se identificó y les reveló que era policía, pero que estaba franco, por eso andaba de civil. A ellos no les importó ‘un pepino’ que sea una autoridad, le quitaron 10 dólares y le advirtieron que lleve más plata la próxima vez que vaya. Que en esta ocasión lo dejaban salir”, relata la ciudadana.

Juan señala que al desvestirlos, lo que más revisan son los brazos y cuello. “Por eso la gente se está cubriendo esos gráficos”.

El residente confirma que el pago del ‘peaje’ es para todos: los que andan a pie y los que van en vehículo. Pepe cuenta que en el sector hay un puente no terminado, y esa condición es ideal para fines delictivos. Este se encuentra en la calle Manuela Garaycoa, avenida Las Iguanas.

“Las mafias no permiten que lo concluyan, no les conviene. Como no está completo, hay que desviarse y es allí donde te agarran, en una guardarraya. Allí paran a uno por uno, como si fueran vigilantes”, devela un conductor, que calcula que la obra está inconclusa desde unos tres años.

Ante la situación que se vive en esta parte del noroeste de Guayaquil, EXTRA consultó al teniente coronel Roberto Santamaría, jefe policial del distrito Nueva Prosperina, quien asevera que la dinámica ha cambiado desde que el pasado 25 de julio bandas criminales anunciaron un supuesto acuerdo de paz.

“Este tipo de revisión lo hacían en todos lados. Ellos las denominan ‘plaqueos’ (ver) si una persona está ‘plaqueada’, es decir está con un tatuaje. Es una forma de identificarlos. Esto se realiza desde 1990, ya no se estaría dando”, indica el uniformado. 

Respecto al puente sin terminar, el Municipio de Guayaquil por medio de un documento informó que la obra fue heredada de la administración anterior.

Sin embargo, la estructura “se encuentra en proceso de preparación del terreno para los aproches de acceso al viaducto, así como en la preparación de las aceras y bordillos. Actualmente tiene cronograma de actividades previstas concluir en septiembre de 2023”. El avance de la obra es del 90 %, reza el documento.

El coronel Santamaría considera que estos asuntos deberían ser previsiones situacionales ambientales y que los gobiernos autónomos deben impedir que condiciones así faciliten el accionar antisocial. 

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