A Danny Arturo Ramos Murrieta, de 37 años, la muerte lo aguardaba en su propia casa, ubicada en la cooperativa César Sandino 2, en el sector del Guasmo Sur de Guayaquil. Ramos, quien había trabajado como guardia de seguridad en el Puerto de Guayaquil durante más de dos años, fue emboscado por un sujeto que llegó en un vehículo Kia rojo, acompañado de un cómplice.

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El atacante se acercó a Ramos y, sin mediar palabra, le disparó dos veces. Mientras el guardia caía al suelo, el asesino le disparó nuevamente, esta vez en la cabeza, acabando brutalmente con su vida. Su hermana, devastada por el trágico suceso, relató entre lágrimas el horror de lo ocurrido.

“Mi hermano no nos había comentado sobre amenazas directas en su contra, pero sí nos decía que varios guardias habían sido amenazados por miembros de bandas criminales que operan en el puerto de Guayaquil”, señaló. 

Este asesinato ha dejado a la familia en estado de shock y refleja la creciente ola de violencia que azota a los sectores vulnerables de la ciudad, especialmente en áreas estratégicas como el puerto, donde las bandas criminales ejercen control y siembran el miedo entre los trabajadores.

El ataque a Ramos no es un hecho aislado, sino parte de un preocupante patrón de violencia que ha puesto en la mira a varios empleados del puerto, convirtiendo la zona en un campo de batalla para las organizaciones delictivas que buscan controlar el comercio ilegal y la extorsión.

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