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El anticuario y restaurador tiene una colección de aproximadamente 500 envases antiguos.Extra / Freddy Rodríguez

Giovanny Reyes: el rey de las botellas antiguas

La colección de este restaurador y anticuario es extensa. Anhela entregarle a la ciudad gran parte de sus objetos que guardan la historia de Guayaquil

Su casa ubicada en un tradicional barrio de Guayaquil es lo más cercano a un museo. En ella, Giovanny Reyes, restaurador y anticuario de 58 años, guarda celosamente miles de piezas adquiridas en sus diversos viajes dentro y fuera del país, de quienes se han despojado de pertenencias que simplemente ya no quieren o les son un estorbo.

Ejemplo de ello, es la placa metálica que tiene inscrito el día en que fue inaugurado el edificio donde funcionó el Ministerio de Agricultura y Ganadería (1986), y que Giovanny rescató, días después de su demolición (2014), de un camión de basura. Iba a ser chatarrizada junto a otros desechos.

Reyes la pintó con los colores originales, negro y bronce, le sacó brillo y logró restaurar aquel ‘pedazo de metal’ que forma parte de la historia de la ciudad.

Las mesas de antaño y estantes repletos de todo tipo de cristalería y fina cerámica ‘vintage’ están por los rincones de la casa de tres pisos. Así como las enormes lámparas tipo arañas y candelabros que penden del tumbado. Incluso hay un sinnúmero de ellas embodegadas y listas para armar. Todo está inventariado.

Los cuadros también tienen su espacio. Posee varios de Enrique Tábara, a disposición de los amantes del arte pictórico. De una de las paredes cuelga uno en especial, el de la bailarina y coreógrafa española Tórtola Valencia. El guayaquileño Antonio Bellolio la pintó durante la visita que hiciera la artista sevillana a la urbe porteña a mediados del siglo XIX. Su icónica imagen trascendió a través de los jabones Maja de Myrurgia.

Sueño hecho realidad

Para Reyes, coleccionar y restaurar artículos que otros desechan, más que una pasión, es una vocación que lleva arraigada en sus genes. Heredó el talento de su abuelo y su padre, ambos virtuosos en recuperar antigüedades, muñecas rotas e inservibles, así como imágenes religiosas, entre ellas las de la catedral.

A los diez años aprendió las primeras técnicas de restauración en el taller donde creció y que luego fue perfeccionando.

Relata que de niño siempre tuvo un sueño, restaurar el monumento más importante de Guayaquil: la Columna de los Próceres del 9 de Octubre de 1820. Su anhelo finalmente se hizo realidad tres décadas después, cuando su empresa ganó el concurso propuesto por el Cabildo porteño para recuperar la imagen del ansiado monumento.

“Sería bueno que Guayaquil tuviera todo esto en un lugar como un museo temático. Esto es parte de la historia de los guayaquileños, sería interesante que nuestra alcaldesa piense en lo que es mostrar la historia de los refrescos de la ciudad y del país"

Arqueología botellera

Aunque en sus inicios como coleccionista se inclinó por la filatelia, tuvo que abandonarla tras la muerte de su padre. Fue un amigo, conocedor de la historia que guardan los artículos que fueron parte de la ciudad, quien le sugirió que coleccionara botellas de gaseosas, idea que confiesa no le gustó para nada. Sin embargo, una vez que empezó con un envase no paró más. Posee cerca de 500, de las diferentes marcas que refrescaron a los guayaquileños, como Fioravanti, Coca-Cola, Pepsi, Old Colony, Champagne, Crush, Quil cola, Tropical, entre otras, incluso guarda las de la Sierra.

“Tengo colecciones completas de las botellas de cola y de agua mineral Güitig”, indica el restaurador mientras mueve varias de ellas con mucho cuidado.

Entre sus reliquias consta una especial, uno de los envases de vidrio fabricado en Inglaterra, entre 1912 o 1914, que el empresario Francisco J. Narváez usó en la fábrica que abrió en Jipijapa, Manabí, para embotellar su gaseosa. De Riobamba rescató una botella de agua mineral Sultana, que aún mantiene el sticker de papel, frágil y amarillento; también está la de la desaparecida bebida Frutal.

En Loja se hallaron frascos de color verde de una bebida gasificada, que en lugar de la tapilla metálica usaba una bolita de plástico que al presionarla permitía tomar el líquido.

Tiene envases de las diferentes marcas de aceite que usaban las amas de casa para cocinar y frascos de todos los tamaños que pertenecieron a la antigua perfumería Victoria, en los cuales venían las esencias con las que preparaban perfumes. O los envases de la limonada americana de la botica HG, que antiguamente llevaba el nombre del farmacéutico Holger Glacer.

“También guardo los frascos de leche que se usaban antiguamente como de Indulac, Huancavilca, Ilesa o Industria Láctea Ecuatoriana S.A. Me falta la Pluca, que no la he conseguido, pero tengo la de Frisia, la de la planta municipal de Guayaquil, mi colección está a un 95 %”, explica Giovanny, quien es padre de dos hijos, un abogado que está empapado del negocio y otra estudiante de Leyes, que es quien maneja las redes sociales. Es por medio de estas plataformas como TikTok e Instagram que ha logrado que la gente se interese en la historia que guardan sus objetos.

Estos envases de leche entraron a los hogares guayacos hace más de 50 años.EXTRA / Freddy Rodríguez

Su Anhelo

El anhelo del anticuario es que Guayaquil se quede con esas pertenencias que son parte de su historia y que él estaría dispuesto a entregar.

“Sería bueno que Guayaquil tuviera todo esto en un lugar como un museo temático. Esto es parte de la historia de los guayaquileños, sería interesante que nuestra alcaldesa piense en lo que es mostrar la historia de los refrescos de la ciudad y del país. Atraería al turismo de una manera inconmensurable y podría estar en la zona rosa o cacaotera. Yo entrego las botellas como nuevas, eso déjenmelo a mí”, sostiene Reyes.