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La calle García Moreno atraviesa el casco colonial de norte a sur.Gustavo Guamán

Fundación de Quito: Las riquezas de la calle García Moreno

Sus nuevos personajes y los hechos que ocurrieron siglos atrás convierten a esta arteria del casco colonial en una de las más importantes. EXTRA la recorrió por los 487 años de fundación de la ciudad.

Con un saxofón dorado y desde un banco de madera, José Gregorio Carmona endulza el paso de quienes caminan por la calle García Moreno, Centro Histórico de la capital.

Toca ‘Lindo Quito de mi vida’. Algunos aplauden. Algunos cantan. Algunos aplauden y cantan sobre aquella calzada en la que “cayó asesinado” un presidente de la República, vivió Manuela Cañizares, funcionó el Hospital Real de la Misericordia...

Y por los 487 años de fundación de la Carita de Dios, EXTRA recorrió esta calle, una de las más antiguas de la ciudad, para revivir su historia y palpar cómo nuevos personajes se han convertido en su actual ‘patrimonio’.

Con 1,5 kilómetros de longitud y flanqueada por casas, iglesias y conventos, esta vía –de asfalto y piedra– es conocida como la Calle de las Siete Cruces. Colinda por el norte con la Matovelle, en el barrio San Juan, y por el sur, con la Ambato. Muere a los pies de una escalinata que conduce al Panecillo. Entre sus extremos, las paredes ‘susurran’ lo que hacía siglos sucedía en esa angosta vía y que la ha vuelto tan popular e importante.

Donde se ubica el convento del Carmen Alto estuvo la casa de Marianita de Jesús. 

Son las 10:00. Un hombre barre frente a la Librería Nacional, bajo un balcón adornado con plantas y muñecos de hojalata. Los carros circulan a poca velocidad. Agentes del Grupo de Acción Táctica inspeccionan la zona. Y José Gregorio Carmona, sentado en la esquina de una plazoleta, se alista para hacer sonar su saxofón. La gente se apuesta en los alrededores. Está ansiosa de escucharlo una vez más...

José Gregorio Carmona toca el saxofón en la esquina de las calles García Moreno y Mejía.Gustavo Guamán

Con 62 años y nacido en Venezuela, cuenta que él es parte del Corredor Cultural –grupo de artistas que se ubican a lo largo de la calle– y cuyo principal objetivo es entretener. “Es hacer más llevadera la cotidianidad del transeúnte tras la pandemia, el alto costo de la vida, el desempleo... así olvidan –por lo menos– tantas penurias”.

Y fue la pandemia la que permitió entender –asegura– que “sin la música no se puede vivir. Es tan libre que no tiene pasaporte ni visa, tampoco antecedentes penales ni xenofobia”. Antes, “nos perseguían”. Hoy el Municipio les permite quedarse allí. Eso sí, con una credencial. José cuelga la suya sobre un parlante antes de que suene la tradicional canción ‘Mi Quito es un edén de maravillas’.

Los terrenos, mientras más cerca estaban de la plaza mayor, eran más importantes.

Situado en una punta de la García Moreno donde se vuelve peatonal, el músico dice que da la bienvenida –si no la despedida– a quienes pasan por allí. Cuando son turistas, de Estados Unidos por ejemplo, toca un jazz para que se sientan como en casa, pero también un albazo, para que recuerden el país que están visitando: Ecuador.

“La calle para mí es mágica”, detalla el artista, quien llegó a este país para dar clases de música en un conservatorio y luego en un colegio. Poco después, se quedó sin empleo –dice él– por xenofobia. Pero nada lo frena. Se ha aprendido las canciones de la capital para tocar y resucitar al Quito eterno.

Historia

El comercio también prolifera en esta vía; de fondo, el Arco de la Reina.Gustavo Guamán

Hacia el sur, afuera de Carondelet, una mujer vende cucharas de palo. Suena un violín. Huele a sahumerio. El cielo se oscurece. Y decenas de policías aguardan en la Plaza Grande, a la que Patricio Guerra, cronista de la ciudad, la llama Plaza Mayor.

El historiador recuerda que cuando se trazó la villa de Quito en cuadrícula, se partió de esta –también conocida como la Plaza de la Independencia (por su estatua en el centro)–, y la García Moreno fue una referencia. En esta zona, se ubicaron solares para los principales conquistadores, resume.

Hacía 1612, la casa de la Audiencia, que era el Tribunal de Justicia más importante porque su autoridad era la más alta de la ciudad, se ubicaba donde actualmente es el palacio presidencial. “Así se situaban, a lo largo de la calle, instituciones importantes ligadas con el Gobierno, la administración de justicia, la Iglesia, la cultura, la educación”, detalla Guerra.

Durante el recorrido se puede encontrar vendedores de dulces tradicionales y poncheros.

Sobre por qué se llama la Calle de las Siete Cruces, dijo que, de norte a sur, están las iglesias y conventos de Santa Bárbara, La Concepción, la Catedral, El Sagrario, La Compañía, El Carmen Alto y, al fondo, la Recolección de los Jesuitas, donde era un hospital psiquiátrico.

Al pie de Carondelet, en una placa, reza la frase: “Dios no muere. Aquí cayó asesinado (a machetazos por Faustino Lemus Rayo) el presidente de la República, Dr. Gabriel García Moreno, el 6 de agosto de 1875”.

Y más adelante, en otra, está escrito: “A usted, doña Manuela Cañizares Álvarez que, en esta casa, durante la noche del 9 de agosto de 1809, acogió a un grupo de Próceres, animándoles con enérgicas frases para que al día siguiente, ejecutaran, sin temor, el acto revolucionario por el cual se instaló en Quito una junta soberana...”.

Una joya histórica. Algo que nada lo borra. Pero el cronista Guerra aterriza aquellos momentos gloriosos: “La calle no solo hay que ligarla al poder, a gente importante... en los sectores de San Juan, Santa Bárbara, también vivía el pueblo”. Y esa realidad no dista de la actualidad...

Desde la García Moreno, por la parte posterior, se puede ver la Basílica del Voto Nacional.

Dolor

Afuera de la Catedral, una mujer de la tercera edad espera la caridad.Gustavo Guamán

De fondo suena ‘Dolencias’: “La piedra se desmorona y el calicanto falsea / no hay amor que dure mucho por más constante que sea”. Es un trío que, con guitarras, se gana unos centavitos de quienes los escuchan atentos. ¡Quito nostálgico! Rostros oscuros. Quemados. Cabezas canosas. Calvas. Y a un costado, una mujer que da el seno a un bebé también canta, pero una de la Quinta Estación, para ganarse la vida.

Hacia el Panecillo, un joven vende gafas en 1, 2, y 3 dólares, un tsáchila descalzo ofrece pócimas para curar males. Un comerciante grita que tiene el remedio para los calambres. Viejitas esperan con las manos extendidas la caridad. Y un hombre, sentado en una silla de ruedas afuera de una botica tradicional, suplica: “Regale una monedita para una sonda”. Esa la cara más triste de esta calle. Es la cara que desconsuela y duele. Es la cara que nadie ha podido limpiar...

"Es una calle con un montón de historia, no solo para Quito, sino para el país”.Patricio Guerra,
cronista de la ciudad

Tras cruzar el Arco de la Reina, aparece el Museo de la Ciudad, donde era el Hospital San Juan de Dios, pero antes el Hospital de la Real de la Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, inaugurado en 1565 y que abrió sus puertas a “blancos, indios, negros y mestizos”.

La gente camina apresurada hacia la avenida 24 de Mayo. El cielo se vuelve más oscuro. Se ve el fin de la calle. Se ven las escalinatas. Se ve el antiguo hospital psiquiátrico. Empiezan a caer gotas grandes, pesadas. Llueve. Truena. La García Moreno queda desolada. Y hasta José Carmona, con su saxofón, se ha marchado. ¡Qué viva Quito!

El Palacio de Gobierno está engalanado con los colores de la bandera de Quito.Gustavo Guamán