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Uno de los pocos vestidos de gala que todavía guarda.Christian Vinueza / EXTRA

Los 7 males de la Gata de la Rocola

Además de vivir en una difícil situación económica, Jenny Peñafiel padece parkinson, diabetes, insuficiencia renal terminal, presión arterial alta, artritis y artrosis. Necesita ayuda.

AJenny Peñafiel siempre se le conoció como la Gata de la Rocola. Ese fue el pseudónimo que le puso el locutor Miguel Cumbe en la década de los ochenta. “Me gustó y lo acepté”, admite a EXTRA la artista, hoy ya de 72 años.

En aquellos tiempos, el éxito sonreía a la cantante. Hoy, sin embargo, se encuentra en una difícil situación económica, casi tan delicada como su estado de salud.

Seis enfermedades la aquejan: diabetes, una insuficiencia renal terminal, alta presión arterial, parkinson, artritis y artrosis. Por eso espera que los lectores de Diario EXTRA la ayuden a salir adelante.

Jenny no está asegurada ni recibe “ningún bono”. Eso sí, el Estado cubre los costos de las sesiones de diálisis, a las que se somete tres días por semana. Y gracias a su silla de ruedas, al menos puede salir a la calle y respirar aire fresco de vez en cuando.

“Los artistas debemos pensar en el futuro porque no sabemos qué nos deparará el destino”, recomienda apenada.

En contra de lo que muchos piensan, la adulta mayor revela que los artistas nacionales no ganan mucha plata. Además, tienen “gastos altos de trajes, bisutería y viajes” para las presentaciones. “Como a uno lo ven lo tratan”, manifiesta.

A veces le falla el ánimo, pero es de carácter templado y evita llorar. No permite que la tristeza invada su corazón. Ni siquiera cuando sus manos tiemblan al agarrar un vaso. El parkinson ya hace mella en Jenny.

La cantante, madre de dos hijos que están casados, reside actualmente en la cooperativa Siete Lagos del Guasmo sur, en el Puerto Principal. Su hogar luce descolorido, igual que los pocos viejos vestidos de gala que aún conserva. Hace unos días, al encender una hornilla, las llamas se alzaron y casi se quema...

Su expareja

Durante el día, la acompaña su expareja, Felipe Palma, que tiene su misma edad y subsiste como sastre. A pesar de sus diferencias, ambos decidieron conservar su amistad. Y hoy, el hombre, que también está enfermo debido a un derrame cerebral sufrido años atrás, permanece a su lado, se encarga de las tareas del hogar y abona los traslados en taxi a las sesiones de diálisis. Le ha prometido que la cuidará hasta el último momento. Eso sí, por las noches se retira a su domicilio.

Felipe cose camisas y pantalones con una máquina de 1950. Cree que una nueva le ayudaría mucho en su humilde negocio. Porque con lo poco que gana debe alimentar también a la cantante.

“En las noches me quedo sola en casa. Y como ya pasé una mala experiencia con los temblores, prefiero dormir en la sala”, remata Jenny.

La artista necesita medicamentos, alimentos, dinero, un colchón ortopédico, leche Ensure, insulina, una máquina de coser y pintura para acabar con los hongos de las paredes. Quien desee colaborar con ella puede llamar a los teléfonos 098-6576643 y 042-496367.

De Guayaquil al mundo

De muy joven se ganaba la vida cantando en fiestas y barrios. Su carrera empezó tarde, cuando ya tenía 40 años. Y en 1980, el entonces alcalde porteño, Antonio Hanna, le premió con 10.000 sucres. “Aparte me dio un trofeo por haber representado y ganado un concurso en la Florida Norte de Guayaquil”, rememora.

Poco a poco se involucró en la radio y llegó a participar en un programa de radio Cristal, donde actuaban artistas en vivo y había público.

Posteriormente grabó varias canciones con la ayuda del productor Hugo Bedoya, como ‘Quiero verte, madre’ y ‘Perdóneme, madre’; cantó a dúo con Aladino algunos temas como ‘Penas’ y ‘Asciéndeme a marido’; y viajó con este a Estados Unidos, Canadá y Colombia: “Me hice popular. Doy gracias a Dios y a mi público porque no me ha olvidado”.