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Ejemplar lección: Jubilados se unen y se meten a estudiar de nuevo a las aulas de clases
Los adultos, muchos incluso mayores que su profesor, aprenden sobre electricidad en la Espol. Algunos ya hasta corrigen conexiones de sus casas
Aplicaditos, como buenos alumnos que deben presentar sus cuadernos al día y hasta responder con un 'presente' cuando el profesor les toma lista, un grupo de jubilados de Guayaquil da ejemplo de superación al regresar a las aulas de clases, solo para enseñar a los demás que 'nunca es tarde para aprender'.
Y no lo hacen en cualquier lado, sino que llegan hasta las aulas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), donde la 'cosa es seria' en materia de enseñanza. En total son 18 personas, entre los 61 y 75 años de edad, todos excompañeros de la Asociación de Jubilados de Telecomunicaciones, Asojustel.
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La clase empieza y el salón de clases atiende. ¿Saben por qué los pajaritos no se electrocutan cuando se posan en los cables de alta tensión? Con una explicación sencilla sobre esto, que es común ver cuando se alza la mirada en las calles de Guayaquil, el profesor Héctor Plaza capta de inmediato la atención de sus alumnos.
Los ‘muchachos’, de entre los 63 y 75 años de edad, forman parte de un plan de capacitación en materia de electricidad básica para el hogar, que les transmite un ‘corrientazo de energía’ a personas que a su edad aún se sienten útiles para la sociedad y sus familias.
El aula está completa. Unos de pie, como si quisieran armar relajo; otros sentados, mirando al frente, y un par más revisando sus maquetas, pero todos atentos. Se trata de un grupo de jubilados que decidió regresar a las aulas de clase “porque nunca es tarde y porque cada vez que aprendemos algo vamos saliendo de la ignorancia”, dice Houston Orlando Tomalá, un arquitecto de 70 años ya jubilado.
Frente a ellos y junto a la pizarra, Plaza, catedrático de la Facultad de Ingeniería en Electricidad y Computación (FIEC) de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), explica con sencillez esta escena diaria sobre los cableados de Guayaquil.
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“Aquí está el pajarito, él puede ponerse en el cable y no pasa nada”, dice señalando en la pizarra llena de dibujos y detalles sobre el sistema trifásico y el sistema monofásico. “¿Qué pasa si este otro pajarito se pone aquí? Nada. Pero y si le dice ¿me puedas dar un piquito? Si lo hace, ahí está cerrando el circuito y ahí se electrocutan ambos”. La explicación les quedó clarísima.
Pero esto no es solo charla, también tienen que hacer prácticas. Y este día, sobre los pupitres, entre destornilladores, multímetros, comprobadores de voltaje y demás herramientas, los alumnos se ponen ‘creativos’ con sus tableros en los cuales muestran cómo se realizan algunas conexiones.
Aunque la mayoría ya ha comenzado a hacer las verdaderas prácticas en sus casas. Ese el caso de Luis Anchundia, de 75 años, quien cuenta que, gracias a lo aprendido, se dio cuenta del riesgo que corrían en su casa con la ducha eléctrica, pues no había conexión a tierra. “Podíamos habernos electrocutado en cualquier momento. Ya corregí eso”, dice con orgullo.
Jefferson Paucar, de 63 años y licenciado en administración educativa, cuenta que “esta enseñanza nos ha servido incluso para salvaguardar la vida de nuestras familias”, mientras que Antonio Cruz, ingeniero de 67 años, agrega que, a más de aprender, esto les ha servido “para salir de las cuatro paredes de la casa. A esta edad aún se puede aprender más de la vida”, señala, mientras toma un medidor de voltaje y sigue ‘camellando’ sobre un tablero con conexiones.
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