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¡Chanchos por peces!
Los comuneros de Puerto Salinas, en isla Escalante, contemplan preocupados cómo disminuyen las capturas de pescados, cangrejos y conchas. Muchos han optado por criar cerdos para sobrevivir.
Varios pescadores artesanales de Puerto Salinas, en isla Escalante, comparten penurias a la sombra. Sus rostros denotan cansancio y preocupación. Las capturas de bagres, corvinas, camarón pomada, cangrejos y conchas “disminuyen” en el golfo de Guayaquil al mismo ritmo que su optimismo.
Aunque no poseen un estudio exacto que refleje hasta qué punto ha descendido el negocio, sus años de experiencia y la caída de los ingresos familiares, traducida a su vez en una carencia de alimentos, ropa y medicinas, les bastan para confirmar que se encuentran en una situación más que delicada. Definen la bajada como paulatina y especialmente notoria desde el sismo.
Vidal Quimí, de 65 años, nació en la isla. Desde que recuerda, los lugareños se hacían al río Guayas para ganarse la vida. Y eso les bastaba para mantener a los suyos e incluso dar trabajo a otros. Pero eso pertenece al pasado. A su juicio, la extracción excesiva y las prácticas de ciertas embarcaciones industriales han lesionado los fondos marinos.
“Uno ya está enseñado, por eso seguimos aquí. A pesar de todo, si ya no hay qué comer, salimos y traemos aunque sea algo de marisco fresco”, atestigua. “También influyen la contaminación, que –presuntamente– generan algunas camaroneras al descargar sus aguas residuales con químicos al río, y la tala de manglar que hacen”, apostilla Julián Marcial, asesor de Aparabafie, la asociación local del gremio.
La necesidad ha despertado el ingenio de las mujeres, que han optado por potenciar la cría de chanchos para garantizar el alimento a sus familias. Una de las más veteranas es Felipa Quimí, de 63 años, quien aprendió a cebarlos de su madre. Esta recurría a los cerdos cuando arreciaba la escasez. Y ella ha seguido su ejemplo.
“Cuando los matamos aquí, vendemos su carne por libra o en fritada. Si no, los llevamos vivos a Posorja. A veces vienen comerciantes de Guayaquil, pero nos pagan muy poco”, explica resignada.
Agapito Solórzano, presidente de Aparabafie, corrobora que la carne porcina es muy apreciada en la zona. Pero en la actualidad, dada la escasez de pescado y la necesidad de efectivo, sus agremiados y familias destinan una gran parte a la venta en el exterior. Deben generar ingresos.
Varios comuneros también se han lanzado al engorde. Algunos han levantado sus corrales en los patios delanteros o traseros de sus hogares. Otros se han acogido al ordenamiento y los han instalado a unos treinta metros para que la salud de sus seres queridos no se vea en riesgo, como les enseñaron los técnicos del Ministerio del Ambiente cuando autoridades y nativos firmaron un acuerdo para el uso sustentable y la custodia del manglar. Así lo explica Marcial.
EXTRA solicitó entrevistas y datos al Ministerio del Ambiente, al Municipio de Guayaquil y al Ministerio de Acuacultura y Pesca. Las peticiones aún no han sido atendidas. Lee la historia completa en la edición impresa de este 1 de noviembre.