La agonía de una familia manabita parece no tener fin. Han transcurrido 54 días desde que el cuerpo de un ser querido suyo fue hallado desmembrado en la avenida Casuarina, en el noroeste de Guayaquil, y todavía no han podido darle sepultura. El dolor persiste, y su mayor anhelo es cerrar al fin este capítulo de sufrimiento.

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La noche del 11 de julio, los brazos, piernas y cabeza de un hombre fueron encontrados dentro de un saco. Horas más tarde, en la madrugada del 12, el torso, partido en dos, apareció en otro costal, a solo dos cuadras de distancia.

Aunque los familiares de la víctima reconocieron desde un principio que se trataba de su ser querido, han tenido que someterse a pruebas genéticas y antropológicas para que finalmente les devuelvan las siete partes en las que fue seccionado el cuerpo de Jhon Villamar.

“Hemos ido al menos una veintena de veces al Laboratorio de Criminalística de Guayaquil desde que hallaron los restos de mi hijo. Nos hemos acercado a la Fiscalía no para poner una denuncia, sino para pedir un documento que ordene la entrega de su cuerpo. Me hicieron pruebas genéticas para corroborar que era él y aun así no hemos podido sepultarlo. No podemos enterrar ni el dolor ni el cuerpo”, lamentó la madre de la víctima.

Jhon tenía 26 años y vivía a pocas cuadras de donde se encontraron sus restos. Sus familiares lo vieron con vida por última vez la tarde del 11 de julio, cuando salió de casa tras recibir una llamada en su celular.

Sus seres queridos admitieron que Jhon consumía drogas desde hacía varios años y que, debido a ello, estuvo internado en una clínica de rehabilitación. Sin embargo, al salir, continuó con su adicción.

“La angustia nos consume. No sabemos quién mató a mi hermano, ni por qué lo hicieron. Lo reconocí de inmediato cuando vi su torso siendo inspeccionado en plena calle por la policía. Un tatuaje me ayudó a identificarlo”, relató la hermana de Jhon, con voz quebrada.

Ayer nuevamente acudió a la morgue junto a su madre, con la esperanza de que les entreguen todas las partes del cuerpo de Jhon. Mientras aguardaba afuera, con tristeza rememoraba aquel fatídico día cuando su mamá la llamó desesperada, pidiéndole que regresara a casa porque un vecino le había dicho que encontraron a su hermano muerto a unas cuadras de distancia.

“La gente grababa con sus celulares mientras la policía recogía las partes del cuerpo. Nos hemos vuelto insensibles al dolor ajeno”, expresó.

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