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Dolorosa despedida de joven descuartizada
Verónica Silva fue sepultada en el cementerio municipal de Pascuales. La mamá de la muchacha protagonizó una escena que conmovió a los presentes. Tuvieron que alejarla del ataúd.
Fueron 15 minutos de la despedida más desgarradora. Antes de que el féretro de Verónica Jazmín Silva Ruiz fuera ingresado en la bóveda 25 del bloque 15 en el cementerio municipal de Pascuales, su madre María Ruiz se abalanzó sobre el cristal que dejaba ver el rostro de su hija.
Ataviada con una corona de encaje blanco, la joven, de 21 años, parecía dormida. La macabra forma en la que fue asesinada no le quitó la belleza. Verónica fue estrangulada con un cable y luego cortada a la mitad con un machete por una supuesta amiga.
El hecho ocurrió el martes pasado en el Guasmo sur de Guayaquil, pero descubrieron su cadáver descuartizado al día siguiente, cuando intentaban trasladarlo en un triciclo cerca del lugar donde ocurrió el crimen.
“Era muy hermosa. Parece un angelito”, reiteraba un voz llorosa que se perdía entre las notas de ‘Amor eterno’, canción que hizo más doloroso el sepelio de la chica, a las 14:00 de este 6 de octubre.
El cortejo fúnebre llegó a las 13:45 al camposanto, donde media hora antes el encargado de pintar su lápida esperaba a que se secaran las letras recién grabadas con pintura negra.
“Verónica Silva. Ella es”, leyó Alejandro Alvarado lo que decía sobre la losa. Él fue el encargado de sellar la tumba y no sabía que a la persona que tenía que darle sepultura era la jovencita de la Isla Trinitaria, cuyo crimen se habría motivado por los supuestos celos de la sospechosa Kathleen Layana.
“Qué pena lo que le pasó. Era jovencita”, dijo apenado mientras caminaba impaciente por los pasillos blancos del lugar, esperando a que llegaran los parientes.
Triste despedida
Aunque Alejandro insistió en que a las 14:00 la caja ya debía estar dentro de la bóveda, dejaron que su madre pudiera despedirse unos minutos más.
“Vero, mija, mírame...”, repetía la señora mientras sonaba el vidrio con sus mejillas empapadas de lágrimas. A ratos se levantaba para limpiarse con una toalla blanca, solo la miraba fijamente y sus labios se movían.
Alberto Silva, papá de la fallecida, prefirió ubicarse detrás de la tapa abierta de la caja y se lamentaba en silencio. Su pena aumentaba con cada nota de los músicos que dejaron entonar apenas dieron la orden de levantar el ataúd.
El llanto de María se volvió incontrolable y dos mujeres que la acompañaban tuvieron que empujarla para que separara sus manos del cristal, al que se aferró hasta el último instante.
“¡No se la lleven...!”, gritaba desesperada. Su cuerpo parecía desplomarse y tuvieron que sentarla en una vereda, mientras le mojaban la cabeza y le daban aire para que se calmara.
Miraba de lejos el tumulto que se aglomeraba en el bloque 15 y se sumió en un llanto que contagió a los demás.
A las 14:15, Alejandro ponía las últimas capas de cemento para sellar la tumba, mientras los allegados de Verónica se retiraban cabizbajos del camposanto donde descansará para siempre.
Torturada
Según la investigación, antes de su muerte Verónica habría sido torturada. La presunta agresora la hincaba con un cuchillo y la golpeaba.