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Erick Pacheco (izquierda) junto con su familia ayudó a un venezolano de la tercera edad a atravesar el Darién.Juan Carlos Castro

El Darién también tiene ‘héroes’ y son ecuatorianos

Desde el infierno del Darién | Los ecuatorianos se visten de salvavidas, doctores y hasta son ‘bastones’ para migrantes de otras nacionalidades

Anníbal Fauche y la familia Pacheco Sánchez no se conocen, pero a más de la nacionalidad ecuatoriana y del deseo de llegar hacia Estados Unidos, hay algo fuerte que tienen en común: son ‘héroes’ en la selva del Darién de Panamá.

En medio del peligroso y agotador trayecto, los reconocimientos por la valentía de estos compatriotas llegan en forma de susurros que rompen la quietud de los 5 mil kilómetros de extensión lleno de jungla, montañas y ríos.

“Ese es el héroe. Se estaban ahogando dos personas y no le importó que podía morir y fue a rescatarlos”, menciona emocionada la venezolana Solange mientras señala a Anníbal, quien es felicitado por un grupo de migrantes.

Entre la espesa vegetación de ese ‘infierno verde’, donde gobiernan las bandas criminales y las comunidades indígenas, la solidaridad internacional es una pequeña luz que reaviva las ganas de cumplir el ‘sueño americano’. Aquí, los ecuatorianos han dado muestras de entereza y amor al prójimo.

Edison Jara pudo continuar el camino gracias a la venda que le colocó un ecuatoriano.Efe

Anníbal es oriundo de la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas. Confiesa que también fue ‘expulsado’ del país por el incremento de los crímenes y la situación política. En su ciudad natal nunca se vistió de ‘héroe’, pero en el Darién descubrió su instinto temerario.

“La situación en el país está muy complicada. No hay plazas de trabajo y la delincuencia está acabando con los negocios”, dice Anníbal, quien fue adoptado como un miembro más de la familia de los venezolanos rescatados por él.

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“Dos personas se estaban ahogando y él, sin conocerlos, fue a rescatarlos. Es muy valiente. Gracias a él esa familia se salvó y pudo continuar el camino”, cuenta Rosa Jamirta, una madre de familia venezolana que también fue asistida por el ecuatoriano.

“Ha sido feísimo, había unas lomas que uno ya se caía al abismo. Pude ayudar a varias familias en el trayecto. Tardé cinco días en cruzar el Darién, y en ese tiempo vi muertos, dormí en medio de la montaña y por poco hasta me roban Ahora solo pienso poder llegar hasta mi destino lo antes posible”, expresa el compatriota.

Su familia no sabe si él vive o muere, ya que hace algunos días no había podido comunicarse con su madre y sus hermanos que se quedaron en Ecuador.

Aliento para no decaer

Pisando con dificultad y lentitud las piedras de río, Eugenio Flores, un adulto mayor venezolano, emerge entre la selva y la orilla de un río en el Tapón del Darién. Lo hace apoyado de las manos de dos ecuatorianos, quienes lo alientan a no desmayar.

“La verdad no los conocía, pero se ofrecieron a ayudarme. Ellos me han traído casi toda la selva. Me dan aliento y me sostienen. Son muy buenas personas”, comenta Eugenio, de 75 años.

Al llegar a los Centros de Recepción Migratoria, los viajeros reciben primeros auxilios, alimentación y un sitio para dormir.

La familia Pacheco Sánchez son los ‘héroes’ en esta historia. Ellos, sin conocer al migrante, decidieron poner su hombro para que no se rinda. “Nos dio mucho sentimiento verlo solo y vimos que necesitaba ayuda, nos acercamos y aceptó nuestra ayuda, así que hemos venido juntos más de la mitad de la selva”, cuenta Erick Pacheco, quien sostenía la mano derecha de Eugenio, como si se tratara de su abuelo.

En la ‘trocha’, como los panameños llaman al camino que atraviesan los migrantes para seguir su viaje a la Yoni, aparece el colombiano Edison Jara, quien camina con dificultad, apoyado de una caña que cumple la función de bastón, cargando tres mochilas en su espalda y su pierna izquierda vendada por unos ecuatorianos. “En media selva me lesioné y no aguantaba más el dolor. Creí que me iba a quedar ahí botado, pero vino un joven ecuatoriano y me hizo esto (vendaje) para hacerme presión y pueda soportar”.

Lo único que recuerda de ese ‘héroe’ sin capa es que su nombre es Gino y es originario de Guayaquil.

Después de la ayuda recibida, Edison no ha vuelto a ver ese ‘ángel’ tricolor. Probablemente, al dejar aquel ‘infierno’, se puedan topar en el camino hacia EE. UU. o en alguna calle de ese país al que ansían llegar a como dé lugar.

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