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38 años han pasado desde que Yetty vio por última vez a sus hermanos.Gustavo Guamán

Con el corazón en Ginebra

Desde Esmeraldas, una mujer busca a sus dos hermanos que fueron adoptados y llevados a Europa. La única pista sólida es un recorte de periódico.

Fue en una madrugada calurosa de 2019 cuando Yetty Perea Landázuri –robusta, cabello oscuro y trenzado– soñó que su madre Dori, muerta hacía 38 años con cirrosis, confiaba en ella una misión: buscar a dos de sus siete hermanos, los menores, quienes a inicios de la década del 80 habían sido entregados a los brazos de una pareja de suizos cuando aún eran bebés.

— “Le pregunté si se lo había dicho a otros, dijo que no. Insistió en que yo era la indicada”.

Tan pronto como se descubrió el sol en Esmeraldas, provincia costera de Ecuador, Yetty, de 48 años, se propuso aquello que su mamá le había encomendado desde quién sabe dónde. Pero no sería tan sencillo. De Carlos Jeferson y Jorge Luis, como los llamaban cuando nacieron, Yetty no sabía casi nada. Hasta hace unas semanas…

— “Toda la vida he pensado en Carlos Jeferson y Jorge Luis; –pensaba– algún día haré algo para encontrarlos”.

Y así fue...

Yetty, de 48 años, quiere reunir a sus siete hermanos. Es la misión encomendada por su madre en un sueño.Gustavo Guamán

1970. La historia inicia en una casa de caña en Río Verde, donde vivían Yetty, sus cinco hermanos y Dori Landázuri Lugo, quien entonces tenía unos 30 años. Carlos Jeferson y Jorge Luis aún no llegaban, sino hasta finales de los 70 cuando Dori conoció a un guía –o policía, hay dudas– de quien se embarazó de su séptimo hijo cuando Yetty cumplió siete años.

— “Mi mamá estaba ilusionada, pero yo la veía llorar, porque ese hombre se fue... desapareció”.

Pasaron los meses y nació Carlos Jeferson. Dicen que fue el 1 de abril de 1979. Yetty no puede recordar la fecha exacta. Lo que sí recuerda es que dos días después del parto apareció el guía para conocer a su hijo.

— “Él no cumplía ni un año cuando mi mamá quedó otra vez embarazada del guía”.

Poco antes de que Jorge Luis, el último, naciera, el padre desapareció. Pero esta vez sí fue para siempre…

1980. Los niños crecían y Dori debía alimentarlos. Se esforzaba. Hasta una mañana cuando despertó y no quiso levantarse de la cama. Vomitaba. Sudaba frío. Vomitaba. Se moría. Yetty dice que fue brujería, porque ni el doctor –un curandero– ni sus tías, Guillermina y Dicta, pudieron ayudarla.

— “Entonces Guillermina nos llevó a vivir en Chontaduro, un pueblo cercano a Río Verde”.

Al mes, Dori quiso volver a su casa de caña y en su casa de caña la enfermedad –o brujería– la consumió como el fuego devora una hoja en blanco. Pero algo parecía no dejarla marchar. Dice Yetty que era la preocupación de no saber qué iba a pasar con sus dos bebés.

Entre las fotos que Guillermina guarda en su álbum aparecen los hermanos de Yetty de bebés.Gustavo Guamán

— “Pronto mi mamá no se levantó más. Guillermina la llevó adonde otra tía, Dicta, en Esmeraldas”.

Se acomodaron la madre y sus hijos en un popular barrio llamado Santa Vaina... y un miércoles, a las nueve de la mañana, llegó una pareja de “gringos” –Yetty dice gringos porque eran blancos y hablaban inglés– aunque en realidad eran suizos y no estadounidenses.

— “Yo vi cuando entraron al dormitorio de mi mamá... fueron tres hojas las que ella firmó”.

Yetty, que entonces ya había cumplido 10 años y sus hermanitos un año y más, lloraba abrazada a Dori mientras Carlos Jeferson y Jorge Luis eran “adoptados”.

— “Los ‘gringos’ los cogían. Ellos lloraban. Se fueron...”

Dos meses después, Dori murió.

1990. Tras su partida, los hermanos se separaron. Unos años más tarde, Yetty vio en un periódico su nombre. Cree que fueron sus ñaños que alguna vez volvieron y quisieron encontrarla. Pero ella, joven y despistada, dejó el papel en no sabe dónde. Parece descabellado. Pero no.

— “Una mañana fui a visitar a la abuela –madre de Dori– en Chontaduro y luego pasé por casa de mi tía Guillermina”.

Ella sacó de su dormitorio un álbum con fotografías. Todas de sus hermanitos: jugaban en la nieve y con cuentos. Esquiaban.

Escrito por Rodolfo Mazur en Expreso, un reportaje revela que luego de que fueran llevados a Europa, regresaron a Ecuador en tres ocasiones.Gustavo Guamán

Yetty tomó algunas de esas imágenes y se las guardó sin que Guillermina lo sospechara. Se cuestionaba cómo había llegado aquel álbum a Chontaduro.

— “Siempre le pregunté un número de teléfono, algo de mis hermanos, y ella: ‘Que no, que no’”.

Años después, todo –o nada– quedó allí.

2020. Es un viernes de julio en Esmeraldas. El sueño en el que apareció su madre hizo que Yetty retomara la búsqueda de sus hermanos. También Gualberto Paredes, su pareja… Sentada en el sillón de un hotel relata la historia. Llora. Muestra las fotos que guarda de ellos.

Al día siguiente, Yetty y el equipo de EXTRA se embarcan en un viaje hacia la casa de Guillermina, la tía que puede despejar las dudas. La adopción. El álbum. Las fechas.

A unos 60 kilómetros de la ciudad, por una carretera cuyos agujeros martillan las llantas, se descubre Chontaduro. Primero el cementerio. Luego casas. Más casas. Un parque, y frente a este, la vivienda de Guillermina protegida por el Divino Niño.

— “Tía —golpea la puerta e insiste por la ventana—, ¿está ahí? Soy yo, Yetty, su sobrina”.

Hacía tanto que Yetty no visitaba la casa de Guillermina que ni siquiera está segura de si es esa. Pero pronto, tras abrirse una lanfor, aparece una mujer. Aún en bata.

— “¡Es judoca!”

Es lo primero que dice Guillermina sentada en una sala que alguna vez fue el restaurante más popular de Chontaduro.

— “Uno de los hermanos de Yetty es judoca. Uno de los mejores de Europa”.

Saca un álbum en el que hay decenas de fotos de Carlos Jeferson y Jorge Luis. Detrás de ellas las fechas en las que fueron tomadas: August, 1981; Jun, 1988; October, 1997 (en inglés). Y cuenta que Aída de Varela, madrina de Yetty, se hizo amiga de dos “gringos”. Venían a Ecuador de paseo. Venían a Ecuador en busca de un bebé.

A la izquierda, David Moret, uno de los mejores judocas de Europa, y a la derecha, Michell.Gustavo Guamán

— “Aída les dijo que tenía una amiga, Dori, que estaba enferma, que tenían dos niños”.

Ellos contactaron con Dori, le preguntaron si se los podía “regalar”... y los “gringos” se los llevaron. No para siempre.

— “Cuando ya caminaban volvieron a Chontaduro”.

Guillermina dice que sentía alegría de verlos. Que la visitaban dos horas. Que la mamá adoptiva decía que ambos eran “el mejor regalo que Dios le había dado”. Aunque llevarlos parece no haberle resultado fácil.

— “Ella estuvo presa”.

Después de esa primera visita regresaron a Ecuador dos veces más. La última fue cuando el mayor, Carlos Jeferson, había cumplido los 21 hacía más de tres décadas. Fue entonces cuando supo que él era judoca... De otro álbum, uno muy antiguo, saca un antiguo recorte de periódico revelador –escrito por Rodolfo Mazur, de Diario Expreso–. Dice que Carlos Jeferson no es Carlos Jeferson sino David Moret. Que su hermano es Michell. Que nacieron en Río Verde. Que sus padres adoptivos nunca los alejaron de sus raíces. Que han llegado a Ecuador a pasar vacaciones. Que viven en Ginebra. Que David empezó a practicar judo desde los siete años. Que es uno de los siete mejores de Europa en esa disciplina deportiva.

Y Yetty, la hermana, se queda con la boca abierta. Siente que cada vez está más cerca.

Quizás David y Michell sí quisieron encontrarla cuando ella vio su nombre en el periódico. Quizás ellos aún la recuerden.

Con ayuda del equipo periodístico los localiza en Facebook. Aparecen como David Moret y Zipolino de Bastel. Ella ve la foto de sus hermanos. Se da vueltas. Se emociona. Y repite: “Cada vez estamos más cerca”.

En Chontaduro, Yetty habla con sus primos –hijos de Guillermina–, va al cementerio con su tía a visitar la tumba de su madre, quien murió por cirrosis –según otro recorte–, le reza, se santigua y se va… no sin antes prometer que algún día, no sabe cuál, reunirá a sus hermanos.

Yetty frente a la tumba de su madre, en Chontaduro. Limpia la lápida y le promete cumplir con lo que ella le pidió en el sueño.Gustavo Guamán