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Desde su silla de ruedas, Arturo despacha el camarón, pescado o queso para sus clientes.Freddy Rodriguez

Caseritos: Arturo, un vendedor que supera su discapacidad

Arturo es la ‘estrella’ de los mariscos en el mercado de la 30. Tiene discapacidad física, pero eso no lo detiene de laborar todos los días

Para Arturo Solís, de 66 años, sus clientes son su motivación para levantarse cada mañana y salir a trabajar. Su puesto, en el mercado ambulante de la 30, suroeste de Guayaquil, es su ‘trinchera’, donde a pesar de su discapacidad, todos los días ‘camella’ como un duro.

Él bien podría ser el intérprete de la canción ‘De sol a sol’, porque el astro rey ni siquiera ha aparecido (a las 05:30) y él ya está en su esquinita acomodando los alimentos que vende todos los días: fréjol de palo, queso, aceites, camarón y pescado.

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Arturo labora sentado en una silla de ruedas, ya que hace un año y ocho meses su pierna izquierda fue amputada luego de un accidente en su hogar. “Estaba quemando un colchón en el patio de mi casa y me cayó una chispa en el pantalón que me llegó a quemar el tobillo. Luego de eso, me quedó como un ‘huequito’ en la piel y yo solo fui a la farmacia y no le di importancia a eso”, cuenta el hombre.

Hasta ese momento, él había laborado como vendedor de bisutería de plata en los pueblos. Recorría Daule, Babahoyo, Quevedo, Naranjal y otros cantones. “Me fui a trabajar y cuando regresé, a los tres días, el hueco ya estaba más grande”, relata. Al acudir al hospital le dijeron que su pierna estaba gangrenada y que debían amputársela.

Los clientes se acercan a comprarle, según él, por apoyarlo.Freddy Rodriguez

Pero él debía ganarse el dinero para mantenerse y buscó la manera de hacerlo sin poner en peligro su vida. “Vivo a cuatro cuadras y desde allí vengo empujando mi silla yo solo. Mis clientes ya me conocen y vienen a comprar porque piensan que es una forma de apoyarme”, admite.

Don Medio chuzo, como le llaman los ‘panas’, también tiene su producto estrella: el pescado y los camarones, que son comprados en el mercado Caraguay por unos amigos que también laboran en la ‘plaza’.

“Ellos me ayudan y me traen entre 15 a 20 libras y las vendo todas. Yo siempre les doy ‘yapa’ (risas), un par de ‘camaroncitos’ y el cliente se va contentísimo”, asegura.

Arturo dice sentirse feliz con sus dolaritos que se hace todos los días (entre 8 y 10); no obstante, le agradaría poder contar con algún bono por su discapacidad. “Ni siquiera carné tengo, porque cuando estaban haciendo el papeleo me dijeron que estaba suspendido por el tema de corrupción”.

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