Mientras algunos dirigentes de las nueve parroquias que conformarían el nuevo cantón Ilaló participan en un taller de gerencia y administración pública, la vida en el resto del valle de Tumbaco sigue igual. Para los pobladores, el proyecto es algo que solo han visto “por televisión”.

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La idea de crear un nuevo cantón parece lejana y hay poca información al respecto. Mauricio Reyes, un mecánico de la zona, explica que no ha podido tomar una posición a favor o en contra de separarse de la capital. “Es que nadie nos ha explicado qué implicaciones tendría. Si la consulta popular fuera mañana, yo no sabría qué votar,” dice.

La iniciativa no es nueva; lleva al menos cuatro años en desarrollo de la mano de la Junta Cívica del Valle del Ilaló. La propuesta es que las parroquias Nayón, Tumbaco, Cumbayá, Tababela, Checa, El Quinche, Yaruquí, Pifo y Puembo formen un cantón separado de Quito.

El proyecto no termina de concretarse, según Diego Hidalgo, director de Territorio del proyecto, debido a la falta de un informe de la Prefectura de Pichincha que permitiría al presidente de la República solicitar la convocatoria a consulta popular.

Mauricio sabe que, si el proyecto avanza, serán los habitantes quienes tendrán que votar. “A los barrios no se les ha explicado. Sabemos que esto existe, pero no sabemos si nos conviene.”

Para la Junta Cívica, convertirse en un cantón independiente resolvería muchos problemas, como la falta de atención del Cabildo y la centralización de las empresas metropolitanas. Además, permitiría enfocar los recursos en las obras necesarias en estas parroquias. Están conscientes de que empezar de cero implica crear un Municipio con secretarías y empresas de servicios públicos.

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Marco Veintimilla, secretario de la Junta Cívica, menciona que han estudiado experiencias de otros cantones como La Concordia y Samborondón. “En La Concordia no fue positivo, pero en Samborondón sí, allí hay una alcaldía tecnológica,” sostiene.

Para entender cómo funciona un Cabildo, realizaron un taller de administración pública. “Queremos enfocarnos en la tecnología. Sería un Municipio moderno y con menos burocracia,” agrega Veintimilla. Para el secretario, es cuestión de aprender de experiencias previas y mejorarlas. “Debemos observar los mejores distritos y ver cómo funcionan. A eso debemos aspirar”.

René Carrera, vicepresidente del barrio La Esperanza, afirma que la receptividad en la población es generalmente buena. “Empezar de cero implica obtener recursos para la infraestructura del cantón. Ahora no tenemos nada. Con la cantonización, tendríamos recursos, desarrollo vial, absolutamente todo”.

Para gestores culturales como Patricio Andrade, la iniciativa se ha quedado entre los integrantes de la Junta Cívica. “No sabemos ni quiénes son. Creo que es un intento de aprovechar la situación para beneficiarse de un aparataje burocrático y acceder a recursos”. Agrega que los vecinos con los que ha conversado están preocupados por procesos anteriores, como la separación de Santo Domingo de los Tsáchilas. “Se ha perdido la visibilidad de las etnias, por ejemplo”, opina.

La principal preocupación de los pobladores es la mejora de la calidad de vida. Mariano Anchapaxi, dirigente de la comuna de Oyambarillo, dice que recién conocieron del proyecto. “Necesitamos una socialización adecuada. No ha habido acercamiento con las comunas y pueblos indígenas, porque el valle no está conformado solo por barrios”.

Condiciona su apoyo a que no haya afectaciones a los territorios ancestrales y a la protección del medio ambiente y la parte social. En total, existen 12 comunas en el territorio del potencial cantón.

La concejal Analía Ledesma reconoce que el valle de Tumbaco no ha recibido suficiente atención del Municipio de Quito, y que sus habitantes demandan necesidades fundamentales. “Recibimos un informe hasta abril que muestra que la Administración Zonal Tumbaco ha ejecutado solo el 13 % del presupuesto. Es muy bajo”.

Sin embargo, las implicaciones de la separación podrían ser más complicadas que la solución. “Se produciría un desmembramiento de Quito. Romper la ciudad no es la solución”, considera.

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Una de las consecuencias sería la afectación al presupuesto de la ciudad, que actualmente es de 1.000 millones de dólares. “Ese territorio (el cantón Ilaló) podría recibir mucho menos presupuesto del que tiene ahora. El remedio podría ser peor que la enfermedad”, advierte.

En este sentido, Fernando Carrión, experto urbanista, explica que las parroquias rurales perderían los recursos que el Gobierno Central les asigna por su condición de rurales. “Con la cantonización, pasarían a ser urbanas y perderían ese presupuesto”, indica.

Además, Quito podría perder la categoría de distrito metropolitano, lo que implicaría la pérdida de ciertas atribuciones, como las Administraciones Zonales. Carrión también menciona que Quito podría perder el aeropuerto de Tababela, una inversión de toda la ciudad y del Gobierno Nacional.

Para Ledesma, otro problema sería la vialidad. “La capital ya no tendría la obligación de mantener vías como la Ruta Viva. Entraríamos en una negociación entre alcaldías, y se pasarían la responsabilidad de un lado a otro”.

Empezar de cero implicaría crear nuevas empresas y todo el aparataje burocrático. No sería fácil, ya que de crearse el cantón Ilaló, “tendría todas las atribuciones, pero también todas las obligaciones que establece el Cootad”, analiza Carrión.

Tanto Ledesma como Carrión coinciden en que la solución para evitar el desmembramiento del Distrito Metropolitano de Quito es el cambio en el Estatuto Autonómico de la capital. Es decir, dar paso a alcaldías menores, que permitan desconcentrar las competencias del Municipio de Quito. “Así se tendría más cercanía con las necesidades de las parroquias”, apunta la concejal.

El urbanista pone como ejemplo el funcionamiento de una ciudad como Bogotá en Colombia, donde existen 20 alcaldías menores y ha tenido una experiencia positiva. “Esto no es nuevo, se ha venido tratando desde la administración de Paco Moncayo, pero no se da paso”, sostiene Carrión.

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