Desde tamales hasta preservativos hechos con cannabis son los productos que se ofrecen en el país. Más allá del consumo de la hierba, los emprendedores buscan que los usuarios vean a sus productos como terapéuticos.

Algunos incluso han palpado resultados en sus familias, por lo que decidieron ampliar sus conocimientos y vivir de lo que producen.

Diana Núñez, emprendedora ambateña, cuenta que su padre y su cuñado sufren de artritis reumatoidea. Sus actividades diarias resultaban afectadas porque se movilizaban menos por los intensos dolores. Entonces decidieron probar con el aceite de esta hierba.

“No podían subir al carro o caminar. La enfermedad es muy dolorosa”, relata.

Poco a poco la familia vio como las inflamaciones bajaron incluso después de dejar de consumir la medicación ordinaria para el dolor. “Luego fui probando con los jabones y ungüentos”, agrega.

El alcance de este producto fue ampliándose. Deportistas cercanos a Diana lo probaron en sus lesiones y fueron superándolas, según la emprendedora.

Así también en personas con cáncer. “Les empezó a crecer cabello más fuerte luego de las quimioterapias”, precisa.

EN LA COCINA

Álex Toaza es chef y se ha dedicado a experimentar con sus habilidades culinarias. Su producto estrella son los quimbolitos y los postres cannábicos, aunque ha preparado también sopas y cremas.

“En noviembre cumplimos un año y empezó como un reto entre amigos”, comenta.

Desde entonces lo contratan para hacer bocaditos. Sin embargo, la preparación no es igual. “Hay que controlar prolijamente la temperatura, algunas masas en baño María, por ejemplo”, explica el quiteño.

Jonathan Rondón también realiza postres, pero no usa la hierba directamente, sino la mantequilla de cannabis. “Al ser precisamente de uso terapéutico es necesario estar atentos a la cantidad”.

Los efectos se explican a quienes necesitan de estos productos dependiendo de si la persona sufre de depresión, insomnio, ansiedad.

Estos emprendedores se encontraron en una feria privada en Ambato, provincia de Tungurahua, a la que llegaron cientos de personas. Entre ellas Juan, quien viajó desde Quito por un dolor insoportable de espalda. “Me operaron hace unos meses y ni con morfina se me pasa”, contó.

Al igual que él, Guadalupe Castañeda, de 78 años, fue en busca de un ungüento para su rodilla. “Antes de usar esto no podía ni caminar, luego de mi operación”, agregó.