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Crónica
La Calle 8 poco a poco recupera su alegría
Ni el atentado con explosivo del pasado 14 de agosto frenó su espíritu, lleno de sabrosura, ritmo, unión y ‘peloteo’. Este barrio con gozo y actividades celebra los 202 años de Independencia de Guayaquil. Viven las fiestas en paz y con harta salsa.
“Mira que he luchado en esta vida, bastante trabajo que he pasado, yo soy negro, negro con resultado, andaaa…”. Al ritmo de la salsa ‘Cuando toca, toca’, del artista cubano ‘El Hijo de Teresa y La Llegada’, algunos de los moradores de la popular Calle 8 (la Décima entre la H y la I), del Cristo del Consuelo, suroeste de Guayaquil, se divierten jugando naipes.
El lugar de encuentro es la ‘caleta’ de César Mina (45 años), la cual parece tener un imán, pues allí siempre se reúnen unas 20 personas a jugar 40, rummy, damas.
El anfitrión sostiene que juegan por deporte, pero para hacer más interesante el momento, se apuesta de 50 centavos hasta cinco ‘latas’.
El calor de la ciudad o tal vez de la partida, hace que unos jueguen sin camiseta, por eso se pegan su buena refrescada con unas ‘chelas’ y unos traguitos de ‘whiscacho’.
Cerca del grupo de jugadores está Ezequiel Vernaza (31), quien afirma que de a poco sus vecinos (la mayoría familiares) están recobrando el real espíritu de la Calle 8, lleno de sabrosura, ritmo, unidad y peloteo, el mismo que fue ‘apagado’ la madrugada del pasado 14 de agosto, día en el que su zona fue el escenario de un ataque explosivo que dejó como saldo cinco muertos, más de 20 heridos y cerca de 10 viviendas afectadas.
“¿Tenemos miedo? Obvio, pero ya no podemos encerrarnos, como si nosotros fuéramos los malos. Hay que recordar que el que nada debe, nada teme”, dice el treintañero, quien quiere vivir la fiesta de Independencia de Guayaquil en paz.
Dos ambientes
En realidad, la vía que antes del atentado era usada como pista de bailaderos, hoy tiene dos ambientes. Del lado de la H hasta la mitad de la calle se percibe un silencio. En este punto está la zona cero, el sitio en el que se dio la explosión con ondas expansivas.
De la otra mitad hacia la calle I se escucha salsa, la clásica, la erótica, la moderna salsa choke.
“Mi hermano pone la música que la gente quiere escuchar y bailamos entre nosotros, los moradores”, indica Mina.
Y es que tanto, grandes y pequeños llevan el ritmo en el cuerpo, porque hasta sentados jugando naipe ‘menean el esqueleto’ en plena partida.
Catar en Calle 8
El deporte también tiene su espacio. La vía angosta, de unos cinco metros de ancho, es empleada para jugar índor y para ello utilizan unos 200 metros del largo de la calle. Los muchachos, luego de terminar el ‘cole’, se reúnen en la cancha de asfalto y ‘pelotean’ con los que llegan de sus ‘camellos’.
Así como Brasil tiene a Neymar, Argentina a Messi, la Calle 8 cuenta con Gasparín, Jesusito y Fifi, los goleadores.
De repente, un pequeño de 8 años, Matheew se convierte en narrador del encuentro.
“Señoras y señores, va a comenzar la batalla deportiva. Qué partidazo el que se viene entre los equipos Arbolito y Calle 8. Fifi para Jairon, Jairon para Jesusito, qué lindo que juegan estos muchachos. Se armó el toque-toque, Gasparín para Fifi y se viene el gol, ¡goooool!, Calle 8 1, Arbolito 0”.
Mientras se desarrolla el partido, los hinchas se ubican en las ‘gradas’, mesas de sala, consolas de madera o sillas plásticas.
Solidaridad y diversión
Los niños, mujeres y adolescentes también se dan cita para jugar bingo, el cual puede hacerse por distracción o por una obra benéfica y apoyar al ‘caído’, como Sonia Vernaza (49), otra de las afectadas por la explosión de fabricación casera.
Su hijo Joffre (31) y esposo Joffre Arroyo (57) resultaron heridos por el bombazo. Al primero le amputaron la pierna izquierda y al segundo debían operarlo de la misma extremidad, la cual se fracturó.
La residente Chela Cortez (52), antes de vender sus platos a dólar: arroz con menestra y chuzo, pollo o carne, emplea las mesas de su negocio para ‘bingar’.
Las fichas son monedas de un centavo. Los premios son los que logre recaudar de sus ‘vecis’.
“Aquí no es como las personas piensan que la Calle 8 es de terror; es cierto, nos pusieron esa bomba, pero salimos adelante”, expresa la mujer, que tiene 27 años viviendo en el sector.
‘Chapas’ con estilo
Otra característica de la esencia de este barrio es la ‘parcería’, en la cual no pueden faltar los apodos.
Uno de los más chistosos es el de La mano de Chevron, así llaman al más negrito del sector. También está Cara de Pizza, Ezequiel sostiene que el rostro de su pana es cuadrado y con imperfecciones en la piel (granos).
No podía faltar Pataruco, su ‘llave’, a quien le gusta andar a pie y donde se sienta se ‘pega’ su buena ‘ruca’. Y Gasparín, su compadre goleador, adquirió este sobrenombre desde pequeño.
“Cuando jugábamos de niños a las escondidas, el man se escondía bien, nunca se lo encontraba. En ese entonces había casas vacías, se camuflaba bien”, recuerda Ezequiel, quien nació en el barrio de sus amores, del cual está orgulloso, al igual que de su ‘pipol’.
Él y otros moradores celebran a Guayaquil y a la vida. Poco a poco van independizándose del terror que les dejó aquella madrugada del 14 de agosto. Hoy lo que existe es una explosión de alegría, producto de su propia esencia.
Estrella, juego tradicional
Eso hacen las generaciones un tanto mayorcitas con las pequeñas. Les enseñan sus tradiciones, una de ellas es el juego Estrella, que consiste en conseguir de 50 a 100 tapillas de cola.
Se las coloca en el piso con el lado de enroscar hacia arriba o las puntas para encajar en la botella, en caso de que sea de vidrio.
Pueden jugar la cantidad de personas que deseen, solo uno ‘quema’ con una pelota. Los demás deben evitar ser alcanzados por la bola y para ello deberán usar dos cañas protectoras.
El chiste es que los jugadores deben virar la mayor cantidad posible de tapillas sin ser ‘quemados’. Tapilla volteada, no se toca. Si les topa el balón... se la ‘sacan’ de la actividad que más la juegan las mujeres y los niños; estos últimos también le hacen a la rayuela.