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Con bloqueadores de testosterona controlaron el apetito sexual del Rey Juan Carlos de España
Tenía la libido tan alta que fue tratado como un problema de Estado. Habría tenido más de 5 mil amantes. Era todo un 'Don Juan'
Las escandalosas revelaciones de un exjefe de la policía española, pusieron en los últimos días en el ojo público al rey emérito, Juan Carlos I de España, al asegurar que el monarca fue inyectado con hormonas femeninas para controlar su desenfrenado impulso sexual.
Según el portal argentino Infobae, José Manuel Villarejo, también aseguró que Juan Carlos, de 83 años, quien actualmente reside en un lujoso hotel en Abu Dhabi, recibió bloqueadores de testosterona del servicio secreto español después de que su libido fuera categorizada como un ‘problema de Estado’.
Villarejo, un ex comisario de la Policía, actualmente enjuiciado por un caso de chantaje, dijo, según The Times, que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) “inyectó al rey español para controlar su libido porque se consideraba un problema de Estado que fuera tan cachondo (caliente)”.
Sin embargo, las noticias sobre la legendaria libido del rey caído en desgracia no son nuevas. Se produce después de que un autor español e historiador militar, Amadeo Martínez Inglés, escribiera un libro titulado ‘Juan Carlos: el rey de los 5.000 amantes’, reuniendo pruebas de su historia sexual y pintando al rey como un adicto al sexo desenfrenado.
Entre las miles de amantes que tuvo suenan los nombres de personajes conocidos como Sarita Montiel, Bárbara Rey, la filántropa danés-alemana Corinna Larsen, la institutriz belga Liliane Sartiau y la princesa italiana María Gabriela de Saboya y muchísimas más.
Se dice que la reina Sofía, con quien estuvo casado, lo sorprendió en el acto con Montiel solo unas semanas después de su coronación, pero ella negó cualquier romance.
Incluso se llegó a rumorear que Lady Di, entonces de 25 años, fue solo una de las jóvenes que el ex rey siguió en una carrera romántica, pero ella negó que hubiera sucedido algo extraño, sin embargo, admitió que, si bien el rey libidinoso era “encantador”, podía ser “demasiado atento”.