Hace dos años, Luis Enrique Rodríguez Briones, de 32 años, había logrado sobrevivir a un intento de asesinato. A pesar de haber recibido un impacto de bala en aquella ocasión, el joven se recuperó y continuó con su vida, aunque la sombra del ataque nunca lo abandonó. Sin embargo, la noche del viernes 6 de septiembre, el destino no le otorgó una segunda oportunidad.

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El reloj marcaba alrededor de las 20:00 cuando la intersección de las calles 36 y la O, en el suburbio de Guayaquil, se convirtió en escenario de otro violento ataque. Testigos aseguran haber visto un vehículo negro y una motocicleta aproximarse al lugar.

Desde ambos vehículos, los atacantes abrieron fuego sin piedad contra Luis Enrique, quien no tuvo tiempo de escapar ni defenderse. En cuestión de segundos, su vida se apagó, dejando tras de sí una escena de horror marcada por 12 vainas percutidas que quedaron esparcidas en el asfalto.

Su madre, visiblemente afectada, reveló a las autoridades que su hijo había caído en el consumo de sustancias alucinógenas, una lucha interna que no había podido superar. La muerte de Luis Enrique, sin embargo, no fue solo el resultado de un estilo de vida arriesgado; según los familiares, los asesinos serían las mismas personas que lo atacaron hace dos años, cerrando así un ciclo de violencia que terminó en tragedia.

El joven contaba con antecedentes penales. En 2017 fue procesado por tráfico de drogas y, un año después, por robo. Estas manchas en su historial parecían perseguirlo, atrapándolo en un círculo del que nunca pudo escapar. 

La vida de Luis Enrique Rodríguez Briones terminó abruptamente en una esquina del suburbio, en una ciudad que cada vez se ve más golpeada por la violencia, dejando a su familia sumida en el dolor y la impotencia de ver cómo la tragedia, que una vez había esquivado, finalmente lo alcanzó.

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