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La tragedia de los Mora: así fue el adiós al abuelo y sus nietos arrollados en vía a la Costa
Desde varios puntos del país acudieron hasta el Panteón Metropolitano de Guayaquil, para el sepelio y el entierro de los Mora, quienes el pasado Día del Padre fueron arrollados por un conductor que tenía 2,06 grados de alcohol en la sangre
Las cuatro columnas de las bancas de madera de la sala Ascensión 1 del Panteón Metropolitano de Guayaquil estaban llenas. Es más, muchos asistentes se quedaron de pie, querían despedirse de Bosquito de Jesús Mora (71 años), Bosco (17) y Vinicio Mora Loor (15), abuelo y nietos arrollados la mañana del 18 de junio (Día del Padre), en el kilómetro 10,5 de la vía a la costa, sentido Playas-Guayaquil.
Delegaciones de estudiantes de la Unidad Educativa Mariscal Sucre y del colegio Logos Academy se hicieron presentes para despedir a sus compañeros. Varios de ellos se acercaron al altar, donde estaban los tres cofres de los Mora, cada uno con sus respectivas fotos.
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La canción ‘Reloj’ fue tocada en violín, las notas de aquel instrumento fueron como el llanto reprimido de algunos, quienes intentaron ser fuertes para los que no lo eran.
Unos fueron vestidos de blanco, como inicialmente se pidió en la invitación digital del sepelio; sin embargo, otros asistentes fueron de negro, de esta forma quisieron mostrar su dolor y su sentido pésame.
- Amigos en todos lados
“Se le agradece a todas las personas, porque hemos recibido muestras de cariño a montones, pero esto no es para estar hablando”, manifestó Marcos Echeverría, cuñado de don Bosquito, a quien consideraba un padre.
El allegado indicó que el septuagenario tenía como hobbie el ciclismo. “Ese día se tenía previsto pasar con la familia, ellos iban a hacer una vuelta, para luego reunirse todos en casa, pero el destino nos los quitó por un irresponsable”, indicó el pariente.
Bosquito hizo que habitantes de Santo Domingo de los Tsáchilas, Zaruma, Machala y otros puntos del país se desplacen para estar presentes en su sepelio. Según Echeverría, su pariente era oriundo de la provincia de El Oro.
“Él era un ‘once’, calidad de persona, se desprendía de lo que tenía para dar al prójimo, él no conocía de peleas. Todo malo de muerto es bueno, pero este señor, de verdad sí lo era. Mis respetos”, expresó Guillermo Dávila, allegado.
“Cuando trabajaba, iba enternadito, pero cuando nos visitaba iba en pantaloneta, sin zapatos, en camiseta. “Vamos al mercado, yo pido, tú pagas”, me decía. En la casa era un chef completo, nos recibía con asados”, declaró Dávila.
- El partido que nunca llegó
Sus nietos también eran ‘amigueros’. Bosco fue descrito como atlético y más tranquilo que Vinicio, quien era más ocurrido que su ñaño.
Uno de los panas cercanos de Bosco lo describe como su pilar. Habla calmado, se sujeta a la chaqueta de su promoción la XXIII (23), del Mariscal Sucre. Es como si esta prenda tuviera el ‘superpoder’ para contenerlo ante la pérdida de su amigo, a quien conoce desde kinder.
“Era muy inteligente, las cosas del colegio nos las explicaba de la mejor manera. Podíamos contar con él no solo académicamente, sino también cuando teníamos problemas. Su mamá me llamó y me dijo que murió, quedé en shock, no sabía qué hacer”, relató Caleb, quien guardará como tesoro uno de los dibujos de Bosco, quien tenía ese arte. También señaló que quedó pendiente la partida de tenis.
“A él le gustaba este deporte. Cuando empecé a jugar, él me ganaba, luego dejó de entrenar y lo vencí. Él se prometió que iba a jugar un partido conmigo, uno de estos días, para ganarme, no se pudo dar”, concluye el adolescente, quien también conoció a su ñaño y abuelo. El dolor trata de camuflarlo, pero admitió que la casa de ellos era su segundo hogar.
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