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Apps de citas: así es el comportamiento de los ecuatorianos a la hora de hacer 'match'
Bumble, Tinder y Facebook Parejas son las aplicaciones más comunes en nuestro país. En Cuenca son más ‘curuchupas’ y en Quito y Guayaquil ‘más lanzados’ al momento de ligar
Paola tiene 42 años y recorrió 15 kilómetros para conocer a José (32), que reside en el sector norte de Quito. Una semana antes, ambos hicieron ‘match’ (darse ‘me gusta’ con otro usuario) en Facebook Parejas, una plataforma para conocer gente y ligar en línea.
Lo que inició con una fluida conversación entre ellos y una partida de ajedrez en el mundo virtual terminó con una cita real acompañada de una botella de vino, un almuerzo y... una minga para pintar el departamento de José.
“Limpiamos las paredes, preparamos la pintura, movimos los muebles y nos adentramos en el arte de la decoración. ‘Vestimos’ la casa de blanco, un color que para muchos significa pureza y pues así siento que es su alma”, reconoce Paola.
Hace cinco meses empezó a usar Bumble y Facebook Parejas para conocer ‘nuevos prospectos’. Al menos ha hecho ‘match’ con 60 personas, pero ha salido con cuatro. Ha conectado con algunos, ha desechado a otros, pero con José es la primera vez que siente una conexión tan fuerte, incluso espiritual.
“Tal vez pensarán que quedé ilusionada e impactada y sí, pero insisto, no de él como hombre, sino como persona, amigo y cómplice. Estoy feliz de comprobar que sí existen personas buenas, desinteresadas, increíbles que te sumen y te lleven a repensar tu vida”.
Almorzaron espagueti con coles de bruselas, espárragos, queso, aguacate y vino. Pasearon a los dos cachorros terrier que José tiene en su departamento. Conversaron respecto a sus familias, las aspiraciones personales y leyeron un texto sobre cómo hacer el bien a otro. En esas 24 horas hubo un par de besos entre ambos, nada más que eso.
“Él besa delicioso y sus labios te incitan a pecar, pero preferimos que esto no se convierta en la típica cita de aplicaciones de citas que pueden terminar solo en sexo”.
Sociólogo
Más ‘curuchupas’
Cuenca es conocida como una ciudad conservadora y moralista. Para Jorge no es un invento, sino una realidad. Este quiteño que, desde hace siete años vive en la capital de la provincia de Azuay, se divorció de su pareja meses antes de la pandemia. Al verse solo, navegó por varias aplicaciones no con el afán de ligar, sino de ampliar su círculo de amigos.
“Cuando hay una cita lo primero que te dicen es: ‘no dirás que te conocí en Tinder (plataforma de citas)’ y el ‘stalkeo’ va más allá de mirar tus perfiles en Instagram y Facebook. Acá tratan de contactarse con personas que te conocen para comprobar que no tienes nada que ocultar. El 90 por ciento de las personas con las que he salido en Cuenca no han sido cuencanas, sino de Machala, Quito o Guayaquil”, señala.
En esas citas conoció a su mejor amiga. Es como su hermana, incluso se lleva muy bien con su familia que vive en Quito y hasta la ha visitado cuando viaja para allá. Ha tenido experiencias de todo tipo. En una ocasión conoció a una chica físicamente que no lucía como en las fotos de su perfil de Instagram, con filtros ‘embellecedores’. En otra oportunidad, hizo ‘match’ con una mujer de Medio Oriente que vivía en Cuenca y que lo dejó ‘en las nubes’ con su belleza.
Cuando la invitó a salir, la joven le dijo que era “perseguida política”, que tenía marido en su país y la estaban buscando para matarla. “Me distancié y la bloqueé. Después vi en un medio de comunicación digital que su historia era real. Tuve sentimientos encontrados, no era una estafa”, recuerda Jorge.
Las historias amargas para este sociólogo quedaron atrás. Ahora está contento, pues hace tres meses encontró novia. La conoció en Tinder.
Sexo casual
Cristian (38) es gay y vive en Guayaquil. Las aplicaciones que más ha usado son Tinder y Grindr (esta última para grupos LGBTIQ+). Hace poco tuvo sexo con un hombre con quien conectó sexual y emocionalmente. “Después de terminar nuestro encuentro me confesó que tenía novio. Él estaba usando la aplicación para ser infiel”, rememora.
Aún lo sigue buscando para un nuevo encuentro, pero Cristian no quiere ser ‘plato de segunda mesa’ y pasarlo bien. Sus encuentros han sido diversos, al menos se cita con una o dos personas por mes.
“Estoy buscando conocer gente con quien haga clic en el ámbito social, que pueda tener un buen sexo también. Acá en Guayaquil somos más abiertos que en otras ciudades, más directos y con menos prejuicios. A mí me gustan los hombres inteligentes y también los apasionados”, detalla.
No se niega a nuevas experiencias, pero asegura nunca haberse enamorado en la virtualidad. A sus citas va cauteloso, con la adrenalina a tope y dispuesto a vivir las experiencias que se presenten. “Me acuerdo de una cita en la que estábamos teniendo buen sexo con un chico y él recibió una llamada y contestó. ‘¡Imagínate!’ Eso me bajoneó, me hizo sentir incómodo”, indica.
La afectividad y la virtualidad
Alexander Amézquita, docente de la carrera de sociología de la Universidad Central, reconoce que las citas online se han masificado. A su criterio, la sociedad siempre está en un proceso de negociación entre lo público-privado y las aplicaciones cumplen esa función.
A esto se suma la capacidad de evaluar qué tipo de personas queremos conocer, si nos parecen atractivas o interesantes. “Revisamos aplicaciones y vemos perfiles con frecuencia. Esto suple lo que antes implicaba tener un contacto con personas, arriesgarse a conocerlos, apostar por la galantería y el coqueteo”.
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Amézquita reconoce que ahora, con la inmediatez en la que la sociedad habita y los reducidos espacios de socialización, las citas y aplicaciones online han llenado esos lugares y cada vez están rompiendo los paradigmas sobre el “concepto del amor romántico”, pues ahora también se habla del disfrute personal y sexual sin la necesidad de establecer vínculos afectivos.
Los países de América Latina para este sociólogo aún tienen una carga moralista sobre el uso de aplicaciones de citas. Señala que si mujeres y hombres divorciados usan estas plataformas son señalados. “Acudir a estas plataformas podría mostrar el fracaso amoroso, el prejuicio de creer que las personas solo pueden conseguir relaciones sexuales. Hay una suerte de estigma de perversión cuando también se podrían formar otras relaciones sociales como la amistad”.
Eso sí, advierte que detrás del uso de estas aplicaciones hay un mercado comercial feroz. “En el fondo, todas las aplicaciones quieren capturar nuestros datos, saber nuestros gustos, preferencias y capitalizar con nuestra privacidad”.