La vinceña Francisca Delgado Loor, de 77 años de edad, tenía que ‘multiplicarse’ en los años 90, pues tenía cuatro hijos y a todos ellos tenía que llevarlos a sus respectivas unidades educativas.

Ellos tenían que llegar a los centros educativos a las 07:00, pero ella tuvo que adelantar su reloj una hora, como el resto de ecuatorianos, pues el 28 de noviembre de 1992 comenzó el decreto presidencial declarado por el mandatario de ese entonces, el arquitecto Sixto Durán Ballén, el cual consistía en adelantar una hora a las actividades (estudios, trabajos, etcétera) para aprovechar la luz del Sol y reducir el consumo de energía eléctrica.

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Esta resolución se dio por la crisis energética, la misma que terminó en apagones a causa del estiaje en el sector de Paute, la represa tenía un nivel de casi la mitad del promedio de metros cúbicos por segundo. La escasez de lluvias impedía que el caudal generara la electricidad requerida para abastecer al Ecuador.

La llamada ‘hora sixtina’ fue aplicada hasta el 5 de febrero de 1993. Francisca recuerda que estos apagones duraban hasta unas seis horas. “Se me dañaron algunos aparatos, pues en esa época no había tanta tecnología como ahora, sé que algunos electrodomésticos ya vienen con regulador interno, el cual hace que la entrada de corriente no los queme con facilidad”, dice la adulta mayor.

La oriunda de Vinces indica que ella tuvo una ventaja, tres de sus hijas estudiaban en el mismo colegio, el varón se instruía relativamente cerca del otro centro educativo.

Un testimonio similar tiene María Vera, maestra, ella indica que varios de sus electrodomésticos fueron fundidos por los apagones. La mujer de 60 años entraba a laborar a las 06:40, por lo tanto tenía que ingresar a su colegio a las 05:40, pero por la disposición gubernamental le ‘tocaba’ salir de su vivienda, al sur de Guayaquil a las 05:00.

“En ese tiempo era complicado coger bus, por eso yo tomaba taxi, pero no habían aplicaciones para pedirlos, como ahora. Los vehículos eran escasos y los taxis solo eran amarillos, lo bueno es que no había la delincuencia como en los tiempos actuales. Los maestros estamos acostumbrados a levantarnos temprano, pero a veces estaba demasiado oscuro, compañeros que vivían lejos, empezaban su día a las 04:00”, manifiesta la docente.

Luis Pérez cuenta lo que le tocó vivir a él en esa década. él vive en las calles Venezuela y la 14, suburbio de Guayaquil. “Los alimentos que guardábamos en la refrigeradora se dañaron y salía un mal olor. La leche se cortaba, salsas se agriaban. Se nos dañó el electrodoméstico que nos costó 20.000 sucres, creo que ahora serían unos 100 dólares. Nadie respondió por los daños. Asimismo, invertimos en un regulador de voltaje, pero igual se averió el aparato”, rememora el guayaquileño.

Los cortes actuales de luz empezaron este 27 de octubre por el déficit ocasionado por los bajos caudales en los afluentes que alimentan a las hidroeléctricas, los cuales  han ‘encendido’ la indignación e ira de los ciudadanos.

Algunos de ellos también mencionan que en el año 2009 vivieron algo parecido. Fue en el gobierno del expresidente Rafael Correa.

“Fue por noviembre, allí vivimos otra crisis energética y racionamientos, se dio por la falta de lluvias para el funcionamiento de la Hidroeléctrica Paute. No entiendo, el Ecuador es un país que actúa solo cuando se presentan los problemas, nunca trabaja en la prevención”, declara con molestia Juan García, de 47 años.

Hasta el año 2017, el Gobierno inició la construcción de grandes centrales de generación eléctrica: 14 hidroeléctricas y nueve termoeléctricas.

"Recuerdo que el Gobierno del año 2009 había dicho que estos apagones durarían 10 días, pero si no me equivoco se extendieron hasta febrero. También nos dijeron que la medida sería hasta antes de que empezara diciembre, como ahora lo dice el ministro de Energía", expresa Kléber Torres.

Ecuador enfrenta un desafío en su sistema eléctrico debido a la sequía que está afectando a hidroeléctricas del país, como Paute, Mazar y Sopladora.

Las tres centrales hidroeléctricas ubicadas en el territorio ecuatoriano tienen la capacidad de satisfacer el 38% de la demanda total de electricidad del país. Sin embargo, debido a la severa sequía que afecta a Ecuador, operan a un escaso 45% de su capacidad óptima, lejos del 100%.

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